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Dialéctica

De cumbre en cumbre

Juan Manuel Villasuso jmvilla@racsa.co.cr | Martes 21 abril, 2009


El presidente Obama anda, literalmente hablando, de cumbre en cumbre. Del G-20 en Londres con las naciones más poderosas del mundo, a principios de mes, a la de las Américas en Trinidad con los jefes de Estado de Latinoamérica y el Caribe el pasado fin de semana.

La primera de estas cumbres fue económica, con el fin de discutir sobre la crisis mundial y tratar de coordinar medidas globales para intentar superarla. La segunda fue política, un reencuentro de Estados Unidos con los países del sur del continente.

En ambas cumbres el papel de Obama ha sido el de protagonista. En parte, por ser el presidente de Estados Unidos, pero también por ser el “chico nuevo” del barrio, como lo ha calificado la prensa internacional, al que todos quieren conocer, y porque las políticas que ha venido anunciando privilegian la escucha, la apertura y la construcción de una nueva diplomacia basada en relaciones respetuosas y no en imposiciones imperiales.

La Cumbre de las Américas estuvo plagada de gestos y de momentos. Los saludos: ¿quién se acercaba a quién? ¿Qué decía uno y que contestaba el otro? Los discursos: ¿cuál era el contenido y el tono? ¿Qué palabras se empleaban? Hasta los silencios eran relevantes y motivo de comentarios.

Y luego lo inesperado. La entrega de Chávez a Obama del reconocido libro de Galeano, que tiene casi 40 años de escrito pero aún conserva muchos rasgos de actualidad y sirve para entender los vínculos históricos de la región con la potencia hemisférica.

En lo esencial, la reunión de Puerto España cumplió al menos tres objetivos de gran importancia.

Por una parte, permitió a los países de la región hablar con el Presidente de Estados Unidos y reducir las tensiones acumuladas durante la era Bush. Hacía muchos años que eso no sucedía y el intercambio es primordial para lograr entendimientos. “Los resentimientos surgen, en muchos casos por falta de diálogo”, indicó un Presidente.

Por otro lado, la notable presencia de Cuba, sin asistir; y la actitud propositiva para tratar de encontrar fórmulas que permitan su reincorporación formal al sistema interamericano, lo cual acaparó la atención de los medios de comunicación y fue tema al que se refirieron casi todos los mandatarios. Sin duda, y si Cuba lo quiere, habrá cambios fundamentales que dejen atrás medio siglo de confrontación y abran avenidas inéditas para la isla.

“Estados Unidos busca un nuevo comienzo con Cuba”, indicó el mandatario usamericano, que reconoció que será “un largo camino que debe recorrerse para superar décadas de desconfianza pero hay pasos claves que podemos dar hacia un nuevo día”.

Un tercer aspecto de la Cumbre, que no debe pasar inadvertido, fue el enunciado de cuestiones de fondo de interés común, que podrían servir como base para posteriores iniciativas y acuerdos: pobreza, migración, narcotráfico, energía, y cambio climático, entre otras.

Si bien es cierto la Quinta Cumbre de las Américas terminó sin consenso para la firma del documento final, en general la reunión puede calificarse como un éxito, tomando en cuenta los antecedentes de tensión que existían y valorando los temas sustantivos tratados, que rebasan la lógica comercial que saturó los eventos anteriores.

No es tiempo de lanzar campanas al viento, pero sí de abrigar esperanzas. Nuevos vientos desde el Norte podrían signar una nueva etapa en las relaciones con Estados Unidos, más parecida a la del “Buen Vecino” de Roosevelt o a la “Alianza para el Progreso” de Kennedy, que a la de los TLC de Bush.

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