Confianza, Riesgo e Incertidumbre
Confianza, Riesgo e Incertidumbre
Rodrigo Matarrita Venegas
Director Ejecutivo de FUNDEVAL
Mucho se ha avanzado en términos teóricos desde la tradicional definición que diera Frank Knigth sobre el riesgo y la incertidumbre a principios del siglo pasado. Knigth definía la incertidumbre como una situación en la cual se desconocía el posible resultado de una decisión, de los posibles eventos y de las probabilidades de tales eventos.
El riesgo venía a ser para Knigth, una situación superior a la incertidumbre, pues aunque no se conoce qué es lo que va a suceder con exactitud, se conocen los posibles resultados y las probabilidades de ocurrencia asociadas, de manera que es posible obtener un “resultado esperado”.
Así, buena parte de la labor del agente económico en cuanto a la toma de decisiones tiene que ver con el proceso de transformar una situación de incertidumbre en una de riesgo, es decir, pasar de ausencia total de certeza a una en la cual pueda calcular el riesgo que conlleva su decisión, visto este como la probabilidad de equivocarse.
En los mercados financieros, la existencia de un horizonte temporal hace casi obligada la aparición de la incertidumbre y así, en el proceso de transformación de incertidumbre en riesgo, la confianza adquiere la nominación como el mejor paliativo de la certeza y se convierte en el ayo que permite dicha transformación.
La confianza puede ser vista en el mercado financiero como un activo para cuya “producción” se invierte en términos de la reputación que poseen los agentes. Así, los gastos en reputación, la cual no debe entenderse como publicidad, tienen por propósito crear dicho insumo para la toma de decisiones, denominado confianza.
Así, las decisiones de los agentes no se toman en virtud de la certeza sobre el cumplimiento de los contratos, sino de la confianza que se estima tiene tal cumplimiento; el riesgo aparece entonces como una variable mensurable que el agente puede calibrar y contrastar con la rentabilidad ofrecida.
La confianza se convierte entonces en la piedra capital del arco que permite a los agentes transitar de ambientes de incertidumbre a situaciones en las que pueden calibrar apropiadamente los riesgos y las rentabilidades que sus decisiones deriven; de forma tal que todo aquello que atente contra la confianza del sistema, más bien aleja al mercado de la certeza, incrementa el riesgo y podría llevar a una total incertidumbre, lo que incidiría directamente, en forma perversa, sobre la dimensión y eficiencia del mercado.
Rodrigo Matarrita Venegas
Director Ejecutivo de FUNDEVAL
Mucho se ha avanzado en términos teóricos desde la tradicional definición que diera Frank Knigth sobre el riesgo y la incertidumbre a principios del siglo pasado. Knigth definía la incertidumbre como una situación en la cual se desconocía el posible resultado de una decisión, de los posibles eventos y de las probabilidades de tales eventos.
El riesgo venía a ser para Knigth, una situación superior a la incertidumbre, pues aunque no se conoce qué es lo que va a suceder con exactitud, se conocen los posibles resultados y las probabilidades de ocurrencia asociadas, de manera que es posible obtener un “resultado esperado”.
Así, buena parte de la labor del agente económico en cuanto a la toma de decisiones tiene que ver con el proceso de transformar una situación de incertidumbre en una de riesgo, es decir, pasar de ausencia total de certeza a una en la cual pueda calcular el riesgo que conlleva su decisión, visto este como la probabilidad de equivocarse.
En los mercados financieros, la existencia de un horizonte temporal hace casi obligada la aparición de la incertidumbre y así, en el proceso de transformación de incertidumbre en riesgo, la confianza adquiere la nominación como el mejor paliativo de la certeza y se convierte en el ayo que permite dicha transformación.
La confianza puede ser vista en el mercado financiero como un activo para cuya “producción” se invierte en términos de la reputación que poseen los agentes. Así, los gastos en reputación, la cual no debe entenderse como publicidad, tienen por propósito crear dicho insumo para la toma de decisiones, denominado confianza.
Así, las decisiones de los agentes no se toman en virtud de la certeza sobre el cumplimiento de los contratos, sino de la confianza que se estima tiene tal cumplimiento; el riesgo aparece entonces como una variable mensurable que el agente puede calibrar y contrastar con la rentabilidad ofrecida.
La confianza se convierte entonces en la piedra capital del arco que permite a los agentes transitar de ambientes de incertidumbre a situaciones en las que pueden calibrar apropiadamente los riesgos y las rentabilidades que sus decisiones deriven; de forma tal que todo aquello que atente contra la confianza del sistema, más bien aleja al mercado de la certeza, incrementa el riesgo y podría llevar a una total incertidumbre, lo que incidiría directamente, en forma perversa, sobre la dimensión y eficiencia del mercado.