Primermundistas...no todavía
Fred Blaser - | Miércoles 30 mayo, 2012
ANALISIS
Visionaria o ingenua la propuesta presidencial
Primermundistas… no todavía
Deberíamos unirnos al club de los países ricos, dice Chinchilla
Por un lado, la sugerencia de Laura Chinchilla es poco práctica, al decir que Costa Rica debería unirse a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
En primer lugar, ningún costarricense será mucho más rico ni mucho más feliz, si el país fuera integrante de la OCDE, una pertenencia que no ayuda necesariamente a fortalecer la economía.
Solo en esta región, está el ejemplo de Colombia, que no forma parte de la organización, y que en 2011 tuvo una inversión extranjera por persona de casi el doble del nivel de un año antes.
Mientras tanto, México, un estado miembro de la OCDE, durante el mismo periodo vio una caída por persona en la inversión extranjera de cerca de la mitad.
Además, la OCDE no nos quiere.
La organización a veces llamada el club de los países ricos en 1994 aceptó a México, cuyo ingreso por persona no es mucho mayor que el de Costa Rica.
Pero Estados Unidos quería que la OCDE incluyera a todos los países, que habían firmado el Acuerdo de Libre Comercio de Norteamérica.
La situación es diferente en Costa Rica, que no solo es pobre, sino que no tiene un patrocinador influyente.
Por otro lado, Chinchilla es visionaria.
El punto no es que la OCDE acepte o no a Costa Rica como miembro.
Es que, independientemente de si formáramos o no parte de la organización, Costa Rica debería ser un país primermundista.
En este contexto, estamos a solo la mitad del camino.
Los costarricenses pueden estar orgullosos de estar entre los líderes mundiales en algunas de las categorías más importantes, que determinan el éxito de una nación.
En términos de esperanza de vida, los costarricenses, en promedio, alcanzan los 78,8 años; más que los chilenos, daneses o estadounidenses, y solo superados por los países ricos.
Una larga vida por sí misma no vale mucho, si una persona no es libre para disfrutar el tiempo durante el cual está viva.
En este contexto, Costa Rica recibe una nota mixta.
Elegimos libremente a los gobiernos, que tienden a no encarcelar a los ciudadanos por razones arbitrarias.
Tenemos un alto nivel de libertad de prensa, ocupando el puesto 19 en una clasificación de 179 países, según Reporteros sin Fronteras.
Por otro lado, el nivel de crímenes violentos es preocupante.
Al tratarse de 11 homicidios por cada 100 mil habitantes el año pasado, esta cifra es menor que la de varios países vecinos, como Honduras, El Salvador o Venezuela.
Sin embargo, tienen tasas bastante más bajas Uruguay y Chile, con los que preferimos compararnos.
El panorama es peor, cuando se trata de los delitos contra la propiedad, que durante la pasada generación se han convertido en epidemia en Costa Rica.
La pérdida de un teléfono celular o una computadora portátil es mucho menos cruel que la pérdida de una vida.
No obstante, cuando decenas de miles de personas honestas y trabajadoras, sufren anualmente el robo de sus bienes, estamos muy lejos de ser una nación del primer mundo.
El medio ambiente es otra preocupación.
Costa Rica se ha comprometido a llegar a una situación en 2021, en la que se absorbe la misma cantidad del dióxido de carbono principalmente a través de la reforestación como la que se produce, principalmente por los vehículos y las plantas de generación energética.
Pero el compromiso es sobre todo retórico, en un país en el que cada río es una cloaca a cielo abierto, y en el que hay poca educación ambiental para los habitantes, que en muchos casos piensan que el mundo es su basurero.
Del mismo modo, tenemos que trabajar en la educación, dado que en una reciente prueba a nivel mundial entre los estudiantes de 15 años de edad, con la excepción de México, quedamos muy por debajo de los resultados de cualquier país de la OCDE.
Si esperamos a tener una mejor protección de nuestras personas, nuestras posesiones y nuestro medio ambiente, así como contar con una mejor formación de nuestros hijos, necesitaremos más dinero.
El gobierno de Chinchilla apenas está entendiendo que no se trata únicamente de cobrar una gran cantidad de nuevos tributos.
Es cierto que los niveles tributarios costarricenses, están muy por debajo de los de Francia, Alemania o Suecia.
Pero en los países desarrollados, los impuestos tienden a ser utilizados de forma eficaz.
Por el contrario, una parte significativa de los impuestos costarricenses se destina a financiar un Estado hinchado y poco productivo, tal como LA REPUBLICA lo ha demostrado recientemente, en una serie de informes detallados.
No resolveremos estos problemas, por el solo hecho de unirnos a la OCDE.
Pero la Presidenta tiene razón, cuando dice que debemos convertirnos en el tipo de país, que la organización querría tener como miembro.
Todo lo que tenemos que hacer es encontrar un equilibrio entre costos e impuestos, mejorar las escuelas y la infraestructura, y ser más amables con el mundo natural que nos rodea.
