El fanatismo religioso y el coronavirus
Pablo Chaverri pablochaverri@yahoo.com | Viernes 20 marzo, 2020
En estos días de crisis sanitaria hemos podido ver la influencia que está teniendo la religión en lo que está pasando y lo que podría pasar con el coronavirus. Tenemos muchos ejemplos. Algunos son los siguientes. En Corea del Sur, los integrantes de una iglesia cristiana se han infectado en una gran proporción por seguir congregándose, pese a la recomendación médica de no hacerlo. En Nicaragua, el gobierno está convocando a marchas para rezar y pedir ayuda divina, pese a que esta clase de aglomeraciones multitudinarias son contraindicadas. En Estado Unidos, un pastor evangélico le dice a sus seguidores que les puede curar y proteger de esta enfermedad a través de la pantalla del televisor en el nombre de Jesús.
¿Qué tienen en común estos casos ocurridos en Asia, en Centroamérica y en Norteamérica? Tienen en común que el fanatismo religioso dificulta razonar apropiadamente. Como lo han demostrado algunas investigaciones (Shenhav, Rand y Green, 2012), un alto nivel de creencia en una divinidad está influenciado por la tendencia a confiar más en la intuición frente a la reflexión. Es decir, que las personas altamente creyentes en deidades tienden a mostrar un estilo cognitivo más intuitivo y menos reflexivo que las personas que no tienen tal nivel de creencia. Este efecto de la religiosidad haría más difícil para los fanáticos religiosos considerar y ponderar la evidencia científica y la información de carácter médico para prevenir las enfermedades infectocontagiosas.
El hecho de que algunas personas crean literalmente que basta con su religión para protegerse del coronavirus, las lleva a ponerse en peligro de contraerlo a ellas mismas y en consecuencia a aquellas personas con las que tengan contacto físico.
Por otro lado, tenemos los casos de algunos líderes religiosos que dicen ser capaces de llevar a cabo “milagros de curación de enfermedades” que están cancelando eventos masivos de “sanación”. Veamos la paradoja, dicen tener poder para curar, pero desconvocan actividades ante el riesgo de enfermar por el coronavirus. Si fuera cierto que tienen tales poderes: ¿no deberían más bien ir a hospitales, clínicas y centros médicos a sanar enfermos? La cancelación de estas concentraciones “milagrosas” es un reconocimiento implícito de que en realidad no cuentan con el poder que dicen tener y con el cual obtienen grandes sumas de dinero.
Aprovechemos la actual coyuntura para reflexionar sobre las herramientas con las que contamos para hacer frente a esta pandemia y ponderemos la evidencia de mayor calidad existente: ¿qué funciona y qué no?, ¿cuáles son los mejores métodos y estrategias para enfrentar una enfermedad altamente contagiosa como la que nos está afectando?
Para responder estas preguntas, sería conveniente que dejemos el pensamiento mágico religioso de lado y en su lugar empleemos el pensamiento crítico basado en evidencia, ya que nuestras propias vidas pueden depender de ello.
Bien harían los líderes religiosos en reconocer abierta y públicamente que no tienen ninguna clase de poderes especiales para enfrentar al coronavirus, y así ayudar a la población a prestar mayor atención a especialistas bien respaldados en evidencia científica, que es, al final de cuentas y por mucho, el mejor instrumento con el que contamos para tomar decisiones acertadas en medio de la grave pandemia global que estamos viviendo.
Pablo Chaverri
Académico