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De la delincuencia

Macarena Barahona lmacarena62@hotmail.com | Sábado 19 enero, 2013


Nadie puede prepararse ni material ni psicológicamente para el abuso tan terrible de ser robado, asaltado impunemente, bajo la mirada casi cómplice de los demás


Cantera

De la delincuencia

El turismo nacional e internacional en estos días busca nuestras hermosas playas para disfrutar del veraneo y vacacionar huyendo de los fríos inviernos de Estados Unidos, Canadá y Europa.
El buen turista sabe ser precavido, cuidarse de engaños, tomar precauciones, informarse sobre condiciones de clima, de prevención de enfermedades, de alimentación y hospedaje.
El buen turista llega sonriendo a contagiarse de lo mejor de nuestro país, sus habitantes, su naturaleza exuberante, los costarricenses habitamos ciudades y gozamos también, al igual que los extranjeros de nuestros hermosos parajes, playas, volcanes, montañas.
Pero nadie puede prepararse ni material ni psicológicamente para el abuso tan terrible de ser robado, asaltado impunemente, bajo la mirada casi cómplice de los demás.
La experiencia de vulnerabilidad salvaje, de impasibilidad de los testigos que se aferran —al pensamiento de a mí no me tocó— a sus pertenencias controlando su bienestar material y observando el terror ajeno desde la autodefensa del silencio y la pasividad.
He visto asaltar a turistas, nacionales e internacionales en la indiferencia completa de los demás, el miedo y la indignación, sumado a la tolerancia laxa de las autoridades policiales, de los agentes del OIJ, de un sistema cómplice donde el asalto, el robo, la amenaza, son tolerados como parte de las consecuencias del turismo.
Y más bien el turista que busca ayuda con la policía o con los agentes de investigación se encuentra ante una actitud burocrática e indiferente que es capaz de volver la situación en contra del demandante y responsabilizarlo de la agresión que sufrió. ¡¡Es responsabilidad del turista su propio asalto, robo y experiencia traumática!!
¡Los policías vigilan al turista no al delincuente!, la impasibilidad del sistema ante la delincuencia hace pensar en una gran cobija donde muchos se arropan golosos, el que roba, el que debe cuidar, el que debe investigar, todos engordando, chupando la sangre de los ofendidos, de las víctimas que somos todos en algún momento de nuestras vidas.
Ser turista en nuestras playas, aquí por ejemplo, donde escribo estas líneas en Caribe Sur, es sobrevivir muchas veces a la burla del sistema, a ser considerado responsable de la violencia que libremente une a veces a ladrones, policías, revendedores, traficantes de drogas, fuerzas paramilitares de seguridad, de investigación, todos viven tranquilamente del turista que llega inocentemente a disfrutar de estas costas.
Vemos con terror cómo la violencia social es el elemento cohesionador de un sistema donde el delincuente ejerce el control, organiza el sistema y compra el sistema.
A pasos gigantes nuestra sociedad se paramilitariza ante la indiferencia de las instituciones políticas.

Macarena Barahona

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