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COLUMNISTAS


El azar, la suerte, la invocación divina, el Destino, es lo que más juega en estos días

Vladimir de la Cruz vladimirdelacruz@hotmail.com | Miércoles 22 marzo, 2023


Vladimir de la Cruz

Historiador

Escribo este artículo sin saber, obviamente, si anoche “salió” el Premio “acumulado” que promueve la Junta de Protección Social, asociado a las ventas ordinarias de los chances y de la lotería, sorteos que se realizan martes, viernes y domingos respectivamente.

El premio adicional de los Chances y de la Lotería nacional, que llaman “Acumulado”, ha desatado un estado de efervescencia, de excitación y agitación que abarca a toda la población.

Que el premio del acumulado ronde los MIL millones de colones rompe los récords de venta y de compra.

A nivel de compra, los consumidores de chances y de la lotería, han roto parámetros. En los puestos de venta oficiales, o bajo su amparo, de la Junta de Protección Social, al abrir los lunes en la mañana, ya se encuentran vendidos los sorteos prácticamente de los chances del martes y del viernes de la semana, e incluso pocos para la lotería del domingo.

Pocos números sueltos quedan en esos puestos de venta. Se dice que el éxito de esa venta “anticipada” se produce, en parte, porque la Junta de Protección Social ha abierto la venta en línea, es decir electrónicamente, lo que favorece a un gran público que puede acudir, por este medio, a comprar sus pedacitos o sus enteros de chances y de lotería.

A nivel de venta, entiendo que la Junta de Protección Social se ha visto obligada a lanzar al juego una tercera emisión de billetes. En la compra de calle, los vendedores y revendedores, de chances y lotería, desatan y se aprovechan de la especulación de precios de venta, incluso algunos de los vendedores que están en los sitios aledaños al edificio de la Junta de Protección Social, sin control eficaz de esa institución Benemérita.

El “acumulado” es proporcionalmente más barato de comprar, en sus unidades de “chances” o “lotería”, que lo que cuestan las unidades o pedacitos, o enteros, de la Lotería del Premio Mayor de Navidad, cuyo Premio Mayor es de 1600 millones de colones por entero, de 40 unidades que, proporcionalmente, por este bajo precio de venta con vistas al acumulado, por unidad o enteros, da más posibilidad de obtener un mayor premio, en caso de salir favorecido, con el resultado que paga el “acumulado”.

En el sorteo de Navidad, una fracción produce una ganancia, de 40 millones de colones. En el momento actual, una fracción de chances o lotería, en caso de salir favorecido, produce un premio que ronda entre los 50 y 100 millones de colones, y el precio de compra del chance o de la lotería, es muchísimo más bajo y accesible al gran público, que lo que valen los pedacitos de lotería del premio navideño.

En el caso de los ludópatas, las personas que tienen el impulso patológico, a modo de enfermedad, de no resistir el atractivo que les provoca el alto premio, que sienten que no pueden dejar de jugar, que se sienten compelidos a hacerlo, y que compran chances y lotería por adicción a los juegos semanales y dominicales, estos días deben ser de gran intensidad y estrés. La preocupación de poder adquirir números sueltos o enteros, de asegurar el dinero de compra, a cualquier precio que sea, y de comerse la uñas al momento que están pasando en vivo el resultado de los chances o de la lotería, debe ser de tremenda angustia, y de satisfacción, si se ven favorecidos por el resultado.

Los ludópatas que no salen favorecidos probablemente aumentan sus cambios de conducta en su irritabilidad, agresividad, incluso doméstica, su capacidad comunicativa, y en sus emociones. Conozco una persona que cuando perdía su equipo de fútbol preferido, cuando llegaba al trabajo los lunes era insoportable. Con los chances y la lotería sucede igual.

El “chance”, como lo llama la Junta de Protección Social, es curiosamente la oportunidad o posibilidad de conseguir algo, en este caso el premio del dinero que se sortea. “Chance” como se titula el juego está bien denominado. La Junta de Protección Social vende oportunidades de salir ganador.

La Lotería es un juego donde se ofrecen premios. Se le llama “sorteo” por la “suerte” de salir favorecido que está contenida en el juego.

En ambos juegos, los chances y la lotería, se venden “billetes” que constan de cinco unidades, o por unidad. De esos billetes hay dos emisiones normalmente. Pueden emitir varias. Lo corriente es que sean dos, que a los efectos de venta los llaman “gemelos”, cada tira de billetes, de cinco números cada una, en estos sorteos ordinarios semanales. En el sorteo extraordinario de navidad alcanzan a cinco las emisiones. Con motivo de esta efervescencia, la Junta de Protección Social está lanzando “trillizos”, tres emisiones de una misma serie.

