Carbono neutralidad sigue estando lejos
Ernesto Villalobos evillalobos@larepublica.net | Martes 26 octubre, 2010
Ante Naciones Unidas, la Presidenta confirmó la meta de ser uno de los primeros países carbono neutral, sin embargo…
Carbono neutralidad sigue estando lejos
Impulso de tema verde podría potenciar al país en el exterior
En su discurso ante las Naciones Unidas hace un mes, la presidenta Laura Chinchilla reafirmó el compromiso nacional de llegar a la neutralidad de las emisiones de carbono, que había dado a conocer el país tres años atrás.
La meta es convertirse en uno de los primeros países en lograr el balance entre sus emisiones y la fijación de carbono, a más tardar en 2021.
Llegar a esta meta brindaría importantes beneficios, incluso en el campo económico, al mejorar la “marca país”.
El impulso para el ecoturismo sería significativo, dado que un creciente número de viajeros cada año busca los destinos ambientalmente amigables.
Otras ventajas incluirían nuevas oportunidades para las exportaciones nacionales, así como más inversión directa.
Sin embargo, el tiempo ha transcurrido y los pasos hacia esa meta son mínimos.
Como parte del plan, cada institución estatal podría haber hecho la diferencia en la cantidad de carbono que emite, si tan solo hubiera cumplido lo que especifica un decreto en el que se ordena diseñar y poner en efecto un Plan de Gestión Ambiental Institucional.
No obstante, las gestiones desde esta fecha de 2007 han sido menos de las tomadas en administraciones anteriores.
“Llama particularmente la atención que solo uno de los entes en que deberían tener funcionando esos planes, esté cumpliendo la ley. Las medidas para reducir el consumo energético, moderar la cantidad de agua que se usa y disponer debidamente de los desechos entre otras sencillamente no existen o son mínimas, en las instituciones del Estado”, señaló Freddy Pacheco, experto en políticas ambientales, de la Universidad Nacional.
Junto a países como Noruega y Japón, Costa Rica fue de los pioneros en accionar los sistemas de neutralización de emisiones (captura de dióxido de carbono), financiados por naciones desarrolladas, pero esto se remonta a medidas tomadas hace casi dos décadas.
Contrario a ello, hoy el desorden vial, las carencias en infraestructura y las incoherencias en la generación eléctrica, son un lastre para las intenciones locales, así como para la imagen del país.
“En temas tan sensibles como el de transporte, se llevan décadas hablando de ordenar el sistema de buses públicos, pero si hay dos o tres, son muchas. De igual manera, hay gente en el gobierno que sabe cuán urgente es renovar la flotilla vehicular, pero no se hace nada por facilitar esto. Si las cosas fueran distintas en ese ámbito, el país sería mucho más atractivo hacia fuera”, argumentó Sergio Bermúdez, especialista en sistemas ambientales.
La migración de buses y camiones de diésel a gas licuado o eléctricos y la habilitación de un tren eléctrico para carga, hacia las costas y de pasajeros en el centro del país, deberían haber sido prioridades para las últimas cuatro administraciones.
Pero los cambios a lo interno no serían nada, si no se articulan con las acciones a nivel global.
De cara a la próxima cumbre climática, que se celebrará en noviembre en Cancún, Costa Rica generó un modelo que permite señalar cuál debe ser la inversión estatal en proporción al tamaño de su sector productivo para detener la generación de gases de efecto invernadero.
A nivel local, deberá destinarse cerca de un 1% del Producto Interno Bruto, es decir unos $300 millones al año, a variar las condiciones de producción, transporte y uso energético.
“Con recursos propios no se puede pensar en hacer mucho. Con eso claro, es que se debe llamar la atención que el país sencillamente renunció a los recursos que pueden gestionarse en otras naciones, para borrar sus huellas de carbono. Recientemente Brasil firmó un contrato por $1.000 millones, para preservar la Amazonía y así nivelar la huella que produce Noruega”, explicó René Castro, ministro de Relaciones Exteriores y experto en cambio climático.
Un país ordenado y limpio es un destino al que los más ordenados y limpios quieren llegar; un sitio así, sería un polo de inversión muy importante, para capitales sanos y frescos, dijo.
