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Día Internacional de la mujer, día para recordar, agradecer y comprometernos

Lorena Clare Facio redaccion@larepublica.net | Viernes 08 marzo, 2024


María Lorena Clare Facio

Primera Dama 1998-2002

A mi edad al celebrar el Día Internacional de la Mujer vienen a mi mente las mujeres cuyas ejecutorias nos han permitido vivir mejor, las mujeres que nos han dado alegrías y su amor y nos han hecho reír.

Por supuesto que pienso en mi madre, en mis abuelitas, en mis tías., en mi suegra y cuñadas. En lo que a cada una de ellas debo, y en lo que todas las mujeres debemos al esfuerzo titánico y contra corriente de nuestras antepasadas. En los valores, tradiciones y enseñanzas que debemos a su amor y a sus esfuerzos.

También en Carmen Lyra, nuestra gran escritora y educadora de inicios del siglo, María Isabel Carvajal. ¡Cómo disfruto el recuerdo de mi papá leyéndome los Cuentos de mi Tía Panchita, y de verme a mí misma leyéndoselos a hijos, nietos y sobrinos!

María Isabel Carvajal con sus Cuentos de mi Tía Panchita ha hecho reír muchas generaciones, y con la misma energía y sapiencia influyó en nuestra educación y luchó por el bienestar de los trabajadores.

Esos cuentos nos han dado a generaciones de costarricense la oportunidad de contar a los niños cómo eran los tiempos en que se escribieron y a enseñarles el lenguaje y los modismos de nuestra tierra.

Uno de estos días escuché el cuento de “Juan, el de la Carguita de Leña”. Al bueno de Juan que de bueno parecía tontito, se le apareció la Virgen y le bendijo su carguita de leña para que lo complaciera con lo que le solicitara. Juan montado en su leña se trasladaba de un lado a otro y pensando siempre primero en su mamá le consiguió un Palacio de Cristal. Acabó, por bueno, casándose con la hija del rey.

¡Cuánta enseñanza para los niños y niñas para valorar la bondad y no las apariencias! ¡Qué maravillosa riqueza del lenguaje coloquial de nuestros antepasados nos regala Carmen Lyra!

En María Isabel Carvajal recuerdo a nuestras antepasadas a quienes tanto debemos.

Pienso en todas las mujeres que, a través de la historia de Costa Rica hicieron posible el progreso, la construcción de nuestras instituciones democráticas, de nuestro sistema educativo, de nuestra libertad y obtener reconocimiento de nuestros naturales derechos que por milenios han sido oprimidos por la cultura patriarcal.

Pienso en las maestras en remotas zonas rurales, en las madres con hijos abandonados por sus padres que solas con esfuerzos sobrehumanos y la ayuda de Dios los han sacado adelante, en las mujeres que han labrado la tierra, en las primeras abogadas, médicas, ingenieras, tecnólogas.

Pienso en Pancha Carrasco acompañando el ejército de campesinos que echó a William Walker de Centro América, pero no solo en ella y sus compañeras en la lucha armada, sino también en las mujeres que se quedaron en las parcelas familiares proveyendo al país de alimentos y de café para exportar y adquirir armas y medicinas, en quienes recibieron a los soldados azotados por el cólera que los diezmó, curándolos, atendiendo el dolor de los hijos huérfanos y llorando a sus muertos.

Pienso en las mujeres que lucharon para que tuviéramos el voto, en las primeras diputadas, ministras y magistradas, y en las sabias y desprendidas mujeres que me ayudaron para aprobar las cuotas mínimas de participación, para mejorar la atención del cáncer cérvico uterino y de mama, para crear la Clínica Oftalmológica, el Centro de Recursos para las personas con discapacidad, los programas de atención y apoyo a las madres adolescentes.

Y pienso sobre todo en las mujeres que a lo largo de siglos nos han enseñado el amor y el coraje para no solo atender a nuestros hijos, criarlos y educarlos, sino también asumir con amor y devoción el cuido de nuestras ancianitas y ancianitos. Fueron muchas las mujeres que me apoyaron para crear la Ley y el Consejo Nacional del Adulto Mayor, así como los exitosos programas para atenderlos.

Gracias a cada una de esas mujeres tenemos el avance que se ha logrado en el reconocimiento de nuestros derechos naturales, que es inmenso, pero también es incompleto.

En estos días tomamos consciencia de que nuestra población está envejeciendo, y de que cada día -y por mucho tiempo- la proporción de adultos mayores será mayor.

Por eso con mucho amor a las mujeres, en especial a las que han obtenido, obtienen y obtendrán posiciones con recursos y poder, las insto a que de manera especial luchemos en favor de nuestras ancianas.

Las mujeres que hemos sido empoderadas lo hicimos gracias a millones de antepasadas que con sus luchas lo hicieron posible.

Ahora nos toca continuar esa lucha con amor, capacidad y espíritu de servicio.

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