El máximo de series que participan en cada juego es 1000, de la 000 a la 999. La Junta de Protección social define cuántas series pone en juego en cada sorteo. Los números que juegan por serie son cien, del 00 al 99. Si juegan todas las series, la posibilidad de salir ganador del número con mayor premio es UNA entre CIEN MIL posibilidades ¿Es difícil acertar? Sí, es difícil, pero se acierta. Si el número y su serie con el mayor premio no se “pega”, como ha sucedido con el Premio Acumulado, no se lo ganan, la Junta de Protección Social lo mantiene y sobre él sigue creciendo, con lo que le agregan en cada sorteo. Eso es lo que ha provocado la fiebre de compra en estos días, que se mantendrá en crecimiento, en los próximos días, de seguir sin resultar alguien victorioso de ese voluminoso Premio.

El juego de chances y lotería la Junta de Protección Social lo hace públicamente, bajo gran rigurosidad en sus controles. A la vista están las tómbolas donde se depositan los números, las series y los premios que se ofrecen en cada sorteo, las de los premios que se van sacando a medida que van jugando. Los números y las series se mantienen, lo que permite la posibilidad de que se puedan repetir, en un mismo sorteo, lo que ha sucedido.

La Junta de Protección Social, en esta responsabilidad, nunca, que yo sepa, ha tenido un escándalo por algún vicio o fraude que se haya provocado, por lo que goza de gran confianza y seguridad en el manejo de los sorteos y de sus premios. No ha evitado que en el pasado hayan habido intentos de falsificación de loterías y chances.

Como juego público, participa el que quiera y el que tenga el dinero para comprar un pedacito del billete o todo el billete, de cinco unidades, de dos o tres emisiones según se ofrezcan, por parte de la Junta de Protección Social.

El lunes me presenté temprano en la mañana, en el puesto oficial de la Junta de Protección Social, donde compro regularmente, a adquirir el número que normalmente juego. Una fila interminable, grande, lenta, porque solo había una persona atendiendo y vendiendo y mucha gente, de distintos estratos sociales, esperando su turno de compra o de cambio de premios, que también se podía hacer. De pronto, la encargada avisaba, a los que estábamos en fila, “ya no hay chances para el martes”,…”ya no hay chances para el viernes”… Algunas personas se retiraban de la fila y otros permanecíamos en ella.

Yo estaba a la par de una colega universitaria, ella también pensionada. Compartimos la experiencia de ser compradores de chances y de la lotería. No nos sentíamos ni considerábamos ludópatas por comprar chances y lotería con la frecuencia de sus sorteos.

En mi caso juego chances y lotería desde hace muchos años. Mi abuelo materno, Jacobo de Lemos Rodríguez, en los últimos años de su vida, para ayudarse en sus ingresos y mantener su segunda familia, de varios hijos menores de edad, y menores que yo, quien era su nieto mayor, se había convertido en un “vendedor” de calle de chances y lotería. Mi madre y yo, que lo visitábamos, en Heredia, para almorzar, casi todos los domingos, a finales de década de 1950, y en la década de 1960, hasta su muerte, teníamos que esperarlo hasta alrededor de la una de la tarde, en esa época, cuando ya había terminado de vender su lotería o de devolver lo que le había quedado, para compartir el rato del almuerzo. En mi época infantil y juvenil, y adultos también lo hacíamos, visitábamos a nuestros abuelos. Hoy son los abuelos los que tienen que ir a buscar a los nietos para verlos…

Muchas veces mi abuelo vendía su lotería en compañía de sus hijos mayores, que eran tíos míos, pero menores que yo. Eso me impactaba emocionalmente porque yo no tenía una situación de vida como esa, pero aprendí desde pequeño a valorar a esos “vendedores” de calle, como mi abuelo, y a mis “tíos” menores, de cuyo trabajo dependían ingresos para aliviar sus gastos de familia.

De mi abuelo conservo siempre una imagen agradable, de un ser bondadoso, de pocas palabras, de buena gente, pero sobre todo de una persona cariñosa, honrada, honesta. De su segunda esposa, Rosario Carmona, más gruesa físicamente que mi abuelo, igualmente cariñosa conmigo, siempre expresando una gran simpatía, una risa contagiosa; de voz gruesa, de dichos y frases populares campesinas, era una gran cocinera…

La condición de “vendedor” de chances y lotería de mi abuelito Jacobo nos marcó a mi madre y a mí. Mi madre compraba regularmente chances o lotería. No era de comprar muchos números. Lo era de pedacitos. Excepcionalmente compraba su “entero” y seguía, regularmente, el resultado del sorteo por la radio. Ella, como yo después, compraba sus chances y lotería, seguramente en solidaridad con esas familias que dependían de sus “vendedores”, como mi abuelo Jacobo. Mi querida tía materna Enid juega chances y lotería, de vez en cuando, quizá por las mismas razones.

En la familia De Lemos existía la leyenda familiar, así lo oí, de que el bisabuelo Adolfo de Lemos había “pegado” el premio mayor de la lotería, en dos ocasiones, a principios del siglo XX, cuando tenía un premio de DIEZ MIL COLONES. Igualmente, se decía, que esos dineros se los había ido a gastar a Europa.

