Cantera
Macarena Barahona lmacarena62@hotmail.com | Jueves 15 noviembre, 2007
Segunda información resaltada en los medios de comunicación en estos días, al lado de las mujeres de los países nórdicos las cubanas sobresalen en mejores condiciones de igualdad con respecto a los hombres.
Siendo las mujeres nórdicas las pioneras en las conquistas de sus derechos ciudadanos a finales del siglo XIX, sus logros en conquistas de igualdades económicas, sociales y de prestigio y poder, han continuado para encontrarse en esta vanguardia de bienestares sociales que aun para nosotras, las mujeres costarricenses, son sueños y metas de la búsqueda de igualdad en la entrañable utopía de nuestras fundadoras feministas.
Pero no deja de causarme fuertes abatidas de envidia, con respecto a las cubanas, que lograron estar en el primer lugar de los países de América.
Esos sueños de las mujeres trabajadoras de las décadas de los años 20, como las maestras emprendedoras que integraron en esos años, la Asociación de Maestros Unidos (antecedente de ANDE) para luchar precisamente por igualdades salariales, derechos de trabajo y maternidad, casas cuna en los centros de trabajo, derecho a la salud y luego líderes impulsadoras de lo que llegó a ser el Código de Trabajo y las Garantías Sociales.
Maestras que no pensaron que setenta y más años después, nuestras igualdades como mujeres trabajadoras aún siguen el curso de la injusticia.
Los derechos de maternidad y seguridad social aún hoy son tema de discusión y las guarderías siguen siendo decisiones de exclusivos centros de trabajo, no una política social.
La igualdad de salario a igual trabajo sigue siendo ejemplos individuales y no realidad colectiva. Y en los puestos políticos hemos retrocedido a la elección según el vínculo personal con los candidatos presidenciales. La misoginia cultural conjuntamente con el favor y la pleitesía hacia la clase dominante, es la costumbre más tradicional de nuestro sistema social.
Las mujeres cubanas tienen resuelto desde que nacen sus seguridades básicas, educación, salud, trabajo, acceso a la profesionalización sin que la maternidad las excluya, pues las políticas de Estado brindan la asistencia y la obligación de guarderías, alimentación, deportes, recreación, a sus hijos.
Este honroso lugar de las cubanas, tan activas y fuertes en sus decisiones, tal vez carentes de mercaderías en los centros de comercio, ajenas a la manipulación sexual de nuestra propaganda globalizada, al atropello violento del cada día de nuestra cultura mediática, debe darnos qué pensar como sociedad partícipe de nuestro abandono con respecto a nuestros derechos de igualdad.
El tercer mundo conformado por las más profundas desigualdades étnicas, económicas, políticas se refleja violentamente en las desigualdades sexuales y nosotras las mujeres costarricenses en el corazón de cada una, lo sabemos.
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