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8M: El mensaje se pierde en el caos

Natiuska Traña natiuskatp@gmail.com | Jueves 23 marzo, 2023


Antes de comenzar esta columna, quiero dejar en claro que estoy a favor de la equidad de derechos de las mujeres y creo firmemente que todas las personas deben ser tratadas por igual, independientemente de su género. Así, como creo que es importante reconocer y valorar la lucha histórica de las mujeres por la igualdad de derechos y oportunidades. Sin embargo, a nivel mundial, en los últimos años, las marchas feministas han tomado un rumbo que, en mi opinión, no contribuye positivamente a la lucha por la equidad de género.

Estas marchas, a menudo se enfocan en la victimización de las mujeres y en actos algunas veces poco amistosos durante su ejecución, en lugar de enfatizar la fortaleza, la resiliencia y los logros obtenidos hasta la fecha.

Si bien es cierto, es importante denunciar y combatir la violencia de género, es igualmente importante destacar los logros y éxitos de las mujeres en todos los ámbitos de la vida. Al enfocarse exclusivamente en la victimización y que las manifestaciones sean desordenadas, se perpetúa la idea de que las mujeres somos inherentemente débiles, necesitamos ser protegidas y no tenemos una agenda clara sobre las demandas respecto a nuestros derechos, lo que va en contra del objetivo de lograr la igualdad de oportunidades y derechos para las mujeres.

Típicamente, las marchas feministas se tienden a catalogar como promoventes de una visión sesgada de la realidad, que se enfoca solo en los problemas que nos afectan a las mujeres y no en general a la sociedad como grupo, por mantener ciertos comportamientos sociales poco igualitarios, en lugar de proponer el trabajar juntos para lograr la equidad de género. Esto en vez de crear la unión e igualdad pretendida, puede crear resentimiento y división entre hombres y mujeres, lo que le quita fuerza al movimiento, pues la evolución social se demuestra cuando todos podemos tener acceso equitativo a la misma protección de nuestros derechos. La equidad añorada, no se trata de reemplazar el patriarcado por el matriarcado, sino de crear un mundo en el que todas las personas tengan las mismas oportunidades y derechos, independientemente de su género.

Lamentablemente, muchas de estas manifestaciones tienden a descuidar las necesidades y preocupaciones de las mujeres que no comparten su ideología o que tienen temor de participar de los eventos, al no conocer el desenlace que pueden tener los mismos y la seguridad de los asistentes, funcionando con un contrasentido en la lucha por la equidad, que debe ser inclusiva y tener en cuenta las voces de todas las mujeres.

Aunque es importante reconocer y valorar la lucha de las mujeres por la igualdad de derechos y oportunidades, la forma en que lo estamos haciendo, no contribuye positivamente a este objetivo, porque muchas veces se centran en la culpabilización, la vergüenza, seguida de actos de vandalismo, en lugar de la educación y la comprensión que evidencien realmente la problemática, lo que le da cierta validez a comentarios de algunas corrientes que no están a favor o desconocen la afectación real de los derechos de algunos sectores.

Lo anterior, no solo es contraproducente, sino que también puede ser extremadamente polarizante. En lugar de tratar de comprender las diferentes perspectivas y trabajar juntos hacia una solución, se está promoviendo una actitud de confrontación y hostilidad.

Es hora de repensar el enfoque del 8M y que se tenga una agenda clara y definida, sobre qué cambios específicos se están buscando.

Si bien cierto, es importante hablar sobre los problemas que enfrentamos las mujeres, es igualmente importante tener un objetivo claro y definido para abordar estos problemas. De lo contrario, estos eventos corren el riesgo de convertirse en una especie de catarsis emocional colectiva, que destiñe el objetivo principal, en lugar de un movimiento político efectivo que permita a todos los sectores trabajar juntos, para crear un mundo en el que todas las personas tengan las mismas oportunidades y derechos, independientemente de su género.

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