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Ausencia de información a las madres primerizas imposibilita reclamar cumplimiento de derechos humanos en la atención de parto humanizado

Lorena De La Garza redaccion@larepublica.net | Viernes 16 junio, 2023


MSc Lorena De La Garza Experta en Derechos Humanos


MSc Lorena De La Garza

Experta en Derechos Humanos

El acceso universal a la salud sexual y reproductiva eficaz logra que las mujeres vivan su maternidad como una experiencia natural, entusiasta y saludable, y, además, reduce drásticamente los índices de morbilidad y mortalidad materna y perinatal. Sin embargo, las acciones legislativas, institucionales y de políticas públicas impulsadas por el Estado costarricense aún se circunscriben a algunas formas de violencia que destruyen la autonomía de las mujeres en sus diferentes dimensiones.

Caso concreto, violencias en los procesos reproductivos que impactan en la autonomía física, deterioran la salud psicológica y emocional, y/o específicamente, dañan la vida sexual de las mujeres. Este tipo de violencia denominada violencia obstétrica ha sido tipificada como una modalidad de violencia de género, que hace referencia a las conductas de acción u omisión; puede ser institucional, psicológica, simbólica o sexual.

A raíz de los estudios de posgrado en Derechos Humanos y una investigación sobre violencia obstétrica, me he inspirado para promover el parto humanizado y la lucha contra este tipo de violencia. Muchas mujeres me contactan a través de mi página web, con el fin de compartir su experiencia de parto y recibir una guía de faltas a sus derechos humanos antes, durante y después del parto.

Casos reales

Recientemente me contactaron dos mujeres deseosas de brindarme su testimonio. Ambas buscaban obtener guía para hacer valer sus derechos humanos. A la primera mujer, a quien llamaremos Ana, le ocurrió un hecho que jamás olvidará, por las secuelas y terribles consecuencias que arrastra aún hoy, después de dos años de haber dado a luz en un hospital público.

Dentro de muchas violaciones a sus derechos humanos en el parto, expresa que lo que más la marcó fueron los comentarios groseros como: “¿Para que llevó el curso de parto si no le sirvió para parir? ¡Usted no aguanta que le meta las manos! ¿Para esa cosita tan pequeña le hice una episiotomía? ¡A usted le fue como de feria!”.

Luego el otro evento traumático fue cuando le realizaron la episiotomía: la enfermera obstetra le introdujo las dos manos dentro de la vagina para “sacar” a su hija. Como no le fue posible, le practicó la episiotomía con una tijera sin filo, por lo que pidió otra tijera que, al cortar, tampoco tenía filo. La tercera tijera, le hizo una cortadura tan grande y profunda, que la tuvieron que suturar dos veces; la recuperación duró cuatro meses, y tuvo que ir a verse con un médico privado. Actualmente, dos años después del evento traumático, tiene que lidiar con escenarios muy dolorosos al mantener relaciones sexuales con su pareja.

La segunda mujer, a quien llamaremos María, escribió en mi página digital pidiendo asistencia para saber cómo formular una denuncia y de qué forma puede acceder al Centro de Salud para que se le atienda, debido a las consecuencias tanto físicas como psicologías que sufrió durante su parto. Ella dice que nunca le informaron los procedimientos que se le realizaron; además, desafortunadamente también le hicieron una episiotomía que le causó mucho daño y le fue muy difícil la recuperación. Expresa que su útero no estaba preparado y sufrió un desgarro grado 4. También se le realizó una episiotomía que le rasgó las partes íntimas y tuvo una terrible hemorragia. Cuando fue a que la atendieran, le dijeron: “Usted seguro tuvo relaciones”, y yo -confesó-, ni pareja tengo.

Atención del parto: hecho biológico patologizado, institucionalizado y despersonalizado

La violencia obstétrica y de género se materializa en áreas cerradas, en espacios de atención del embarazo y en mayor medida, en el proceso de parto y posparto en los centros sanitarios públicos y privados de nuestro país. Esto convierte la atención del parto en un hecho biológico patologizado, institucionalizado y despersonalizado, donde la mujer no solo pierde la autonomía sobre su cuerpo, sino que, ante tal estado de vulnerabilidad, pierde también la posibilidad de hacer valer sus derechos como persona humana.

Aunado a esto, estas acciones son invisibilizadas, pues, queda claro que no todas las formas de violencia contra las mujeres avivan las mismas alarmas en la sociedad, ni generan respuestas de políticas públicas estrictas que exijan el cumplimiento de protocolos, con el acato que merece la maternidad.

En este escenario, como defensora de los derechos humanos de las mujeres en el campo obstétrico, hago un llamado a las autoridades de Costa Rica para que examinen estas violaciones y erradicar la violencia obstétrica en los centros de salud.

Es urgente e indispensable emprender acciones para la atención estructural y dinámica en todos los puntos en los que la violencia obstétrica se ancla: la normalización de la violencia en las instituciones, el desconocimiento, la mayor de las veces, nulo, de los Derechos Humanos que poseen las gestantes, y la necesidad de saber identificar el maltrato, la crítica, la grosería y la falta de humanidad en las salas de parto por el personal sanitario.

Luchemos por hacer realidad un trato digno en el alumbramiento, con respeto al acontecimiento que da vida, aboliendo el sufrimiento, el dolor y las terribles secuelas que se cometen con violencia bajo la bandera del procedimiento clínico que, en algunos casos, lamentablemente, con el trato inhumano, deja mutilada la intimidad de las mujeres, y su misma humanidad.







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