¿Beneficios del proteccionismo?
Ennio Rodríguez ennio.rodriguez@gmail.com | Martes 29 mayo, 2018
¿Beneficios del proteccionismo?
La economía política es una rama de la economía que se pregunta: ¿Quién se beneficia de determinadas políticas públicas? Para mí personalmente este es un barómetro insoslayable para juzgar la conveniencia o no de una determinada política. Si los beneficiarios no son las grandes mayorías, no cuenten conmigo. Aunque reconozco que pueden existir argumentos más sofisticados de velocidad del ajuste y secuencia de las reformas.
Pues bien, las políticas comerciales agrícolas del país han tenido un retorno al proteccionismo y las comerciales más generales han detenido su avance luego de décadas (a partir de 1982) de progreso ininterrumpido hacia un esquema de mayor apertura comercial. Ante un detenimiento del avance multilateral en el marco de la OMC debido, principalmente, al proteccionismo agrícola de los países ricos, nuestra apertura dependió de negociaciones comerciales en el marco de tratados comerciales. Las dos oportunidades que estamos dejando escapar, por primera vez en décadas, incluyen la Alianza del Pacífico y el Acuerdo Transpacífico.
La defensa conceptual del proteccionismo en Latinoamérica llegó a su apogeo en los años 70 con el trabajo pionero de Raúl Prébisch y la CEPAL sobre la sustitución de importaciones mediante el proteccionismo como una ruta para la industrialización (en ese entonces sinónimo de desarrollo). Vinieron luego los trabajos de la dependencia en sus versiones estructuralistas (Cardoso, Pinto y Sunkel) y marxistas (Marini, Thomas y Dos Santos). Estos análisis más radicales asociaban subdesarrollo con dependencia y recomendaban una ruptura con el orden transnacional para reconstruir economías autocentradas. Después de devorar esta literatura, recuerdo una conversación con Rodolfo Cerdas, habrá sido alrededor de 1974 justo antes de concluir mi bachillerato en Economía. Le pregunté sobre la viabilidad económica de un planteamiento de desarrollo socialista o de frente popular (o amplio como se le conoce ahora) para una economía pequeña como la nuestra sin caer en la dependencia soviética como Cuba. Me dijo, con gran honestidad intelectual, que no tenía la respuesta, pero me recomendó seguir estudiando el tema, y eso hice.
Durante mis estudios de maestría en Inglaterra, tomé el curso “Pensamiento latinoamericano sobre desarrollo”. El profesor era Osvaldo Sunkel, a la sazón mi tutor (principios de 1978). El título de mi trabajo final fue: “¿Es la dependencia siempre mala? Costa Rica un caso para desarrollo dependiente”. El profesor Sunkel y otro examinador externo no solo me dieron la nota máxima, sino que recomendaron la publicación de mi trabajo. Un par de años después el profesor Sunkel me heredó el curso. Sus intereses intelectuales habían migrado hacia los conceptos de desarrollo sostenible (décadas antes de que el tema se convirtiera en moda).
En 1982, participaba en la administración Monge y en las discusiones sobre el modelo de desarrollo, cuyos límites, fundamentados en la sustitución de exportaciones y exportaciones primarias, habían sido el trasfondo estructural de la crisis de agosto de 1981. Las discusiones versaban no sobre la conveniencia de la apertura, sino sobre su velocidad y el papel del Mercado Común Centroamericano. Algunos argumentaban el modelo chileno (liberalización de shock) y ruptura comercial con Centroamérica. Otros argumentamos la gradualidad y la permanencia en el MCCA. Triunfó la segunda tesis por decisión del presidente Monge.
Ese mismo año, coincidí en un seminario con Raúl Prébisch en Lima. Costa Rica fue el país que inició de primero la apertura externa en Latinoamérica (después de Chile de Pinochet). Recuerdo que don Raúl escuchó con detenimiento mi presentación, hizo preguntas y luego me invitó a un largo almuerzo. En sus escritos siempre vio la sustitución de importaciones industriales como una fase antes de la apertura y había alertado sobre las vulnerabilidades de la industrialización sustitutiva y la dependencia de las exportaciones primarias. ¡Disfrutamos mucho del almuerzo!
Meses después, en Santiago, tomé café con Osvaldo Sunkel y Aníbal Pinto y les relaté mi diálogo con Prébisch. Aníbal respiró hondo y dijo, “Raúl siempre lo tuvo claro, fuimos nosotros los que nos perdimos”.
El proteccionismo y la ruptura comercial no tienen asidero conceptual. Como en el caso de los aguacates o el arroz, se benefician unos pocos productores (y contrabandistas) a costa de las grandes mayorías, particularmente los más pobres, quienes terminan transfiriendo parte de sus exiguos ingresos a quienes no los necesitan. Desde luego, la apertura es necesaria, pero no suficiente, lo cual es materia para otro artículo.
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