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COLUMNISTAS


El Partido Liberación Nacional se ha ido quedando sin historia

Vladimir de la Cruz vladimirdelacruz@hotmail.com | Miércoles 16 enero, 2019


Pizarrón

Tiene razón Fernando Zamora, abogado, secretario general del Partido Liberación Nacional, cuando en su artículo periodístico “La sociedad del olvido”, publicado en La Nación el pasado 6 de enero, clama por la forma en que se les cambia el nombre a los cantones, y en defensa de que al Cantón hoy de Valverde Vega, no se le ponga el nombre de “Sarchí” atendiendo más a intereses turísticos que históricos.

En el fondo lo que evidencia Fernando Zamora es la incultura nacional, la mala educación pública y general, el poco cultivo que tenemos de la Historia Patria, sus tradiciones, su conocimiento, la ignorancia generalizada que existe sobre detalles de la vida nacional o regional, que pareciera no debieran ser marginados del imaginario colectivo ni del estudio escolar y colegial.

Es evidente en el artículo el poco culto que se hace de personajes nacionales, valores nacionales, patrióticos, que nacional o regionalmente, debieran conocerse según corresponda. Y esto porque no se enseñan y no se conocen, por parte de los educadores, ni por el sistema educativo y cultural nacional, las denominaciones de las instituciones educativas, las de las calles y avenidas, que los tienen, y no hay elementos representativos en ellas que los distingan.

Así por ejemplo, yo estudié toda la primaria en la Escuela Claudio González Rucavado, que era la sección de varones que asistía a la misma escuela, que era conocida como Ricardo Jiménez, donde asistía la sección de niñas. A todos los efectos se decía Escuela Ricardo Jiménez y se ignoraba o desconocía la Claudio González Rucavado. Y fue hasta un curso de Historia, con don Rafael Obregón Loría, en la Universidad de Costa Rica, que lo mencionó y entendí el nombre que llevaba la Escuela de la cual me egresé.

Muchas escuelas y colegios tienen himnos propios y aun así poco se cultiva su aprendizaje y su importancia. Estoy seguro que casi todas las escuelas y establecimientos educativos del país tienen el nombre de una persona, un maestro distinguido o un ciudadano ejemplar, que mereció que se le recordara de esa forma. Sin embargo en la escuela y en el colegio no se enseña ni se educa sobre por qué el establecimiento educativo tiene ese nombre particular.

Sucede igual con la nomenclatura de las calles y avenidas. La Comisión Nacional de Nomenclatura es, o era, la encargada se asignar estos nombres, resultado de alguna investigación o de alguna propuesta que lo justificare.

Recuerdo cuando a inicios de la década de 1960, bajo el gobierno de Francisco Orlich, y del Partido Liberación Nacional, se quería bautizar la autopista que llevaba de la Sabana al Aeropuerto, entonces de Alajuela, con el nombre de Autopista Wilson, en honor del Presidente de Estados Unidos porque se celebraba en esos años su centenario de natalicio. En ese momento un grupo de jóvenes, de la Juventud Socialista Costarricense, que era la organización juvenil del Partido Vanguardia Popular, a la cual pertenecía, hicimos alguna bulla en torno a esa denominación, que nos parecía impropia sobre todo para bautizarla con el nombre de un Presidente norteamericano que había amenazado al país de intervenirlo militarmente. Se logró hacer un movimiento más amplio, y de nuevo el profesor Obregón Loría, con la majestuosidad y el respeto intelectual que se le tenían, levantó la voz y hasta actuó físicamente contra un pequeño pedestal que iba a iniciar el monumento a Wilson. Finalmente, no se bautizó esa arteria automovilística con ese nombre, y hoy la conocemos como Autopista General Cañas, en honor del gran general José María Cañas, que junto con el presidente Juan Rafael Mora Porras, dirigieron la lucha contra los filibusteros norteamericanos en 1856 y 1857. ¿Pero, cuánto sabemos del general Cañas? Del presidente Juan Rafael Mora sabemos más y especialmente se debe en mucho al extraordinario esfuerzo de la Tertulia del 56 y de la Academia Juan Rafael Mora, y a su motor intelectual y emocional, Armando Vargas, y a quienes alrededor de estos esfuerzos y estos grupos de estudio han publicado una serie de libros y artículos que enriquecen notablemente la memoria de nuestros héroes nacionales y de la Campaña Nacional.

