Cómo detener a Ortega
Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 26 noviembre, 2010
En nuestra convicción como país abocado a la paz y al civismo, hemos acudido a tocar casi todas las puertas internacionales pertinentes para intentar resolver por vías diplomáticas la invasión militar nicaragüense en la frontera noreste.
En buena hora hemos logrado acumular una importante resolución de la Organización de los Estados Americanos a nuestro favor, que sin dudas da un mayor peso a las denuncias ya interpuestas en la Corte Internacional de Justicia.
Sin embargo, el presidente nicaragüense, Daniel Ortega, sigue campante y se sale con las suyas; mientras el diálogo y los intercambios diplomáticos continúan, se perpetra un irrecuperable daño ambiental, cobijado por una ominosa invasión a nuestra soberanía, no solo territorial.
Los golpes y la intromisión de Ortega a nuestra tranquilidad son cometidos con calculados y articulados movimientos internos y externos, cuyo acompañamiento no es aislado, financiado por fuerzas ideológicas que procuran la desestabilización de una región ya con bastantes tribulaciones.
En este sentido, es desconcertante que matutinos, por desconocimiento o falta de sensatez, se presten al calor del alba, y así sembrar confusión o dudas respecto a las acciones urgentes que debe asumir Costa Rica para detener las cortinas de humo de un comandante sandinista desesperado por enquistarse en el poder.
El mayor desvelo en este momento es cómo detener a Ortega.
Es en medio de estas circunstancias geopolíticas, en las que no solo se está defendiendo una frontera, donde no debe haber titubeos para acudir al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, siendo esta la última y máxima instancia dentro del derecho internacional para manifestar nuestra más profunda indignación por las acciones temerarias contra la paz y la estabilidad entre los pueblos.
Existe la posibilidad que nuestra interpelación no vaya a detener a Ortega, quien de manera calculadora puede estar confiando en su relación con Rusia, miembro permanente y con capacidad de veto para cualquier resolución del Consejo.
No obstante, esta incertidumbre no debe reprimir nuestro intento de levantar la voz ante la comunidad internacional sobre la agresión armada perpetrada contra un país pacífico, sin ejército y bajo una tremenda amenaza de intereses más allá de nuestras fronteras.
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