Camarón que se duerme…
Fidel Jaramillo FIDELJ@iadb.org | Lunes 08 octubre, 2018
(*) Representante del BID en Costa Rica. Su opinión es personal y no necesariamente refleja la de la institución.
…se lo lleva la corriente.
Este es probablemente uno de los refranes más conocidos y utilizados en las más diversas situaciones de organizaciones e individuos. El mensaje es muy claro: si no estamos alerta sobre lo que está pasando a nuestro alrededor, corremos el riesgo de ser irrelevantes. Pese a ello, es sorprendente cómo empresas, instituciones, países y hasta equipos de fútbol virtualmente han sido “arrastrados por la corriente”, precisamente por “haberse quedado dormidos”. Ejemplos como los de Polaroid, Blackberry y Kodak abundan en la literatura reciente.
Existe una clara consciencia de la importancia de estar atentos a cambios y nuevas oportunidades e innovar a través de nuevos productos, procesos, mercados o formas de organización. Sin embargo, en América Latina, tanto las empresas como los gobiernos están invirtiendo muy pocos recursos y tiempo en innovación. La pregunta es ¿por qué?
Una primera explicación es la existencia de una falla de mercado, una externalidad que hace que quien arriesga por la innovación no pueda apropiarse plenamente de sus beneficios, porque una vez hecho el descubrimiento hay seguidores que lo imitan sin haber tenido que invertir. Esto desincentiva la inversión en innovación y el resultado es que la sociedad en su conjunto invierte poco en esta área. Igualmente, tampoco se facilita el acceso a financiamiento o capital de riesgo que permita a los emprendedores contar con recursos apropiados para estas actividades.
Ante esta situación, existen las bases para la creación de una política que proteja al innovador a través de patentes y derechos de autor, o que subsidie su actividad a través de programas o fondos concursables para la innovación, como los que el BID ha apoyado en Perú, Uruguay, Panamá y ahora también en Costa Rica. En el caso puntual de Costa Rica hablamos del Programa de Innovación y Capital Humano para la Competitividad (PINN) que, a través de fondos concursables no reembolsables, busca incrementar la inversión de las empresas en actividades de innovación y desarrollo tecnológico, así como aumentar la oferta de capital humano avanzado requerido para la competitividad y la innovación empresarial.
En este marco, en el BID estamos muy complacidos de poder apoyar las convocatorias que el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Telecomunicaciones (MICITT) ha lanzado esta semana haciendo para facilitar recursos no reembolsables, conocimiento y capacitación en diversas áreas como la certificación de empresas, transferencia de conocimiento a pymes, proyectos de innovación de pymes asociadas con centros de investigación, y capacitación y certificación de personas. Las convocatorias precisamente buscan fomentar la innovación empresarial y el fortalecimiento del recurso humano y estarán abiertas por los próximos dos meses.
Estas iniciativas son un paso adelante muy importante para promover la innovación en el país y en la región. Sin embargo, más allá del acceso a financiamiento, existen una serie de barreras que frenan la creatividad y el impulso.
Un obstáculo clave tiene que ver con la actitud frente al cambio. En general, instituciones e individuos enfrentan un sesgo a favor del statu quo y son adversos a tomar riesgos. Si se perciben que son exitosos en lo que hacen, es más fácil seguir haciendo las cosas como siempre, confiando en que las circunstancias tampoco cambien y les permita disfrutar su zona de confort. Este sesgo ha probado ser un enemigo poderoso en contra de la innovación.
Esta convocatoria que hace el MICITT es una invitación a empresas, emprendedores y centros académicos para retar a este sesgo y atreverse a hacer algo de manera distinta y buscar soluciones innovadoras a viejos y nuevos problemas. Soluciones como las que encontró Christian Marín Müller, un emprendedor y biólogo molecular, fundador de la startup Speratum, quien aprovechó los fondos concursables del PINN para certificar a su laboratorio bajo una norma de calidad internacional, que a su vez le permitió desarrollar nuevas terapias contra el cáncer de páncreas con la más alta rigurosidad científica.
Sin duda, Christian es un camarón que no se quedó dormido y una inspiración para tantos costarricenses que pueden sumarse para hacer de Costa Rica un país más innovador, próspero y equitativo.