Del caos a la armonía
Macarena Barahona lmacarena62@hotmail.com | Sábado 05 enero, 2013
Si volvemos nuestro pensamiento íntimo, a la naturaleza y a la comprensión justa de sus proporciones, podemos entender a nuestros conciudadanos indígenas, de los diferentes territorios de nuestro país, que nos pueden dar lecciones profundas de armonía, de respeto y conocimiento sobre leyes más antiguas que las ciencias naturales.
Cantera
Del caos a la armonía
“El mundo, armoniosamente confundido,
Donde vemos orden en la variedad,
Y aunque en él todas las cosas difieran,
Resulta que concuerdan en realidad”.
Alexander Pope
Omnipresentes fuerzas que crean nuestro mundo, expresión de la compleja armonía de la belleza en todas lo vivo. De lo más simple a lo más complejo, patrones que se repiten en una proporción perfecta, ubicándonos en la esencia particular de cada parte de nuestra naturaleza y en la complejidad de nuestro colectivo.
Si observamos a nuestro rededor, encontramos que la parte más pequeña de la naturaleza es la proporción de la más grande, lo vemos en las flores, en las plantas, sus hojas, sus frutos, en los cuerpos de animales, en los cuerpos humanos, en la elaboración humana como templos, esferas, conocimiento de las cosas, ciudades, caminos, creencias, arte.
Si trasladamos la proporción de la armonía de la naturaleza a la de las sociedades contemporáneas, tal vez en su caos y desigualdad se refleja la falta de armonía, o en la ausencia de proporción de nuestras profundas desigualdades de bienes y derechos, reside la esencia misma de la injusticia y la violencia de lo humano sobre la naturaleza.
Si volvemos nuestro pensamiento íntimo, a la naturaleza y a la comprensión justa de sus proporciones, podemos entender a nuestros conciudadanos indígenas, de los diferentes territorios de nuestro país, que nos pueden dar lecciones profundas de armonía, de respeto y conocimiento sobre leyes más antiguas que las ciencias naturales.
Prejuicios que dominan el pensamiento de muchos líderes políticos que hablan sobre desarrollo y civilización de espaldas a las culturas indígenas como en el siglo XVI, cuando civilización y barbarie fueron lemas de destrucción de pueblos que habitaron estas tierras.
Los indígenas costarricenses; térrabas, guaimíes, bribris, ngabe, borucas, huetares, malekus, chorotegas, sobrevivientes y herederos de un conocimiento que armoniza en proporción de la belleza de la naturaleza como un todo, donde cada uno de nosotros concuerda en la proporción justa de su espacio y tiempo, deberían compartir y reeducarnos en los valores milenarios de respeto y dignidad.
Concordar en nuestra realidad para que cada uno de los 24 territorios indígenas y sus casi 100 mil habitantes, puedan alcanzar un mejor nivel de vida, y compartir su modo de pensar y sentir con los demás costarricenses, sin que haya desigualdad, desprecio y racismo, como se observa casi siempre por políticos, funcionarios de nuestro Estado, y la mayoría que desconoce la realidad indígena.
¡Y para todos nosotros un nuevo año lleno de paz y armonía!
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