Recuerdo una vez que visité Caracas, en Venezuela, en la década de los 1980, donde había una intensa polémica por un monumento que se le había hecho con una figura muy estilizada, casi femenina. Y la discusión casi versaba y giraba alrededor de si Bolívar había sido gay o no. Y yo era el sorprendido por esta discusión intensa y apasionada, que me parecía irreverente. Rápidamente descubrí, ya historiador, y con el estudio de Bolívar que lo fui profundizando y enriqueciendo cada vez más, que la figura de Bolívar era, en la sociedad venezolana, no solo objeto de veneración y exaltación, sino una figura sacralizada y desacralizada, divina y mundana. De él se discutía de todo, como parte de ese culto, admiración y amor que se le profesa al Gran Libertador. Y aprendí cuánto nos faltaba a nosotros de estimular el estudio de nuestros héroes, nuestras figuras y valores nacionales.

Una nación, un país, una Patria se forja también en el conocimiento de sus líderes históricos, de sus héroes, de sus epopeyas, en el conocimiento de su Historia, y el debate de esos líderes, sobre sus héroes, epopeyas y situaciones históricas, así como el cultivo y respeto de sus símbolos patrios y valores nacionales. Lamentablemente en esto falla nuestro sistema educativo, nuestro sistema institucional y nuestro sistema político.

Hay sobre esto algunos personajes de la Historia Nacional que resaltan mucho más que otros en ese conocimiento popular, que están asociados a las grandes reformas sociales, el Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia, monseñor Víctor Manuel Sanabria Martínez y Manuel Mora Valverde, que sobre ellos se realiza cierto “culto”, sin conocer su vida y su pensamiento, tan solo su obra social institucionalizada. Así por ejemplo, el Dr. Calderón Guardia inicia su vida política en 1930 en la Municipalidad de San José y en 1934 se inicia como diputado hasta que en 1940 llega a la Presidencia de la República. Pero, ¿qué se conoce de él del periodo anterior a 1940, de toda esa década? Casi nada.

El otro evento importante, al final de esa década de 1940, fue la llamada Guerra Civil de 1948, jefeada por José Figueres Ferrer, don Pepe, de la cual destaca en la memoria nacional él, porque el resto de los lugartenientes y dirigentes de esa guerra son bastante desconocidos popularmente, y su paso por el gobierno, desde la Junta Fundadora de la Segunda República, lo destaca más por el impacto que este gobierno transitorio tuvo en el desarrollo institucional del país en la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días.

Los próceres de la Independencia y de los gobiernos iniciales de 1821 hasta 1823, ¿quién los conoce y recuerda?

De todos los gobernantes de Costa Rica, a partir de 1824, son muy relevantes en el imaginario colectivo algunos como, Juan Mora Fernández, Braulio Carrillo, Francisco Morazán, José María Castro Madriz, Juan Rafael Mora Porras, Jesús Jiménez Zamora, los liberales Tomás Guardia Gutiérrez, Próspero Fernández y Bernardo Soto, Rafael Yglesias Castro, Cleto González Víquez, Ricardo Jiménez Oreamuno, Alfredo González Flores, Federico Tinoco por la dictadura que ejerció, Julio Acosta, León Cortés, además de que a Cortés el figuerismo le rindió culto.

Los presidentes de la segunda mitad del siglo XX, los de la Segunda República, destacan y son más conocidos por la cercanía histórica que con ellos tenemos, y por el dominio que ejerció el Partido Liberación Nacional en la vida pública, gobernando desde 1953 en nueve ocasiones de 17 hasta hoy, que supieron exaltar a sus líderes.

La Guerra Civil de 1948 produjo mártires en ambos bandos. Desde la Junta de gobierno se exaltó a algunos. Para los comunistas costarricenses, que los recuerda cada diciembre los Mártires del Codo del Diablo y para la Junta de gobierno y los liberacionistas, el Dr. Carlos Luis Valverde Vega, por citar estos dos casos.

