Atomización y dispersión del poder en la Adm. Solís
Claudio Alpízar redaccion@larepublica.net | Jueves 07 enero, 2016
Hoy no cabe duda de que desde el arranque la Adm. Solís no tuvo conjunto ni plan estratégico para acción política
Sin tregua
Atomización y dispersión del poder en la Adm. Solís
En matemática, la dispersión se refiere al nivel de distanciamiento que hay entre un conjunto de valores con respecto a un valor medio. En política el fenómeno es similar. Ejemplo, cuando en el Poder Ejecutivo los ministros deciden distanciados de los valores de un plan común.
En física, la dispersión es la pérdida de una dirección privilegiada del movimiento de las partículas. En política es no tener una orientación clara grupal, lo que incentiva a los ministros o presidentes ejecutivos a definir aisladamente sus horizontes.
Por otra parte, la atomización en física es la desintegración del todo. En la política aplica igual, solo que —según quien escribe— la atomización política es una “explosión” primaria generadora posterior de la dispersión del poder.
Al comienzo de la Adm. Solís Rivera sus padecimientos, por las contradicciones y choques constantes, fueron endilgados a la falta de experiencia y pericia política con algo de razón. Pero ese fue el inicio de la atomización de acciones, que debió ser corregida por el Presidente con el ejercicio correcto del poder lineal que le otorga la Constitución Política para la dirección de su gabinete.
Hoy, con 20 meses de gobernar, es más certero hacer un diagnóstico de lo sucedido, pues se cuenta con elementos sustanciales para el análisis, no solo por tener muchos elementos evidentes y públicos, sino por la información que algunos actores facilitan en privado.
Aquellos eventos iniciales de la selección de gabinete en tres tractos, más el “despelote” en el primer Consejo de Gobierno celebrado en el Estadio Nacional, hicieron pensar en la posibilidad de una atomización de acciones que se podían corregir. Recuerdo ante micrófonos y cámaras, con congoja, ver al Presidente Solís intentando tranquilizar los desórdenes de la juramentación diciendo repetidamente: “Ahorita aprendemos, ahorita aprendemos”.
Hoy no cabe duda de que desde el arranque la Adm. Solís no tuvo conjunto ni plan estratégico para acción política. No habían ideas madre, algunas se fueron definiendo en el devenir del ejercicio de las funciones propias de cada ministerio o presidencia ejecutiva, que terminaron nutriendo de algunos objetivos al “Plan” Nacional de Desarrollo, pero sin articulación ni ejes transversales.
Esto provocó la atomización de la agenda de Gobierno, que produjo una dispersión de poderes particulares sectoriales, lo que desarticuló cualquier posibilidad de planificación e integración en el Ejecutivo.
En este escenario de atomización de agendas, la única posibilidad de corrección la tiene el Presidente de la República, con la ayuda de un buen operador político como Ministro de la Presidencia, lo cual no se ha dado. Recordemos que el poder se ejerce, de lo contrario aparecerá quien lo tome y lo haga.
El estilo del presidente Solís es de un “laissez faire, laissez passer” —dejar hacer, dejar pasar— que mucho ayuda a dispersar su poder, que no es lo mismo que delegar, generando pequeños nichos sin control que atentan contra el éxito de su gestión.
En el tiempo restante el Presidente podrá ordenar un tanto la atomización de acciones, pero no la dispersión del poder, insuficiente para lograr importantes cambios estructurales y gestar grandes acciones. Hoy algunos subalternos le simulan subordinación, lo que debilita el ejercicio del poder, pero fue él con su “laissez faire, laissez passer” quien lo promovió.
Claudio Alpízar Otoya
Politólogo
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