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¡Arbitro... neoliberal!

Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 09 septiembre, 2010



Vericuetos
¡Arbitro… neoliberal!

Miguel Angel Rodríguez acababa de perder las elecciones frente a José María Figueres. A los partidarios del PUSC los desdeñaban sus oponentes por “neoliberales”. Yo no sé si la gente entendía los alcances del exabrupto político, pero para muchos era algo así como una irreparable ofensa contra la moral individual y el honor colectivo.
Llegamos al Alejandro Morera una mañana de febrero mi amigo Yannis y yo, consuetudinarios manudos dominicales, y nos dispusimos a ocupar las sillas de siempre, no sin haber cumplido el previo ritual de saludar al presidente de la República, don Rafael Angel Calderón y al amigo Víctor Manuel Ruiz, también liguistas de corazón, quienes tenían sus asientos a un par de metros de los nuestros.
Algo tendrán los influjos balompédicos que producen clarísimas y a veces serias distorsiones en el carácter de las personas. Quizás una de las más evidentes es la disposición de arremeter sin reparo contra las progenitoras de los jugadores rivales y, por supuesto, del pobre árbitro, esa especie de personaje masoquista y cuasi suicida que, sin ninguna razón aparente o, al menos, entendible, se somete voluntariamente al escarnio popular llevando consigo, en tan inexplicable aventura, no solo su propia humanidad sino la de sus santas madrecitas que, por supuesto, no tienen nada que ver con los desaciertos de sus retoños, ni culpa alguna que expiar.
La cosa es que estábamos ya entrados en el calor de un partido en el que el silbatero (palabra que no existe en el idioma castellano pero sí en los programas deportivos) discurría, intencionalmente o no, por múltiples errores en contra de la divisa manuda. Mi amigo griego había perdido manifiestamente la paciencia por la palmaria maledicencia del señor ese del pito, encontrándose al borde de los límites que le permitían su entereza e innegables dotes de caballero a carta cabal.
Cuando la tensión no permitía más control, un desacertado fallo del señor de negro hizo a Yannis brincar por los aires con una incontenible furia increpadora, mientras trataba de balbucear el peor insulto del que fuera capaz y del que fuera merecedor aquel personaje. Todo el auditorio circundante pudo escuchar el grito de “árbitro… neoliberal”. Máxima expresión de repulsión que el griego pudo encontrar en ese momento aciago del juego.
Claro que como “neoliberal” era un epíteto inaceptable para los mariachis que acababan de perder las elecciones, mi primera reacción fue volver a ver al presidente Calderón, para ver si había sido consciente de semejante atrocidad, y luego, por si las moscas, dejar en evidencia que tal ultraje no había salido de mi boca.
Por suerte, el Presidente no oyó o se hizo el ruso, postura, por supuesto, muy conveniente para todos.
El cuento viene a colación ahora que se ha creado en España el programa “Deporte sin Insultos” (www.deportesininsultos.com), por el que varios colectivos ligados al fútbol, incluyendo, claro, el de los “silbateros” pretenden erradicar las mentadas y toda clase de adjetivos calificativos.
Yo sé que los árbitros son seres humanos, que todas sus mamás son señoras muy respetables, que ellos tienen las mejores intenciones, que son muy virtuosos, que no favorecen al equipo contrario y que están trabajando honradamente. Pero que nos priven del derecho de desquitarnos contra ellos desde el anonimato de la gradería, no tiene nombre. No, si es que hay algunos que son unos verdaderos “neoliberales”.

Tomás Nassar

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