Aporofobia, el rechazo al pobre
Inés Revuelta Sánchez inesrevuelta@gmail.com | Miércoles 08 enero, 2025
Para la autora Adela Cortina, en su libro titulado Aporofobia: el rechazo al pobre, estamos en presencia de una fobia humana cuando se rechaza a personas concretas por tener particularidades que las inscriben en un determinado grupo al que se desprecia o se teme, o ambas cosas a la vez. Por eso, al referirse a la aporofobia, lo circunscribe como el rechazo a las personas pobres.
Lo anterior tiene varias connotaciones que intentaré ir detallando poco a poco, pues aquí hay mucha tela que cortar con respecto a la definición de persona pobre.
1. La definición de persona pobre está determinada por la privación de recursos para cubrir sus necesidades básicas y necesarias para una vida digna. Puede delimitarse por ingreso o por causas multidimensionales.
2. Las fobias humanas son una forma de discriminación, acoso y violencia contra poblaciones de personas por alguna característica que es rechazada socialmente.
3. Una persona no puede despertar este tipo de reacción humana por ser pobre, a no ser que esté interseccionada por condiciones de raza, etnia, color de piel, diversidades sexuales, cognitivas y/o físicas. No ocurre con la persona que es pobre, sino con aquella que tiene otras diferencias o características que son rechazadas por algunas poblaciones en posición de privilegio.
4. Las personas en posición de privilegio social (clasismo) construyen narrativas de odio alrededor de estereotipos y roles sociales que delimitan a otras personas, a sus parejas e hijos, como una forma de perpetuar la discriminación intergeneracional.
5. Las personas atravesadas por las desigualdades estructurales, normalmente, son discriminadas por su posición social, la cual es común que permee a sus descendientes, quienes, por estigmatización social, siguen siendo discriminados, a pesar de que pueden haber cambiado las condiciones profesionales y laborales.
Lo expuesto debe ser analizado a la luz de dos aspectos fundamentales a saber: el abordaje de la pobreza con perspectiva de género e interseccionalidad y el combate frontal a los discursos de odio que se esbozan en contra de personas migrantes, diversidades sexuales, personas adultas mayores, con discapacidad, entre otras características.
Primero, la pobreza no puede estar criminalizada ni estigmatizada. Si bien es cierto que para muchas personas representa una condición temporal, para otras puede ser permanente; además, se debe analizar que no estén siendo atravesadas por interseccionalidades que las perpetúen en la pobreza. El abordaje institucional debe ser objetivo y transversalizado para que la feminización de la pobreza no siga siendo la norma en el país, así como con las personas adultas mayores, personas con discapacidad, migrantes, pueblos originarios y con índices educativos bajos.
Segundo, se generaliza que las personas migrantes son pobres, pero no son todas las personas migrantes quienes son discriminadas. Es decir, el sistema es selectivo y privilegia ciertos orígenes y violenta los derechos de otros. Adicionalmente, hay poblaciones de migrantes que son más severamente castigadas, como las personas diversas sexualmente, mujeres y personas mayores.
Por último, no se puede bajo un discurso superficial, indicar que las personas en circunstancias de pobreza necesitan trabajo, únicamente. Hay personas que están laborando en la actualidad alrededor de 57-60 horas semanales con salarios precarios y sin acceso a servicios básicos de calidad. El trabajo es muy importante, pero también el acceso digno a la educación gratuita y de calidad, servicios de salud, vivienda, agua potable, transporte público eficiente y redes de cuido para sus hijas e hijos. Si por las horas de trabajo se midiera de forma directa el resultado económico, esas personas estarían viviendo en condominios de lujo con piscina y jacuzzi, pero sabemos que no es su realidad.
Cito como ejemplo valioso el caso del joven Moisés Salguero Morales (@Moi-Chilero), joven indígena cabécar graduado como ingeniero mecatrónico del Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC) en junio de 2024, quien indicó que se graduó “…pese a los prejuicios, las miradas despectivas del director de su colegio y las decenas de voces que le dijeron que no podría lograr nada porque “los indígenas son vagos y tontos”. Viviendo en una pobreza extrema, sin electricidad ni agua potable, le pesa la discriminación hacia los suyos, pues como bien le afirmaban socialmente, “por ser indígena no iba a llegar lejos”. Aquí estamos en presencia de una interseccionalidad que pesa más que la pobreza, pues es la discriminación y la violencia que recibe por pertenecer a un pueblo originario.
Hago un llamado a la profunda reflexión y al abordaje serio de la pobreza en Costa Rica. Nadie se merece vivir con limitaciones básicas, nadie se merece ser discriminado por su condición de pobreza ni alguna otra condición; y mucho menos, nadie se merece que ahora se construyan discursos de odio, limitantes y violentos enmascarados en la aporofobia.