Cómo hacer un delincuente
Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 11 abril, 2008
Luis Alberto Muñoz
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La crisis de inseguridad que vive el país, además de someter a prueba la paciencia del pueblo ante la parsimonia de las “autoridades”, representa el desafío más grande para la sociedad costarricense.
Más allá del maquillaje político, podemos darnos cuenta de que las supuestas “soluciones” a la criminalidad son parte de una retórica legislativa y demagogia electoral, que han desviado la atención del meollo del asunto.
Cada vez que se habla de inseguridad en Costa Rica saltan un revoltijo de conceptos enmarañados que no llevan a ningún lado, parte del nuevo lenguaje de profesionales llenos de tecnicismos abstractos.
Empecemos por algunas de estas salidas cajoneras.
El problema de la inseguridad es la pobreza. Ya ni siquiera se sabe desde cuándo se empezó a considerar que ser pobre es ser indigno. Analicemos el pasado, los años 40, 50, 60, cuando el país era más pobre tenía los índices de criminalidad más bajos. Se puede llevar una pobreza con dignidad como la de nuestros abuelos.
El problema de la inseguridad es la educación. De igual modo, contrario a lo que se piensa, el aumento de la delincuencia ha surgido en momentos de mayor cobertura y nivel de escolaridad.
El problema de la inseguridad son las leyes. Conforme se han ido endureciendo las penas y se han ido aprobando más leyes, las tasas de asaltos y asesinatos han crecido como la espuma. De qué vale un régimen represivo si no hay suficientes cárceles.
No, en realidad el problema de la inseguridad es la destrucción de la familia. La desintegración sistemática de lo que antes constituía la célula de la sociedad es el principal factor de la proliferación de la criminalidad.
Estudios realizados en el Reino Unido han demostrado que no menos del 70% de los criminales jóvenes provienen de familias con un solo progenitor.
Hace más de cuatro décadas el número de divorcios en el país era de siete. Solo el año pasado se registraron 10.926, una cifra récord creciente. ¿Será casualidad?
La importancia de dos progenitores para criar a los hijos ha demostrado en recientes investigaciones, no solo resolver problemas cognitivos, sino también ser un factor decisivo en el descenso de la delincuencia y hasta en las desventajas económicas de las familias con bajos ingresos.
Existen diversos factores de presión sobre el seno familiar pero resulta increíble que algunos provengan propiamente de las políticas institucionales.
¿Es el Estado hoy en día un protector o un destructor de las familias? Considero que esta pregunta es urgente de responder.
Algunos países europeos ya se han empezado a dar cuenta de este error, por lo que han restringido a empresas a operar los domingos, para promover la vida familiar.
Lo que existe es un gran vacío, una gran ausencia de valores. La solución para la inseguridad está dentro de nosotros mismos.
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