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El error de los liberales

Felipe Guadamuz Flores redaccion@larepublica.net | Martes 07 julio, 2020

Guadamuz

Volandgo Guayabazos

Se hablado que el paradigma ideológico ha ido cambiando para convertirse en uno de culturas extendidas y esto ha variado el panorama político desde la caída del Muro de Berlín y hasta la fecha. En efecto, existe una subcultura constituida por élites económicas e intelectuales de aproximadamente cincuenta millones de personas que tienen en común haber estudiado en el extranjero, ser multilingües, poseer un cierto grado de sofisticación y aire aristocrático, así como una gran facilidad para interactuar. Costa Rica ha tenido desde la fundación de la Segunda República, varios presidentes con esa características, pero las últimas elecciones han demostrado que ese nuevo paradigma cultural suprimió al paradigma ideológico. Si la oposición quiere ganar las elecciones, tienen que comenzar por entender y aceptar este hecho.

Las discusiones económicas son importantes por el papel trascendental que la economía juega en la vida de las personas, pero el mensaje debe transmitirse conforme a la cultura de cada lugar. No es lo mismo sentarse en el parlamento alemán y hablar de crecimiento económico que hacerlo en Cuesta de Moras y todavía más difícil explicarlo en San José que en Estocolmo. No es un tema de desprecio, es un tema de realidades culturales que afectan la manera mediante la cual los electores deciden en Hamburgo y cómo lo hacen los electores en Puntarenas, a pesar de ser ambas ciudades portuarias.

Una posible causa podría ser la baja calidad educativa demostrada en los deficientes resultados de las pruebas PISA. No obstante, la cultura juega un papel muy importante y esto es algo que muchos liberales parecieran no haber comprendido. A las personas en el siglo XXI no se les convence con argumentos económicos solamente sino más bien con argumentos culturales.

El Partido Acción Ciudadana ha sabido leer muy bien el panorama político dentro del nuevo paradigma y si se analiza quiénes fueron elegidos para la Presidencia de la República, estas personas no reflejan sofisticación o protocolo sino todo lo contrario, pero sí un fuerte componente de cultura autóctona. Tanto sus campañas políticas como sus triunfos electorales radicaron en personificar al tico promedio enfocado más en guitarras y selfies con la lengua afuera que en reactivación económica y mejora de los bajos índices de desempeño educativo.

En Costa Rica, da la impresión que, quienes han ocupado y ocupan la silla presidencial desde 2014 y hasta la fecha, lejos de reflejar ese paradigma ideológico de las élites de la Guerra Fría, más bien reflejan el paradigma popular, ejemplificado en selfies con la lengua afuera, guitarras y ausencia de protocolo, que en gran medida forman parte de lo que en algún momento se he denominado como el fenómeno de reindigenización de las civilizaciones.

El fenómeno no es inherente a Costa Rica solamente, sino que ese proceso de afianzamiento de valores culturales autóctonos guiados principalmente por un elemento religioso ha generado una marcada diferenciación entre América Latina y el resto del mundo, donde, conversamente, el resto del mundo, dividido en seis a siete grandes bloques adicionales, se rige principalmente por la cultura, la cual a su vez es definida en su mayoría por la religión.

Todo esto refleja la tricotomía entre el culteranismo, el vulgarismo que se refleja en el populismo y por último la adecuación de la política al paradigma de América Latina. Se ha hablado que el paradigma ideológico de la Guerra Fría y las élites que este generó han creado resentimiento en quienes no pertenecen a esos círculos por ese afianzamiento de valores culturales autóctonos que está ocurriendo a lo largo y ancho del orbe. Este fenómeno se ha podido ver reflejado en gran medida en quienes nos gobiernan.

No obstante, el liberalismo como movimiento pareciera haber perdido esa conexión con la realidad y haberse quedado enfrascado en discusiones originadas en la Guerra Fría. El marxismo cultural, a pesar de que el progresismo desprecie ese término por considerarlo despectivo hacia los progresistas, parte de una premisa cultural y no económica, que los partidos políticos tradicionales parecieran no haber entendido todavía y que ha llevado al Partido Acción Ciudadana a ganar durante dos ocasiones consecutivas las elecciones y quizá hasta una tercera elección.

A pesar del desgaste electoral por una segunda Administración, el PAC ha encontrado un aliado importante en el Covid-19 que ha levantado significativamente la imagen decaída de Carlos Alvarado y, siendo que serán meses de confinamiento y crecimiento de la tasa de contagios, la buena labor en materia de salud por parte del gobierno es muy probable que influya positivamente en los resultados de las elecciones de 2022 en favor del PAC, dificultando más la labor electoral de sus contendores.

El gran reto para la oposición, que pareciera ser muy tenue o a veces hasta inexistente, se encuentra en abrazar el fenómeno del afianzamiento de esos valores culturales autóctonos para promover políticas públicas y campañas electorales con base en ello, pero sin caer en el populismo. Es una magna tarea que requerirá de las mentes más brillantes del país donde lo mejor sería que quienes viven de la guitarra y con la lengua afuera en los selfies, tuvieran la cortesía de apartarse y permitir a los mejores gobernar, pero para ello los mejores deben estar conscientes de que la ideología ha ido cediendo espacio a la cultura autóctona y a su extensión.






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