Don Pepe y la corrupción
Arturo Jofré arturojofre@gmail.com | Viernes 12 junio, 2009
Don Pepe y la corrupción
Una sociedad se va construyendo o destruyendo en gran medida por la acción de sus líderes. Para Bergson, todos los actos de creación social son la obra de creadores individuales o de minorías creadoras. Para ser exitosos deben lograr que los siga la mayoría silenciosa. En las sociedades primitivas estáticas la mimesis o imitación se dirige hacia la generación más vieja y hacia los muertos, mientras que en las sociedades en proceso de civilización esta facultad se dirige hacia las personalidades creadoras (Toynbee).
Costa Rica contó en la década de 1940 con una minoría creadora que logró penetrar con éxito en sectores importantes de la sociedad. Esos líderes tienen nombres y apellidos: Figueres Ferrer, Calderón Guardia, Monseñor Sanabria, Manuel Mora. A esta minoría creadora le precedieron otras, como la que menos de un siglo antes había liderado con inteligencia y coraje la expulsión de los filibusteros. Esta comunión entre líderes y una población que se siente interpretada y deposita su confianza en ellos, ha perfilado una sociedad ejemplar en muchos aspectos.
En un mundo cargado de figuras falsas, de héroes de papel, de personajes de farándula, de políticos sin visión, los jóvenes necesitan símbolos sólidos, necesitan referentes confiables. Estos jóvenes no conocieron a ninguno de estos líderes, excepto por los libros y por las conversaciones de padres y abuelos. Como lucharon entre sí, hay sectores que valoran más a unos que a otros, pero la historia se ha ido encargando de aclarar las aguas y darles el espacio que merecen.
Los líderes son imperfectos, cometen muchos errores, algunos inexplicables. Es curioso que los seguidores obsecuentes y los detractores de estos líderes tiendan a cometer el mismo error: les dan un trato de deidad. Los primeros porque se ciegan, los otros porque la miopía solo les hace ver debilidades. Lo cierto es que si se profundiza en las acciones de los grandes líderes, veremos reflejadas algunas de las limitaciones y de las debilidades propias del ser humano. Esas debilidades son reales, tan reales como los grandes aportes que han hecho.
Cuando se valora a un líder hay que hacer un balance de aportes y errores. Los jóvenes tienen que saber que don Pepe fue valiente y que luchó por sus ideales, por mejorar la vida de una sociedad pobre, que tuvo la inteligencia, el coraje y el desprendimiento de deshacer el ejército, dando así un ejemplo al mundo. Deben saber que don Pepe fue grande cuando gran parte de América Latina era tierra de pequeños. Y deben saber que también cometió errores.
Ahora que Otto Guevara, a quien aprecio, saca a la luz el caso Vesco, nos vuelve a la memoria un caso que a la mayoría nos produjo un profundo rechazo y que dejó incógnitas. No creo que reabrir el debate sea productivo, solo hará que se saquen los trapos al sol y olvidemos lo principal: cómo podemos luchar contra la corrupción en la Costa Rica de hoy. Don Pepe ya se ganó un gran monumento en la historia y si lo recordamos que sea por todo su legado, para que las nuevas generaciones contemplen su verdadera dimensión.
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