Años después, mi abuelita paterna, Carmen de la Cruz, pegó un número, una fracción del Premio Mayor de Navidad, cuando tenía un premio de medio millón de colones, ganándose de esa manera ¢50.000, que se los administró un tío, durante el resto de su vida, sin que le faltara nada de aquel premio, que se le reprodujo con el tiempo.

En 1986, ya casado, me atreví a hacer un esfuerzo enorme de comprar trillizos del Premio Mayor de Navidad. Almorzábamos en casa de mis suegros el día que se jugó el sorteo, al tiempo que se trasmitía. Anunciaron el Premio, el 90 con la serie XXX. Inmediatamente anuncié que había salido favorecido con la serie. Nadie me dio pelota, o no me lo creyeron, ni mi esposa puso atención. Había ganado ¢300.000 (tres cientos mil colones). Ante tan importante silencio, al día siguiente, le dije a mi hijo varón, el mayor, Lautaro, de 13 años, que me acompañara. Lo llevé a la Junta de Protección Social a cambiar el Premio. De allí salimos a La Sabana, donde estaba la agencia de las computadoras Apple o Mac y allí compré mi primera computadora personal. Acababa de salir la MAC SE, que era muy moderna y estaba de moda para hacer trabajos de diagramación de revistas, libros y periódicos. En esos días se me había propuesto hacer y dirigir la Historia General de Costa Rica, que salió publicada en cinco tomos, en 1989. La MAC SE la había conocido por mi querida amiga y compañera de trabajo en la UNA, Odalía Calderón, que también colaboró en la edición de esta Obra. Desde entonces me quedé con las computadoras MAC.

Mi suegra, Marta Lagos Aquino, mujer muy especial que nos ayudó mucho en el cuido y crianza de mis hijos varones, en su etapa infantil, era jugadora de lotería y de chances. No compraba “enteros”. Como mi madre compraba pedacitos. Curiosamente tenía una gran suerte de juego, de posibilidad de pegar algo, especialmente con el número, lo que le permitía con su premio repetir su compra. En un sorteo de Navidad, comprando pedacitos, nos sorprendió a todos. Algo realmente inusitado, raro, sorprendente. Había acertado tres pedacitos, con sus respectivas series, de premios de bajo monto. Tres pedacitos con serie, en el sorteo mayor del año, era realmente asombroso, era casi increíble, pero así sucedió.

He narrado estas experiencias familiares y personales porque son reales y, porque el lunes cuando estaba tratando de comprar algo de chances y lotería para esta semana, se me acercó una persona a decirme que era muy difícil ganar algo. Le conté esta experiencia y se sorprendió. Le dije que efectivamente es difícil pegar o ganar, pero que quien no juega del todo no tiene ninguna oportunidad ni posibilidad de ganar.

La oportunidad y posibilidad de ganar o pegar un premio es simplemente eso, oportunidad o posibilidad. ¿Azar o suerte? Así también puede interpretarse. Esa es la posibilidad de pegar el número o la serie, que ambos pagan, o de los dos juntos, número y serie, que pagan un premio alto en correspondencia a lo que se ha pagado por esos billetes, enteros o pedacitos.

El azar en los chances y la lotería es una casualidad que no es predecible. Es fortuito, inesperado. Es positivo si favorece en el resultado esperado. Es negativo ni no produce nada. Aquí no interviene nada humano ni divino, aunque mucha gente compre chances y lotería depositando su suerte, su azar, su posibilidad y oportunidad, de salir favorecido a una Deidad, a Dios, o a alguna personalidad especial religiosa, o del santoral religioso…

Tampoco juega en los chances, y la lotería, el destino, lo que supondría que ya existe una causa predestinada que provocará el resultado que uno espera, o la existencia de una supuesta fuerza sobrenatural que determina nuestras vidas, a quien habría que agradecerle el Premio obtenido.

Lo que seguramente más pesa, en este momento, para la pasión desatada en la compra de chances y lotería, y de la posibilidad y oportunidad de pegar el Premio Acumulado, es la situación económica difícil que estamos pasando los costarricenses, en la estrechez de los salarios, el congelamiento de los mismos por los próximos cuatro años, en el anuncio de las nuevas plazas con bajos ingresos que se están ofertando en el sector público, en la desocupación y desempleo que alcanza casi el 13% de la población, en la no recuperación de empleos perdidos por la pandemia, que pasa de los 250.000, en el alto costo de la vida, en la extrema pobreza y pobreza que ha aumentado, en la existencia de una población que hoy pasa del 50% en trabajos informales, en el futuro oscuro que ven los jóvenes, donde ha aumentado el suicidio…entre otras razones.

El premio del acumulado, indudablemente, es el atractivo más grande para resolver cualquier problema al menor costo posible… Así se percibe.

Si no hay trabajo, el azar, la suerte, la invocación divina, para superar la crisis y las necesidades básicas no satisfechas, la posibilidad de que el Destino esté a favor de uno, juegan en estos días con más fuerza…

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