Construyendo la democracia: período electoral
Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 18 septiembre, 2020
Sinceramente
La democracia es mucho más que el período electoral, pero ese período es trascendental para el funcionamiento de la democracia. Democracia es un sistema en el cual el estado está al servicio del individuo nunca el individuo al servicio del estado. Democracia es un sistema en el que la libertad está garantizada por el estado y resguardada de este mismo. Democracia es un sistema para el gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo como lo definiera magistralmente un prócer extranjero.
Democracia es mucho más que un proceso decisorio por vía electoral. Elecciones han sido sostenidas por regímenes totalitarios sangrientos en los que el individuo está groseramente en función del estado y de un partido único. Sin perjuicio de ello, las elecciones son trascendentales para la designación de los titulares de los poderes públicos del poder ejecutivo y del poder legislativo.
¿Cómo designar cuál debe de ser el presidente y los vicepresidentes sino a través de una elección en la que la mayoría decida? ¿Cómo establecer cuáles deben de ser los diputados que serán depositarios de la soberanía sino a través de elecciones y mayorías decisorias? Las elecciones son trascendentales para el futuro de todo país democrático.
Muchos ciudadanos en medios y redes se quejan de que los personeros públicos de elección popular son corruptos y que son siempre los mismos. ¿Y por qué votan entonces por ellos? Muchos ciudadanos electores critican el funcionamiento de los partidos políticos en los procesos electorales del país. ¿Por qué no participan y tan solo critican? Muchos no están dispuestos a hacer el esfuerzo personal para ser electos, sin embargo, critican todo el proceso de selección y de elección de candidatos y eventualmente de representantes. Nada puede lograrse sin compromiso, sin participación y esfuerzo. Si elige el país y sus electores lo que resulta ser basura, es por que votaron por basura. Las elecciones siempre son responsabilidad de los electores y sus consecuencias son responsabilidad de sus decisiones.
Los procesos partidarios de selección de candidatos deben de ser revisados y depurados. Las asambleas nacionales y las convenciones deben de ser revisadas y mejoradas. Las argollas y grupos de poder siempre existirán ya que trascienden a la ley y se internan en el campo de la participación, del esfuerzo, del conocimiento del proceso y de los resortes motivadores para la participación popular. Las argollas mueven el mundo. Las argollas son los grupos que ejercen poder y deben de ser combatidos argolla con argolla. La participación individual es de naturaleza insustituible. Por ley es posible poner plazos para renovar estructuras, pero las gentes interesadas, participativas e influyentes existirán siempre en un mecanismo electoral y eso no es malo.
Los costarricenses deben de comprender que la participación en los procesos democráticos electorales es el antídoto a los grupos de poder o argollas y a los gamonales. Estos solo serán neutralizados dentro de cada agrupación mediante la amplia participación electoral que aquellos no puedan controlar o encauzar.
En nuestro país las últimas elecciones han sido decididas por asuntos que eran emotivos, aunque no fueran trascendentales para la marcha y la calidad de vida de los ciudadanos. Asuntos de derechos humanos de las minorías, que son de excepcional importancia, pero no eran trascendentales para Costa Rica, su economía o su bienestar general llevaron a elegir un gobierno que precipitó al país en la ocurrencia, la improvisación, el déficit fiscal mayor de América Latina en su momento y que ha colocado a Costa Rica virtualmente de rodillas con un hueco fiscal de novecientos mil millones. Luego siguió el tema de la vida, del aborto y algunos asuntos de importancia más y la gente votó a favor de la Virgen María y no por la racional solución a los problemas del país. Se antepusieron emociones a razones y sentimientos a conceptos.
Los ciudadanos deben dejar de ser impresionables y fáciles de conducir con temas que polarizan al electorado y que en un desborde de emociones y sentimientos obnubilan toda razón y ocultan problemas y soluciones.
Los países y sus electores en una democracia madura eligen en una mezcla de sentimientos, imágenes y ciertamente de razonamientos. La razón y la emoción son parte del ser humano, pero elegir debe de ser un acto en el que los electores empaten problemas y soluciones con quienes tienen las destrezas y cualidades para enfrentarlos y resolverlos.
Un simpático, un corrongo, un fotogénico, un chistoso, un músico o un pico de oro no necesariamente tiene las cualidades para resolver los problemas del país. Hay que elegir a quienes tengan las cualidades y destrezas para reconocer, diagnosticar y resolver los problemas de Costa Rica.
“Así es el sapo, así es la pedrada” se dice en el campo. Así son los problemas así deben de ser los candidatos, sus destrezas y sus cualidades para resolverlos en beneficio del país. No elegimos a Miss Costa Rica, no elegimos un Obispo, no elegimos al cómico del año ni otorgamos un OSCAR, designamos a quien va a resolver a ciencia cierta la problemática del país. No elegimos el “Rey feo” elegimos al Presidente de Costa Rica.
Si no tenemos claros los problemas, si no tenemos clara su complejidad, si no sabemos qué cualidades deben de tener los que vengan a la Asamblea Legislativa y al Poder Ejecutivo elegiremos a cualquiera y cualquiera no puede ni sabe ser diputado o presidente. Las soluciones complejas requieren personas de peso.
La elección del primer domingo de febrero de 2022 está ya encima. Esa elección está más cerca de lo que creemos. Debemos comenzar a apreciar a quienes se están candidateando y a analizar su capacidad, preparación y liderazgo, su orientación ideológica y su grupo de colaboradores, para determinar si puede gobernar y resolver, si puede solucionar o solo ser una figurar incapaz que desacredite la democracia y nos hunda en problemas.
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