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El lado oscuro de la globalización

Ennio Rodríguez ennio.rodriguez@gmail.com | Martes 09 mayo, 2017


El lado oscuro de la globalización

En las elecciones recientes de Estados Unidos, Europa y en el Brexit se vieron fuerzas oscuras en juego, las cuales atentan contra la soberanía de los procesos electorales y la democracia misma, mediante el favorecimiento sistemático de populistas nacionalistas. Puede verse como un producto de la globalización.

Hace 15 años participé en un evento en La Habana, convocado por Fidel Castro y el anfitrión era el Banco Central de Cuba, donde participaban antiglobalófobos (como se les conocía entonces) de todo el continente y algunos europeos. En esa ocasión nos invitaron al Banco Mundial (BM) y al Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Acudí en representación de este último. El representante del BM defendió la globalización y tuvo que sufrir la ira y rechazo del enorme auditorio a reventar. Las presentaciones antiglobalización eran, prácticamente todas, un rechazo ideológico sin fundamentos analíticos, y las propuestas alternativas, un mar de vaguedad. En mi presentación, sin dejar de mencionar los beneficios de la globalización en la disminución de la pobreza y la mejora del nivel de vida de millones en el planeta, expresé mis preocupaciones por el debilitamiento de los estados-nación y el desafío de gobernanza que eso planteaba. Excepto en comercio, donde la OMC ha desarrollado normativa y mecanismos supranacionales para regular el comercio mundial, otras áreas claves no estaban siendo atendidas ante el debilitamiento de las capacidades nacionales. Entre estas, la distribución del ingreso, la cual esperaba se deteriorase como consecuencia de rompimiento del equilibrio en la puja distributiva en el marco de los estados nacionales, pues con la globalización de los flujos comerciales y, especialmente, de los flujos financieros y la ausencia de globalización de los trabajadores, la balanza se inclinaría hacia el capital. También señalé el desafío de la gobernanza de las consecuencias ambientales de la expansión de la producción global, particularmente, para el cambio climático.

Tuve pocas reacciones y todas en la misma línea. La más insistente fue de alguien con fuerte acento francés, quien intentaba encasillarme como neoliberal defensor de la globalización. Tuve que repetir varias que intentaba entender la realidad, no juzgarla ideológicamente (ni a favor ni en contra), y a partir de las fuerzas que identificaba, advertir sobre sus consecuencias, que me preocupaban desde mis preferencias ideológicas (implícitas en mi selección de variables: pobreza, distribución del ingreso y cambio climático). En general, a la izquierda latinoamericana no le interesó mi presentación. No me podían encasillar en ninguno de los dos campos predefinidos (izquierda antiglobalización versus neoliberales).

Pero los fenómenos electorales recientes, en democracias maduras de economías desarrolladas, han permitido observar fuerzas e intervenciones manipuladoras foráneas, antes solo vistas, en magnitud y descaro, en procesos políticos del Tercer Mundo, muchas de ellas al calor de la Guerra Fría. Claramente un nuevo tipo de desafío, ahora mundial.

En diciembre de 2016, Alex Young, director de MI6 (agencia de inteligencia británica), señaló que “la conectividad que está en el corazón de la globalización puede ser explotada por estados con la intención hostil de promover sus objetivos... Los riesgos en juego son profundos y representan una amenaza fundamental a nuestra democracia” (mi traducción).

Carole Cadwalladr publicó en The Guardian, del 7 de mayo de 2017, un reportaje donde documenta una extensa operación global. Esta consistió en que, mediante big data y presupuesto de millones de libras esterlinas, amigos billonarios de Trump, influyeron en el referéndum del Reino Unido a favor del Brexit. Utilizaron perfiles psicológicos a partir del análisis de Facebook, para seleccionar los individuos para ser blanco de mensajes masivos personalizados. También usaron otras bases de datos adquiridas legalmente. El objetivo fue encontrar personas que pudiesen ser persuadidas, de acuerdo con sus perfiles psicológicos, mediante una manipulación emocional. En Estados Unidos usaron herramientas similares para convencer a votantes demócratas de no salir a votar.

También hay evidencias de este tipo de intervenciones en la propia Rusia, Lituania, Letonia, Ucrania, Irán y Moldavia. Probablemente estados también lo estén haciendo, como dice MI6, pero sí ha sido probado que plutócratas, vinculados a la derecha alternativa (racistas, nacionalistas y autoritarios) y a Rusia, con acceso a compañías capaces de manejar big data, han intervenido, en países foráneos y propios, con herramientas de manipulación emocional gracias a las nuevas tecnologías.

Después de sorpresas en EE.UU. y el Reino Unido, la amenaza nacionalista y racista parece haberse contenido en Austria, Holanda y Francia. Pero debemos quedar advertidos que la manipulación plutocrática de parte de ideologías autoritarias de derecha, en el mundo globalizado y conectado, es una amenaza real que quiere convertir el mundo a su imagen y semejanza. Sus presas las pescan en el río revuelto de la automatización.

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