6 cosas que aprendimos de la Tierra gracias a los meteoritos y cometas
Francisco José Testa - The Conversation* | Domingo 11 agosto, 2024
Aparte del Sol, planetas y lunas, en el sistema solar hay una gran cantidad de rocas espaciales, fragmentos que en la mayoría de los casos son remanentes de la formación de los planetas interiores, entre ellos, la Tierra.
Meteoritos y cometas son mucho más que simples rocas extraterrestres.
Nos han permitido estimar la edad de la Tierra, han proporcionado grandes cantidades de agua para formar los océanos e influido en el desarrollo y evolución de los seres vivos, incluidos nosotros, los humanos.
1. La edad de la Tierra
Hace unos 4.500 millones de años, Theia, un planeta del tamaño de Marte, colisionó con lo que entonces era la proto-Tierra. El impacto cambió la composición del planeta y llevó a la formación de la Luna.
Durante las primeras decenas de millones de años, la Tierra se encontraba en un estado predominantemente fundido. En este ambiente de extremas temperaturas era imposible la formación de minerales y rocas, por lo cual la edad exacta de nuestro planeta es incierta.
Sin embargo, ha sido posible estimarla al conocer la edad de meteoritos primitivos y de las rocas más antiguas que hemos logrado encontrar y datar.
Los minerales más antiguos que se han datado de manera precisa en la Tierra son pequeños granos de circón encontrados en Australia occidental.
El más antiguo tiene una edad de 4.404 millones de años. Sin embargo, también se han datado inclusiones ricas en calcio y aluminio encontradas en meteoritos primitivos (condritas carbonáceas), que arrojaron una edad más antigua de 4.567 millones de años, la edad del sistema solar.
Así, la mejor estimación es que la Tierra se formó hace aproximadamente 4.543 millones de años.
2. Componentes básicos para el desarrollo de la vida
Una de las teorías más aceptadas sobre el origen de la vida sugiere que los compuestos orgánicos simples se formaron en el espacio y llegaron a la Tierra a bordo de meteoritos y otros cuerpos celestes.
Durante el período conocido como bombardeo intenso tardío, que tuvo lugar entre 4.100 y 3 800 millones de años, se produjeron numerosos impactos. La superficie de la Tierra era entonces parcialmente sólida.
En aquel bombardeo llegaron aminoácidos, hidrocarburos y otras moléculas basadas en carbono en condritas carbonáceas, meteoritos primitivos remanentes del sistema solar temprano y cometas.
Una vez que la Tierra primitiva se enriqueció con estas moléculas orgánicas, según algunas hipótesis, comenzó la evolución química y eventualmente, surgió la vida.
La evidencia más temprana de vida son microorganismos de hace aproximadamente 3.800 millones de años, relativamente poco después del bombardeo intenso tardío.
3. Cómo se originaron los océanos
Durante el bombardeo intenso tardío también llegaron grandes cantidades de agua extraterrestre. Y todo indica que meteoritos y cometas desempeñaron un papel crucial en la formación de los océanos y la atmósfera de la Tierra.
A su vez, durante el Eón Hádico (desde que se formó la Tierra hasta hace unos 4.000 millones de años) los volcanes liberaron gases del interior del planeta.
Vapor de agua, dióxido de carbono, metano, amoníaco, nitrógeno y azufre formaron la protoatmósfera.
Y llegó la primera lluvia. Ocurrió una vez que la temperatura en la superficie de la Tierra descendió por debajo del punto de ebullición del agua, permitiendo así la formación de un océano primordial.
Sí, el agua que bebemos hoy en día tiene, al menos en parte, un origen extraterrestre.
4. Los que desaparecieron
El registro geológico prueba el innegable impacto que los meteoritos han causado en la supervivencia y evolución de la vida en nuestro planeta.
La extinción de los dinosaurios ocurrió hace unos 66 millones de años. Su desaparición está vinculada al impacto del meteorito que formó el cráter de Chicxulub, el segundo impacto más grande conocido en la Tierra, profundamente enterrado en México.
En contraste, la extinción del Devónico tardío, que tuvo lugar entre hace 380 y 360 millones de años, se explica por múltiples impactos (como los cráteres de Alamo en Estados Unidos, Siljan en Suecia y Woodleigh en Australia), el cambio climático, la disminución del oxígeno en los océanos y la actividad volcánica.
5. El manto profundo y el núcleo de la Tierra
Tenemos acceso a muestras de rocas de la corteza y el manto superior de la Tierra, pero no podremos obtener muestras directas del manto profundo o el núcleo sólido.
Sin embargo, podemos saber qué hay en lo más profundo estudiando las palasitas y los meteoritos metálicos, rocas provenientes de asteroides diferenciados, aquellos que al igual que la Tierra tienen un manto y un núcleo.
Las palasitas son raras y contienen cristales de olivino, un silicato de magnesio y hierro, cementados por aleaciones de níquel-hierro. Estas rocas se formaron en el límite entre el manto y el núcleo de asteroides diferenciados.
Los meteoritos metálicos, o de hierro, están compuestos principalmente por aleaciones de níquel-hierro, como la kamacita y la taenita. Representan fragmentos de los núcleos de asteroides diferenciados, rocas equivalentes al núcleo de nuestro propio planeta.
6. Enormes depósitos de oro y níquel
La colisión de antiguos meteoritos han tenido un impacto indirecto y duradero en nuestra sociedad al influir en la disponibilidad de oro y niquel.
Las rocas de Witwatersrand en Sudáfrica contienen las mayores reservas de oro conocidas en el mundo. Esta riqueza no habría sido posible sin el impacto de Vredefort, el cual produjo el cráter de meteorito más grande conocida en la Tierra, formado hace aproximadamente 2.023 millones de años.
El impacto preservó estos depósitos de oro de la erosión al cubrir la región con material eyectado, ocultando las capas mineralizadas por debajo.
El tercer cráter de impacto más grande conocido en la Tierra es la cuenca de Sudbury, en Canadá, formada hace 1.849 millones de años.
La cuenca alberga enormes depósitos de níquel, ya que el impacto perturbó la corteza terrestre, fundiéndola parcialmente y permitiendo el ascenso de magma del manto. Esto llevó a la acumulación de níquel, cobre, paladio, platino y otros metales, produciendo uno de los distritos mineros más ricos del planeta.
*Francisco José Testa es profesor de Ciencias de la Tierra (Mineralogía, Petrología y Geoquímica), Universidad de Tasmania, Australia. El autor desea agradecer al prof. Noel C. White, de la Universidad de Tasmania, sus valiosos comentarios sobre este artículo.
*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia creative commons. Haz clic aquí para leer el artículo en su versión original.
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