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Caos vial

Federico Malavassi | Jueves 11 agosto, 2016


Este daño social, a partir de un caos vial provocado de mala fe, no suma simpatías a ningún movimiento

Caos vial

Los grupos, las organizaciones y las personas tienen todo el derecho a manifestarse. La libertad de expresión es un derecho fundamental. El derecho a manifestarse tiene un área gris, devenida del hecho de la eliminación de las gobernaciones y con ello un tema de permisos que quedó por allí.
Sin embargo, manifestarse es una cosa muy distinta a bloquear el paso de los demás, estorbar en la vía pública y, también de aplicar el “tortuguismo” para perjudicar al prójimo.
Costa Rica sufre una crisis vial complicada y difícil de resolver. Pasa por una incapacidad del sector público para resolver y ejecutar. Hay dinero de sobra (pues todos pagamos a montones por los derechos de circulación, impuestos sobre combustibles, inscripciones e importación de vehículos) pero un retraso y desvío estatal de muy vieja data (que pasa incluso por un incumplimiento de compromisos y fines de la actividad). En un congreso de la UCCAEP se hizo público ofrecimiento al jerarca del Poder Ejecutivo de ayuda especializada para resolver el irritante problema de las presas y trancas de tránsito. No aprecié que se tomara la mano que se ofrecía…
Me molesta muchísimo que se hagan bloqueos, estorbos, trampas y tortuguismo en la vía pública. No se vale perjudicar a los demás, no se vale hacer daño a los demás, no se vale jugar con el tiempo ajeno, no se vale violentar los derechos de otros. Este tipo de conductas no se puede calificar como “pacífico” ni como parte de la idiosincrasia costarricense. En realidad es una violación gravísima al sistema jurídico y un irrespeto al orden constitucional.
Esta manera de actuar se presta al gamberrismo, al vandalismo y al abuso. Se hace daño al ciudadano común y se afectan profundamente los derechos de los demás. Muchas personas han tenido que hacer verdaderas proezas para cumplir con sus trabajos y llegar a tiempo. Muchos otros han tenido que hacer recorridos larguísimos y absurdos para llegar a tiempo. Muchos han tenido que sufrir insultos y agresiones por no estar de acuerdo con estas conductas. Todos perdemos dinero, tiempo y oportunidades con este tipo de agresiones.
No se trata de manifestaciones, se trata de bloqueos a la libre circulación y de acciones calculadas para hacer daño, mortificar, causar pérdidas económicas y afectar los derechos de las demás personas. La persona decente sufre cuando no puede cumplir sus compromisos, se asusta cuando no puede llegar a tiempo al trabajo, se complica cuando no tiene tiempo para cumplir sus obligaciones. Entre las víctimas hay padres que llevan a sus hijos a recibir la educación, los mismos escolares y estudiantes, los enfermos que van a sus citas, los profesiones que atienden sus obligaciones, miles y miles de asalariados que sí pretenden cumplir su obligaciones, viajeros, personas con sus diversos menesteres. La pérdida de tiempo y dinero es notable y puede ser incluso irrecuperable.
Este daño social, a partir de un caos vial provocado de mala fe, no suma simpatías a ningún movimiento y evidencia incapacidad de utilizar vías democráticas y racionales como forma de protesta o convencimiento.

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