Después del Covid 19: ¿Qué pasará con la forma de hacer nuestros trabajos? Una perspectiva regulatoria
Juan Ignacio Guzmán ignacio@gydasesores.com | Martes 21 abril, 2020
Desde algunos meses atrás, he procurado recoger e incorporar en mis artículos – además de nuestras experiencias como entusiastas de la abogacía - las impresiones de diferentes analistas contemporáneos en lo que se refiere a la transformación de los trabajos en el marco de la digitalización, automatización y las posibilidades provistas por la A.I., IoT y el machine learning, las cuales crecen meteóricamente. Además, si nuestras legislaciones (especialmente laborales) se encuentran preparadas y alineadas a este nuevo orden que está permeando prácticamente a todas las áreas de la industria.
Evidentemente, aunque muchos de ellos han demostrado ser muy atinados, ni siquiera las mentes más lúcidas lograron vaticinar una pandemia de estas características y con las consecuencias sociales y económicas tan desfavorables que estamos presenciando.
Ya montados sobre esta coyuntura, todos parecen tener una opinión, sin embargo, a mi particularmente me interesa saber qué sucederá con los empleos, las empresas que los reclutan y la reacción de nuestros gobiernos a nivel regulatorio para intentar darle herramientas a la industria para facilitar la reactivación de los antiguos empleos, así como la creación de muchos nuevos que se precisarán.
Cientos de empresas, emprendimientos y trabajadores independientes o autónomos, se han visto obligados a suspender o reducir las jornadas de sus oficinas. Arrastrando, por tanto, a sus colaboradores y proveedores, quienes han visto disminuidos o pausados sus ingresos por concepto de salarios o facturas. Conociendo de primera mano la experiencia de amigos, clientes y allegados que se han acercado a nuestra oficina en estos momentos, con el propósito de tomar medidas para aminorar las heridas de la crisis, me atrevería a augurar – porque así me lo han confiado - que algunos de ellos no estarán en las condiciones financieras mínimas para reabrir las puertas de sus negocios una vez acabada la emergencia nacional. Otros lo harán, pero con una operación considerablemente menor a la que antecedió la crisis.
También sabemos que las iniciativas del gobierno para facilitar algún tipo de apoyo económico o financiero a los principales afectados será puntual, temporal y, lamentablemente, insuficiente. Es decir, las medidas paliativas de la crisis tendrán carácter limitado y serán de alta demanda por ciudadanos y empresas para hacer frente a las obligaciones propias de sus actividades.
¿Qué sucederá con nuestros empleos?
Algunos años atrás, cuando nuestra oficina inició una práctica en derecho tecnológico, empezamos a intervenir en las implicaciones jurídicas y laborales de aquellas empresas en proceso de digitalización, A.I., machine learning, data mining, la sustitución de empleos por parte de las máquinas o robots y - en general - la aceleración de la automatización de los procesos y labores (especialmente aquellas repetitivas), nos dimos cuenta de que este nuevo orden se encontraba a la vuelta de la esquina pero, evidentemente, no contábamos con que una pandemia podría traerla más pronto de lo esperado.
De acuerdo con Yuval Hoah Harari, una de las cabezas más lúcidas y brillantes de nuestros días, se pueden vislumbrar dos impactos o escenarios principales. Primero, el mercado laboral se va a reestructurar, porque estamos teniendo un experimento masivo de trabajar desde casa y el resultado de esto va a modificar la economía del futuro. Muchas cosas en que la gente pensó pero que nunca se intentaron, como por ejemplo la enseñanza universitaria por Internet, se están experimentando y desarrollando ahora. Si las universidades se dan cuenta de que pueden enseñar por Internet, una vez que termine la crisis, aunque muchos cursos vuelvan a la normalidad, otros se seguirán impartiendo online, lo que significa que pueden contratar personas en otros países para dar clases, algo que podría cambiar el mercado laboral académico, por ejemplo, con universidades europeas contratando profesores de India, que les serían mucho más baratos y podrían enseñar de forma virtual. Es solo un ejemplo de lo que podría pasar en muchas más industrias.
En el entorno local, también como ejemplo, encontramos desarrolladores, diseñadores e ingenieros de muy alto nivel. Sin embargo, también son algo “escasos” para el nivel de la demanda de la industria local, razón por la cual son costosos y los esquemas de compensación que utilizan las firmas que los contratan involucran salarios importantes, bonos, beneficios y – cuando menos – un par de días de teletrabajo semanales.
Como directivo de una empresa de software norteamericana basada en Costa Rica, puedo certificar lo anterior y agregarle, además, que no han sido pocas las oportunidades en que se realiza el proceso de selección, se negocia con el candidato ideal, se le hace una oferta, el candidato la acepta, se pacta una fecha de ingreso y – uno o dos días previos al ingreso – nos informa (usualmente de manera poco formal) que se excusa, pero recibió una mejor oferta económica de otra empresa de tecnología.
Este tipo de situaciones, evidentemente, representan un costo para las empresas y generan un marco de relativa incertidumbre a la hora de reclutar talento y, sobre todo, preservarlo. Desde nuestra trinchera, hemos notado que algunos de nuestros clientes en tecnología han optado por sustituir algunas de las labores que estos costosos profesionales desarrollan y hacerlo mediante la consolidación de equipos multi-nacionales o transfronterizos, o bien subcontratando servicios que anteriormente estaban reservados para profesionales costarricenses y domiciliados en el país. Estos equipos o profesionales fuera de nuestras fronteras se entenderán en sus jurisdicciones respecto a las obligaciones tributarias, pero - para efectos de la empresa local - significará recibir la misma calidad de un trabajador local, pero con una economía incorporada. Sumado a esto, podrían reducirse otros costos operativos como el espacio físico para ubicarlos, bonos, la factura energética, servicios, la obligación de la seguridad social local, entra tantas que son costosas para nuestras empresas.
En segundo lugar, expone Harari como otro impacto, la aceleración de la automatización y la implementación de robots, inteligencia artificial y aprendizaje automático en trabajos que hasta ahora eran hechos por humanos. Lo que está pasando ahora en la crisis es que hay mucha presión en muchas industrias para reemplazar a los humanos.
Aterrizando de nuevo en Costa Rica, será igualmente importante, no quitar el dedo del renglón de la flexibilidad laboral. En nuestro país la autoridad en materia regulatoria y sancionatoria de empleo, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), afortunadamente entendió de cierta manera la posición de los empleadores frente a la crisis. El proceso de transformación y modernización de nuestra regulación actual no debería detenerse después del levantamiento de la declaratoria de la emergencia nacional. Por el contrario, será el momento oportuno para contar con una regulación moderna, relajada, flexible, despolitizada y que procure a toda costa la creación de nuevos puestos y modalidades de trabajo.
Desde mi fuero personal, estoy convencido que el país deberá abrazar las iniciativas Fintech y promover que los empresarios de estas novedosas industrias sean llamados a las mesas de diálogo institucionales y empresariales para dirigir – o cuando menos informar - los procesos de transformación digital necesarios para vincular activamente a nuestro país en temas como medios de pago, nuevos servicios bancarios, levantamiento de recursos, créditos, monedas activos digitales, entre tantas posibilidades que se han ido creando en el mundo gracias a la concatenación de finanzas y tecnologías bien empleadas.