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¿Para qué justicia social?

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 27 diciembre, 2013


“Por sí sola, la justicia no basta. Más aún puede llegar a negarse a sí misma, si no se abre a la fuerza más profunda que es el amor”


Entre cielo y tierra

¿Para qué justicia social?

La campaña electoral 2014 ha sacado al foro público un interesante concepto, un tanto relegado en la política costarricense, sobre el cual me gustaría reflexionar en este periodo de tregua. Me refiero a la justicia social, la cual se aduce ser pilar de la estabilidad y desarrollo deseado para Costa Rica.
En los debates recientes se ha señalado que el país necesita recuperar esta justicia social, debido a la erosión sistemática producida en las instituciones encargadas de ejecutar políticas que ayuden a compensar la desigualdad de oportunidades, fruto de un crecimiento material que no ha beneficiado a todos por igual.
En buena medida, los múltiples informes sobre el estado de nuestra sociedad han revelado oportunamente suficientes datos para confirmar este desmejoramiento. Me parece sano que el tema haya salido a la luz pública, con el fin de que sea considerado como una de nuestras mayores urgencias nacionales.
Pero también me ha parecido doblemente interesante, percibir en los debates, que todavía prevalece sobre este concepto una visión limitada, excesivamente legalista y represiva que mira a la justicia como un asunto meramente contractual. El problema de esta perspectiva es que por ende y en la praxis va cercenando a la vez toda su dimensión de solidaridad.
“Por sí sola, la justicia no basta. Más aún puede llegar a negarse a sí misma, si no se abre a la fuerza más profunda que es el amor”. Esta frase del Papa Juan Pablo II, resulta a mi criterio concisa y penetrante, al dar en las causas fundamentales de nuestras mayores problemáticas que no nos permiten avanzar.
Costa Rica requiere que la justicia sea algo más que “salacuartazos”, litigios, sentencias y reformas; nuestro país requiere que toda la infraestructura solidaria, la cual ya está construida sobre las conquistas sociales que poco a poco hemos ido logrando alcanzar, se ponga al servicio del ser humano y en especial de los menos favorecidos. Todo lo anterior, con el fin de construir verdaderamente un país más próspero.
Esto tampoco significa abogar por un debilitamiento de la institucionalidad judicial. En efecto, junto al valor de la justicia formal, también debe prevalecer la solidaridad en el sentido de caridad (caritas), como una de nuestras mayores garantías de paz y perfeccionamiento.
Es crucial también tomar conciencia que el desbalance entre estas dos fuerzas (leyes y caridad) resulta sumamente peligroso. En especial si el propósito de nuestro régimen es combatir la inequidad en todas sus formas, humana, económica e ideológica.
En nuestro país actualmente sufrimos una ingrata consecuencia de este desequilibrio, pues hemos terminado construyendo debido a una visión excesivamente legalista, una sociedad basada en la desconfianza mutua. Este vicio se ha impregnado desde nuestro sistema educativo hasta en la relación actual entre los poderes democráticos en ejercicio.
A final de cuentas, la anhelada paz, que todos necesitamos para desarrollarnos, solo se alcanza con justicia social favoreciendo una convivencia que nos enseñe a vivir unidos, sin enfatizar distinciones ni prejuicios sociales, y así construir juntos una sociedad mejor.

Luis Alberto Muñoz Madriz

@luisalberto_cr
 

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