Ernesto Villalobos
evillalobos@larepublica.net
Carbono neutralidad sigue estando lejos
Impulso de tema verde podría potenciar al país en el exterior
En su discurso ante las Naciones Unidas hace un mes, la presidenta Laura Chinchilla reafirmó el compromiso nacional de llegar a la neutralidad de las emisiones de carbono, que había dado a conocer el país tres años atrás.
La meta es convertirse en uno de los primeros países en lograr el balance entre sus emisiones y la fijación de carbono, a más tardar en 2021.
Llegar a esta meta brindaría importantes beneficios, incluso en el campo económico, al mejorar la “marca país”.
El impulso para el ecoturismo sería significativo, dado que un creciente número de viajeros cada año busca los destinos ambientalmente amigables.
Otras ventajas incluirían nuevas oportunidades para las exportaciones nacionales, así como más inversión directa.
Sin embargo, el tiempo ha transcurrido y los pasos hacia esa meta son mínimos.
Como parte del plan, cada institución estatal podría haber hecho la diferencia en la cantidad de carbono que emite, si tan solo hubiera cumplido lo que especifica un decreto en el que se ordena diseñar y poner en efecto un Plan de Gestión Ambiental Institucional.
No obstante, las gestiones desde esta fecha de 2007 han sido menos de las tomadas en administraciones anteriores.
“Llama particularmente la atención que solo uno de los entes en que deberían tener funcionando esos planes, esté cumpliendo la ley. Las medidas para reducir el consumo energético, moderar la cantidad de agua que se usa y disponer debidamente de los desechos entre otras sencillamente no existen o son mínimas, en las instituciones del Estado”, señaló Freddy Pacheco, experto en políticas ambientales, de la Universidad Nacional.
Junto a países como Noruega y Japón, Costa Rica fue de los pioneros en accionar los sistemas de neutralización de emisiones (captura de dióxido de carbono), financiados por naciones desarrolladas, pero esto se remonta a medidas tomadas hace casi dos décadas.
Contrario a ello, hoy el desorden vial, las carencias en infraestructura y las incoherencias en la generación eléctrica, son un lastre para las intenciones locales, así como para la imagen del país.
“En temas tan sensibles como el de transporte, se llevan décadas hablando de ordenar el sistema de buses públicos, pero si hay dos o tres, son muchas. De igual manera, hay gente en el gobierno que sabe cuán urgente es renovar la flotilla vehicular, pero no se hace nada por facilitar esto. Si las cosas fueran distintas en ese ámbito, el país sería mucho más atractivo hacia fuera”, argumentó Sergio Bermúdez, especialista en sistemas ambientales.
La migración de buses y camiones de diésel a gas licuado o eléctricos y la habilitación de un tren eléctrico para carga, hacia las costas y de pasajeros en el centro del país, deberían haber sido prioridades para las últimas cuatro administraciones.
Pero los cambios a lo interno no serían nada, si no se articulan con las acciones a nivel global.
De cara a la próxima cumbre climática, que se celebrará en noviembre en Cancún, Costa Rica generó un modelo que permite señalar cuál debe ser la inversión estatal en proporción al tamaño de su sector productivo para detener la generación de gases de efecto invernadero.
A nivel local, deberá destinarse cerca de un 1% del Producto Interno Bruto, es decir unos $300 millones al año, a variar las condiciones de producción, transporte y uso energético.
“Con recursos propios no se puede pensar en hacer mucho. Con eso claro, es que se debe llamar la atención que el país sencillamente renunció a los recursos que pueden gestionarse en otras naciones, para borrar sus huellas de carbono. Recientemente Brasil firmó un contrato por $1.000 millones, para preservar la Amazonía y así nivelar la huella que produce Noruega”, explicó René Castro, ministro de Relaciones Exteriores y experto en cambio climático.
Un país ordenado y limpio es un destino al que los más ordenados y limpios quieren llegar; un sitio así, sería un polo de inversión muy importante, para capitales sanos y frescos, dijo.
Ernesto Villalobos
evillalobos@larepublica.net