Suena como un plan.
Fred Blaser
Co Presidente
República Media Group
Visionaria o ingenua la propuesta presidencial
Primermundistas… no todavía
Deberíamos unirnos al club de los países ricos, dice Chinchilla
En primer lugar, ningún costarricense será mucho más rico ni mucho más feliz, si el país fuera integrante de la OCDE, una pertenencia que no ayuda necesariamente a fortalecer la economía.
Solo en esta región, está el ejemplo de Colombia, que no forma parte de la organización, y que en 2011 tuvo una inversión extranjera por persona de casi el doble del nivel de un año antes.
Mientras tanto, México, un estado miembro de la OCDE, durante el mismo periodo vio una caída por persona en la inversión extranjera de cerca de la mitad.
Además, la OCDE no nos quiere.
La organización a veces llamada el club de los países ricos en 1994 aceptó a México, cuyo ingreso por persona no es mucho mayor que el de Costa Rica.
Pero Estados Unidos quería que la OCDE incluyera a todos los países, que habían firmado el Acuerdo de Libre Comercio de Norteamérica.
La situación es diferente en Costa Rica, que no solo es pobre, sino que no tiene un patrocinador influyente.
Por otro lado, Chinchilla es visionaria.
El punto no es que la OCDE acepte o no a Costa Rica como miembro.
Es que, independientemente de si formáramos o no parte de la organización, Costa Rica debería ser un país primermundista.
En este contexto, estamos a solo la mitad del camino.
Los costarricenses pueden estar orgullosos de estar entre los líderes mundiales en algunas de las categorías más importantes, que determinan el éxito de una nación.
En términos de esperanza de vida, los costarricenses, en promedio, alcanzan los 78,8 años; más que los chilenos, daneses o estadounidenses, y solo superados por los países ricos.
Una larga vida por sí misma no vale mucho, si una persona no es libre para disfrutar el tiempo durante el cual está viva.
En este contexto, Costa Rica recibe una nota mixta.
Elegimos libremente a los gobiernos, que tienden a no encarcelar a los ciudadanos por razones arbitrarias.
Tenemos un alto nivel de libertad de prensa, ocupando el puesto 19 en una clasificación de 179 países, según Reporteros sin Fronteras.
Por otro lado, el nivel de crímenes violentos es preocupante.
Al tratarse de 11 homicidios por cada 100 mil habitantes el año pasado, esta cifra es menor que la de varios países vecinos, como Honduras, El Salvador o Venezuela.
Sin embargo, tienen tasas bastante más bajas Uruguay y Chile, con los que preferimos compararnos.
El panorama es peor, cuando se trata de los delitos contra la propiedad, que durante la pasada generación se han convertido en epidemia en Costa Rica.
La pérdida de un teléfono celular o una computadora portátil es mucho menos cruel que la pérdida de una vida.
No obstante, cuando decenas de miles de personas honestas y trabajadoras, sufren anualmente el robo de sus bienes, estamos muy lejos de ser una nación del primer mundo.
El medio ambiente es otra preocupación.
Costa Rica se ha comprometido a llegar a una situación en 2021, en la que se absorbe la misma cantidad del dióxido de carbono principalmente a través de la reforestación como la que se produce, principalmente por los vehículos y las plantas de generación energética.
Pero el compromiso es sobre todo retórico, en un país en el que cada río es una cloaca a cielo abierto, y en el que hay poca educación ambiental para los habitantes, que en muchos casos piensan que el mundo es su basurero.
Del mismo modo, tenemos que trabajar en la educación, dado que en una reciente prueba a nivel mundial entre los estudiantes de 15 años de edad, con la excepción de México, quedamos muy por debajo de los resultados de cualquier país de la OCDE.
Si esperamos a tener una mejor protección de nuestras personas, nuestras posesiones y nuestro medio ambiente, así como contar con una mejor formación de nuestros hijos, necesitaremos más dinero.
El gobierno de Chinchilla apenas está entendiendo que no se trata únicamente de cobrar una gran cantidad de nuevos tributos.
Es cierto que los niveles tributarios costarricenses, están muy por debajo de los de Francia, Alemania o Suecia.
Pero en los países desarrollados, los impuestos tienden a ser utilizados de forma eficaz.
Por el contrario, una parte significativa de los impuestos costarricenses se destina a financiar un Estado hinchado y poco productivo, tal como LA REPUBLICA lo ha demostrado recientemente, en una serie de informes detallados.
No resolveremos estos problemas, por el solo hecho de unirnos a la OCDE.
Pero la Presidenta tiene razón, cuando dice que debemos convertirnos en el tipo de país, que la organización querría tener como miembro.
Todo lo que tenemos que hacer es encontrar un equilibrio entre costos e impuestos, mejorar las escuelas y la infraestructura, y ser más amables con el mundo natural que nos rodea.
Suena como un plan.
Co Presidente
República Media Group