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Chingo de debate

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 29 enero, 2010



Chingo de debate


Acostumbrados solo a responder preguntas, a los políticos nacionales les falta capacidad para intercambiar ideas.
Esta sensación me queda luego de ver los debates televisivos.
La dinámica de insultos, trapos sucios y gritos solamente demuestra que los argumentos se acaban rápidamente a la hora de discutir temas de gran relevancia para el país.
Debatir implica esgrimir puntos de vista que a pesar de ser opuestos deben exponerse con el fin de ampliar la visión sobre los problemas y así extraer las mejores soluciones.
Si nos damos cuenta, la palabra debate únicamente se desempolva en Costa Rica cada cuatro años de cara a una elección presidencial.
Para algunos tan solo la insinuación de este ejercicio es considerada como un agravio.
¿Es pecado alegar razones para intentar descubrir mejores salidas?
Esto simplemente demuestra la inmadurez de nuestro sistema democrático.
La Asamblea Legislativa es otro claro ejemplo de esto.
El filibusterismo, el ausentismo, la aprobación de proyectos sin haber sido ni siquiera leídos, son prácticas legislativas para evitar una sana confrontación.
La política nacional se encamina hacia un absolutismo ideológico, incapaz de conversar.
De esta forma es difícil que se pueda llegar a consensos y acuerdos elementales para los proyectos-país que se requieren.
De todo lo que se ha hablado en los debates de cara al 7 de febrero, ¿qué propuestas concretas quedaron para flagelos como la inseguridad, la pobreza y la falta de oportunidades?
Una contienda electoral no debería tratarse de un circo que nos visita cada cuatro años.
Para el perfeccionamiento de una democracia es esencial el intercambio plural y dinámico de ideas, con fin de buscar el bien común.
Las ansias de poder, los intereses mezquinos y los compromisos ocultos que arrastran los partidos hoy en día, están matando poco a poco nuestra capacidad para dialogar.
Un proceso electoral es el momento más apropiado para analizar la calidad de nuestra democracia.
Al menos en esta contienda ha quedado claro que en Costa Rica no somos aún capaces para debatir.

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