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¡Devuélvanme el país que nos quitaron!

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 30 septiembre, 2016


Añoro el país donde se destacaba lo bueno, donde se lucían las galas de los éxitos y no la amargura de fracasos. Rechazo el país de tan solo gestos, de frases de relumbrón vacías, de ausencia de planes y proyectos, de estancamientos de obras de infraestructura, de desesperanza

Sinceramente

¡Devuélvanme el país que nos quitaron!

Cuando vuelco la memoria unos pocos años atrás recuerdo un país diferente, no necesariamente mejor, pero algunas características deseables de la población y de la dirigencia económica, política y social destacaban.
Añoro un país respetuoso, de personas buenas que expresaban sus criterios sin etiquetar, o descalificar al mensajero, sino siempre atendiendo las ideas y discutiendo los conceptos. Este sentido de analizar lo expresado por nuestros semejantes nos llevaba a discutir y enriquecernos todos, no a intercambiar insultos y groseros calificativos como sucede actualmente. Eso de intercambiar expresiones groseras que no contribuyen al desarrollo de nuevas y mejores ideas es un hábito adquirido a partir de la estrategia política de asesinar caracteres y descabezar la legitimidad de la dirigencia económica, política y social de nuestro país por quienes desean reemplazar la democracia por un autoritarismo populista. Añoro a los costarricenses con más paz interior y menos agresores.
Añoro la Costa Rica con propósitos claros no el país de la ruta incierta y el callejón que seguimos zigzagueante, sin objetivos claros, sin propósitos. Era maravilloso mi país, el que nos quitaron, en el que podíamos discrepar con argumentos de la ruta seguida, pero teníamos una ruta clara y una ruta razonada y debatida. Un país sin metas y sin propósitos es un país que no va hacia ningún lado y se conserva estancado en el entrecruce de acusaciones, de frases vacías y posiciones populistas.
Añoro la Costa Rica de empleo pleno con un gobierno empujando por todas las esquinas a la iniciativa de los ciudadanos para que estos crearan puestos de trabajo, formaran sus empresas y fueran prósperos. Esto resulta lejano del país con la tramitomanía exasperante que vivimos, de los muy numerosos permisos y papeleo que son mayormente inconducentes, que demoran y cuestan, que estorban e impiden.
A Costa Rica se le olvidó que no está sola en el mundo, que la competitividad es cuestión y lucha de todos los días de la vida. Que muchos otros países están trabajando para quitarnos la prosperidad y las oportunidades de inversión, exportaciones, trabajos, educación y desarrollo siendo simplemente mejores. Se nos olvidó que la excelencia es una forma de vida. El Estado y sus instituciones estorbadoras, los funcionarios agresivos y llenos de negatividad hacia los individuos que tratan de levantar empresa y no vivir ni depender del Estado es un panorama desolador y un freno a meterle duro al trabajo, a asumir riesgos y desarrollar el país.
Añoro el país donde se destacaba lo bueno, donde se lucían las galas de los éxitos que nos motivaban y no la amargura de fracasos. Rechazo el país de tan solo gestos, de frases de relumbrón vacías, de ausencia de planes y proyectos, de estancamientos de obras de infraestructura, de desesperanza.
¡El esfuerzo que Costa Rica hizo para construir y mantener la Carretera Interamericana! El logro formidable a pesar de los problemas habidos con la ruta a Limón, la Ruta 32, que cerró el círculo de aspiraciones que desde Braulio Carrillo había motivado a buscar comunicación con la costa del Caribe. La maravilla de la Florencio del Castillo en su momento, el orgullo por la Próspero Fernández y la General Cañas que motivaron al país a soñar y a emprender. Todo está estancado. Somos el país de la Platina. Electrificamos a San José antes que Nueva York lo hiciera, tuvimos tranvía y trenes de costa a costa. Hoy tenemos una discusión permanente y polarizante que mantiene al país inmóvil.
Añoro las buenas maneras sociales, el señorío, el respeto y el diálogo. Añoro las respetables figuras que lideraban nuestros esfuerzos y a quienes escuchábamos con atención. ¡Devuélvanme el país que nos quitaron!

Emilio R. Bruce
Profesor
ebruce@larepublica.net

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