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Amenazas sistémicas

Ennio Rodríguez ennio.rodriguez@gmail.com | Martes 12 mayo, 2020

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La crisis de 2008-9 fue atacada con programas de estímulos fiscales y, en mayor medida, monetarios. China, ajena a la recesión, continuó sus exportaciones principalmente a Estados Unidos, pero también a Europa y al resto del mundo. Sus superávits comerciales en dólares estadounidenses, los invirtieron en bonos del Tesoro de Estados Unidos y así ayudaron a financiar el déficit de este país.

Los países europeos, Alemania en particular, también tenían y tienen superávits comerciales con Estados Unidos, pero al ser el dólar la moneda de reserva de preferencia, los títulos valores del Tesoro han sido inversiones lógicas. De esta manera, la recuperación de las grandes economías en la crisis anterior se basó en la demanda estadounidense fuertemente estimulada, la cual se tradujo en demanda de productos importados y los dólares acumulados por los grandes socios comerciales regresaron como inversiones en bonos del Tesoro, muchos depositados como reservas en sus bancos centrales.

Así, Estados Unidos no tuvo inflación, tampoco las demás economías y la economía mundial se recuperó relativamente rápido.

Gerardo Corrales estimó que el déficit fiscal de EE. UU. post-COVID-19 alcanzaría el 15.7% del PIB y el saldo de la deuda del gobierno llegaría representar el 251.9% del PIB; a su vez, las políticas monetarias prometen ser tan o más laxas que durante la Gran Recesión. Pero esta vez, los mecanismos que se tradujeron en la rápida recuperación de entonces, no estarán ahí, por lo menos en las magnitudes que la permitieron.

Por un lado, habrá shocks de oferta por la disrupción en las cadenas de valor; por ejemplo, las materias primas de la industria farmacéutica mundial provienen en su mayoría de China y, en menor medida, de India. Las cadenas de logística también están afectadas por la pandemia. A su vez, la guerra comercial entre EE. UU. y China en general y en aspectos críticos como 5G y los derechos de propiedad intelectual, agravados por el tema COVID-19, están haciendo que China ahora se preocupe por ser más autosuficiente, por lo que su dependencia del comercio internacional tenderá a reducirse.

Además, el anuncio de su moneda encriptada en “block chain” anunciada en octubre de 2019 para iniciar sus operaciones a inicios de 2020, no se basa en una canasta de monedas, sino que será un yuan encriptado y virtual (e-RMB). Esto podría interpretarse como un movimiento defensivo frente al proyecto libra de Facebook y de otras monedas virtuales; pero podría ir más allá, al permitirle a las autoridades del Banco Central una mayor trazabilidad de las transacciones; más importante aún, también reduciría su dependencia del dólar. En el momento de mayor vulnerabilidad de la economía estadounidense por la crisis producto de la pandemia, el mecanismo que operó luego de 2008-9 para hacer funcional la recuperación sin peligros inflacionarios, dependió de la integración comercial y del mercado de bonos del Tesoro entre China y Estados Unidos.

Hoy tenemos en vez de una integración funcional, una relación cada vez más conflictiva en aspectos que trascienden lo puramente comercial.

No hay evidencias para hacer ningún tipo de predicción, pero podría pensarse un escenario, donde las medidas expansivas para contener el impacto económico de la pandemia podrían generar un exceso de liquidez que no tendría la salida por medio del comercio internacional, por la diferencia en el papel que jugó China en 2008-9. Incluso, esa inyección de liquidez podría enfrentarse con problemas de oferta por los problemas de abastecimiento a lo largo de las cadenas de valor. Grandes inyecciones de liquidez en un entorno de decrecimiento de la globalización del comercio y pérdida de posicionamiento del dólar estadounidense como moneda de reserva (y su traducción en demanda de los bonos del Tesoro), podría no tener todos los efectos deseados de reactivación económica. Si esta no ocurre, podríamos encontrarnos en un escenario de estancamiento con inflación (acuñada “stagflation”), tal como la enfrentamos en los años setenta, producto de los shocks provocados luego de la formación de la OPEC (el cartel petrolero) y los efectos sobre los precios por la vía de los costos en medio de un efecto recesivo simultáneo.

La impunidad en cuanto a la impresión de moneda en Estados Unidos y otros países con monedas denominadas duras, tan funcional para salir de la crisis de 2008-9, dependió de factores que podrían no estar presentes en 2020, y cuyo resultado podría ser disfuncional: inflación y estancamiento combinados. Espero sinceramente que este escenario no se materialice, sus efectos también incluirían una depreciación de las monedas duras, en especial el dólar, pero también el euro y la libra esterlina.

En ese escenario solo el yuan podría verse fortalecido. En conclusión, EE. UU. debe recuperar sus buenas relaciones con China; de continuar con la estrategia actual de enfrentamiento podría ser el gran perdedor y el mundo sufrir las consecuencias.

Ennio Rodríguez








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