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Carisma y populismo en Costa Rica

Claudio Alpízar redaccion@larepublica.net | Jueves 07 abril, 2016


 El populismo negativo inunda nuestros partidos políticos, con una gran cantidad de representantes que persiguen el poder por sus necesidades de subsistencia y no abrigados por el interés de promover cambios determinantes para el verdadero objetivo del buen gobernante: el bien común

Carisma y populismo en Costa Rica

No es fácil salir del lodazal político en que nos encontramos, dichosamente tenemos un buen “back-up” de decisiones pasadas sobre políticas públicas acertadas, que nos permiten continuar “sosteniendo la burra” con alguito de justicia social, la pregunta es: ¿Hasta cuándo? Nadie tiene la respuesta exacta.
A los que estamos al tanto del acontecer político la preocupación y la zozobra por contestar esa pregunta nos carcomen. El ciudadano “de a pie” –—en el buen sentido— está distante de la macroeconomía y la política nacional, más preocupado por sus finanzas y las decisiones que debe tomar en el seno de su familia o de su trabajo. Sin saber a ciencia cierta en donde reside la interconexión entre su quehacer y el del gobierno de turno espera impaciente un político mesiánico.
Empero, el tiempo apremia para tomar decisiones claves que nos encarrilen de nuevo por el rumbo correcto, lo cual obliga a la búsqueda de un grupo selecto de políticos —de todos los partidos— que con carisma, determinación y conocimiento de los problemas tomen la dirección de un buque que navega a la deriva, divagando en rutas diversas cada cuatro años entre ineptitud y falta de proyecto.
Hay dos tipos de populismos, uno positivo y otro negativo. El positivo se caracteriza por líderes que se interrelacionan con los ciudadanos, así conocen lo que viven, sufren y sueñan; las coincidencias y las diferencias entre ellos. Mediante ese proceso de comunicación política logran identificar apoyos para una ruta de interés nacional, se acercan con ese populismo bien comprendido a las necesidades ciudadanas.
El otro populismo, el negativo, es aquel que ve encuestas de opinión para tomar posiciones, carentes de una visión propia, el que se monta sobre los titulares de los medios de comunicación. Es el que le dice al ciudadano lo que este quiere oír. Este populismo es el promotor de alegres e irresponsables ofrecimientos electorales que son cantos de sirena para los ciudadanos, difíciles de cumplir, trampas de oído para ganar una elección.
Del populismo positivo están ayunos la mayoría de nuestros últimos gobiernos, es evidente que muchas de sus decisiones se alejaron de los reclamos y necesidades más comunes del ciudadano; con faltantes de soluciones realistas y comprometedoras. En cambio, el populismo negativo inunda nuestros partidos políticos, con una gran cantidad de representantes que persiguen el poder por sus necesidades de subsistencia y no abrigados por el interés de promover cambios determinantes para el verdadero objetivo del buen gobernante: el bien común.
Tenemos políticos carentes de carisma y cargados del populismo negativo y engañoso, lo cual podría hasta ser suerte, aunque acentúen la desilusión con la política. El carisma es innato, no se aprende ni se improvisa, quien no lo tiene intenta sustituirlo con populismo negativo, mecanismo propio e irresponsable para acercarse a la gente y fingir sensibilidad con propuestas complacientes e irresponsables.
Ahora bien, mi temor es que la “puerta” en Costa Rica está entreabierta para que alguien con un carisma fuerte e innato se arrope de populismo negativo y enamore a un electorado desesperanzado que pueda ver en él al “mesías”. Esta sería la peor receta y escenario que se podría perpetrar contra nuestra nación y su democracia.

Claudio Alpízar Otoya
Politólogo

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