La “ecoteocracia” ambientalista
Claudio Alpízar redaccion@larepublica.net | Jueves 15 mayo, 2014
Estoy convencido que con armonía y sustentabilidad se puede lograr el equilibrio de un desarrollo integral
La “ecoteocracia” ambientalista
Durante décadas y siglos el ser humano se mostró mezquino e irrespetuoso con la naturaleza. Poco le importó la destrucción de las riquezas naturales a cambio de lo superfluo; pensaba que ello le daba mayor confort y desarrollo en su vida.
Fuimos llevando al mundo a un momento delicado, hasta que el temor por el calentamiento global generó un discurso y una estrategia que detuviese esa “guerra” sin cuartel.
Es válida esa lucha por el medio ambiente y la supervivencia de todas las especies. Lo que no es válido es que detrás de esa cordura ecológica se escondan solapadamente, disfrazados, grupos ideológicos que pretenden retomar posiciones políticas que se quedaron sin espacio y credibilidad, que atentan contra el desarrollo armónico e integral.
Muchos de los defensores del medio ambiente lo hacen con buenas intenciones, pero sus movimiento han sido permeados y tomados por el radicalismo, que encuentra en los movimientos verdes un espacio para potencializar sus hilos conductores y retrógrados.
Estos infiltrados no solamente pretenden detener el progreso y desarrollo del país, sino también promover el caos en aras de sumar a sus intenciones desestabilizadoras.
La dirección de algunos movimientos ambientalistas ha sido tomada por estos grupúsculos que vienen planteando actitudes de intransigencia en cuanto a la negación de las posibilidades de que el país —con responsabilidad ambiental y social— pueda explotar actividades con los controles respectivos.
Por definición el medio ambiente son las condiciones culturales, económicas y sociales en que vive la persona, no es solamente la naturaleza.
En tiempos actuales existe toda la tecnología apropiada y moderna para lograr buenos resultados industriales con respeto a la naturaleza. El problema está en lo imposible que es poder “hacer” en nuestro país, tanto en el sector público como en el privado.
Por ejemplo, se niega la posibilidad de la explotación petrolera y de gas con un discurso ambiental; pero de igual forma los mismos hacen lo propio para no permitir al sector privado aportar en la explotación de energías limpias y amigables como la térmica, eólica, solar y más, con un discurso ideológico.
Mientras tanto el ciudadano, la industria, el medio ambiente y la economía siguen sufriendo con los precios cada día más altos de la gasolina y la electricidad.
Me niego a aceptar, como otros, que la pobreza es la condición humana natural. Esos que justificados en el fundamentalismo ambiental pretenden que vivamos como lo hacía Tarzán, como retrógrados, que regresemos a la pobreza preindustrial. Estoy convencido de que con armonía y sustentabilidad se puede lograr el equilibrio de un desarrollo integral.
En esta situación resuenan con sentido de oportunidad las palabras de John Kenneth Galbraith, keynesiano progresista, que afirmaba: “Para manipular eficazmente a la gente, es necesario hacer creer a todos que nadie les manipula”. Esta parece la premisa que algunos aplican hoy desde algunos movimientos ambientalistas y que tienen al país moviéndose en “cámara ultra lenta”.
Claudio Alpízar Otoya
Politólogo
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