Cantera
Macarena Barahona lmacarena62@hotmail.com | Jueves 23 agosto, 2007
Macarena Barahona
En el caleidoscopio de los dramas humanos que amalgaman la sociedad colombiana, unida por imperceptibles manos, se sufre la violencia más legendaria de América Latina.
Las personas que sufren el secuestro a manos de la histórica guerrilla, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) son el frágil corazón de una paz que parece posible e imposible, según las fuerzas políticas tejen sus principados y razones para ganar posiciones a costa del dolor y sufrimiento de sus conciudadanos.
Una paz que llegará inclemente algún día, pero mientras las personas secuestradas mantengan su terrible vigilia, otras están construyendo reales posibilidades para que suceda.
Como una enfermedad que desconocemos, parece que mejora y parece que empeora. La necesidad de un gran pacto social, donde el convencimiento sea lograr armisticios y seguridades de vidas y no ganar empeñados territorios geográficos, políticos o militares.
Un nuevo participante, en calidad de alto interlocutor parece tener una voz nueva y un convencimiento a estrenar.
El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha aceptado mediar entre el gobierno de Uribe y las FARC para hacer posible la liberación de secuestrados.
Su valioso liderazgo marcado por un recio carácter y un discurso de hipérboles socialistas y nacionalistas, cohesiona muy bien, con la urgente necesidad humana de que otras voces se unan a la hermana Republica de Colombia y puedan sensibilizar las partes inamovibles, a caminar hacia delante, sin el azogue de tantas personas sufrientes de esta ignominiosa condición de verse privadas impunemente de todo.
Su condición de secuestrados del siglo XXI más allá de prisioneros o esclavos, convertidos en botín de intercambio de cosas, mercancías de guerra, hace imposible soñar si acaso, un posible concierto de ideas hacia un fin de esta polémica guerra civil.
Confío en que el indiscutible acervo político de Hugo Chávez sea esta vez el necesario espacio intermediario para que guerrilla y gobierno puedan pactar la liberación de tantas personas.
Asimismo, se enrumbe la civil Colombia a una mejor época.
Lo que el nuevo gobierno de Francia en sus esfuerzos no ha podido, tal vez un hermano país, logre adentrarse en el caleidoscopio de los duros corazones de Uribe y la guerrilla.
En el caleidoscopio de los dramas humanos que amalgaman la sociedad colombiana, unida por imperceptibles manos, se sufre la violencia más legendaria de América Latina.
Las personas que sufren el secuestro a manos de la histórica guerrilla, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) son el frágil corazón de una paz que parece posible e imposible, según las fuerzas políticas tejen sus principados y razones para ganar posiciones a costa del dolor y sufrimiento de sus conciudadanos.
Una paz que llegará inclemente algún día, pero mientras las personas secuestradas mantengan su terrible vigilia, otras están construyendo reales posibilidades para que suceda.
Como una enfermedad que desconocemos, parece que mejora y parece que empeora. La necesidad de un gran pacto social, donde el convencimiento sea lograr armisticios y seguridades de vidas y no ganar empeñados territorios geográficos, políticos o militares.
Un nuevo participante, en calidad de alto interlocutor parece tener una voz nueva y un convencimiento a estrenar.
El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha aceptado mediar entre el gobierno de Uribe y las FARC para hacer posible la liberación de secuestrados.
Su valioso liderazgo marcado por un recio carácter y un discurso de hipérboles socialistas y nacionalistas, cohesiona muy bien, con la urgente necesidad humana de que otras voces se unan a la hermana Republica de Colombia y puedan sensibilizar las partes inamovibles, a caminar hacia delante, sin el azogue de tantas personas sufrientes de esta ignominiosa condición de verse privadas impunemente de todo.
Su condición de secuestrados del siglo XXI más allá de prisioneros o esclavos, convertidos en botín de intercambio de cosas, mercancías de guerra, hace imposible soñar si acaso, un posible concierto de ideas hacia un fin de esta polémica guerra civil.
Confío en que el indiscutible acervo político de Hugo Chávez sea esta vez el necesario espacio intermediario para que guerrilla y gobierno puedan pactar la liberación de tantas personas.
Asimismo, se enrumbe la civil Colombia a una mejor época.
Lo que el nuevo gobierno de Francia en sus esfuerzos no ha podido, tal vez un hermano país, logre adentrarse en el caleidoscopio de los duros corazones de Uribe y la guerrilla.