En el caso particular del Dr. Carlos Luis Valverde, quien siendo opositor al gobierno de Teodoro Picado Michalski, 1944-1948, y opositor a la candidatura por segunda vez del Dr. Calderón Guardia en la campaña electoral de 1947-1948, prestó su casa, en la cercanía del Paseo Colón, para una reunión política, la cual fue asediada por la policía del Gobierno, donde se armó una balacera entre los que estaban afuera, los policías y los estaban adentro, los opositores, falleciendo en el lugar el Dr. Valverde Vega, persona y médico muy estimado en esos días, lo que dio motivo a los opositores de encender más su furia contra el gobierno.

Hasta ese momento el Dr. Valverde Vega no tenía una presencia política destacada en el plano nacional. Hermano de Fernando Valverde Vega, otro alto dirigente opositor, y este sí un político relevante durante muchos años desde la Junta de Gobierno, y del Partido Liberación Nacional, hasta el tercer gobierno de José Figueres Ferrer, 1970-1974.

La oposición política con la muerte del Dr. Valverde encontró su mártir y héroe de ese final de 1947. Cuando ya Gobierno, la Junta Fundadora de la Segunda República, en la sesión ordinaria, No. 81, celebrada a las nueve horas del primero de marzo de mil novecientos cuarenta y nueve, con asistencia del señor Presidente Figueres, quien preside y de los señores ministros: Valverde, Orlich, Martén, Blanco, Núñez, Gámez y Odio, se acordó en el punto 14 de esa sesión lo siguiente: “Se declara al Dr. Carlos Luis Valverde V., Benemérito de la Patria y Mártir de la Segunda República. Se suspende la sesión a las 14 horas.” No hay en el Acta ninguna justificación por la cual se le declara Benemérito de la Patria y Mártir de la Segunda República.

Más tarde se dispuso ponerle a uno de los cantones de Alajuela, cuya cabecera era Sarchí, el nombre de Carlos Luis Valverde Vega, el que ahora se quiere quitar.

La muerte del Dr. Valverde fue cuestionada en su momento. Se llegó a afirmar que el tiro que le había dado muerte lo había recibido por la espalda, haciendo suponer que pudo ser un tiro salido de sus mismos compañeros que estaban en su casa, que disparaban hacia afuera, un “accidente” en ese acto de combate que se escenificó a pocos metros del Paseo Colón. Así se construye la Historia…

Hace pocos meses hubo una ligera discusión nacional sobre la estatua de León Cortés, de si se quitaba o no de donde se encuentra, asociando su figura a la simpatía pronazi que el Presidente ostentaba.

Esto es parte de esa discusión nacional que es necesaria, que se debe fomentar, sin cadenas ideológicas, sin camisas de fuerza, abierta, franca, donde la discusión produzca más y mejor conocimiento de esos personajes que con sus nombres hoy cubren carreteras, calles y avenidas, instituciones públicas, cantones y provincias inclusive.

Un ejemplo para la discusión, el Cantón Juan Vázquez de Coronado. ¿Debe mantenerse ese nombre, de un conquistador que fue sin lugar a dudas, por la cantidad de hijos que se le atribuyen, y por el poco tiempo que vivió en Costa Rica, un violador y un abusador de nuestras indígenas?

O si se quiere llevar la discusión al terreno de la laicidad, por qué mantener los nombres de los santos religiosos en los cantones y no buscarles a esos cantones nombres más vernáculos, más terrenales o regionales, y no celestiales…

Cuando Fernando Zamora sale pluma en ristre, a defender a su mártir partidario, pone en evidencia también la baja cultura del Partido Liberación Nacional hacia sus diputados y hacia sus militantes. Se ve que hace mucho ese partido ha dejado de formar en cursos políticos, en la historia de ese partido a sus afiliados o militantes y a sus simpatizantes. Liberación Nacional se ha ido quedando sin historia, y no solo porque no la estudian sino porque han ido destruyendo también las obras históricas que le dieron renombre y presencia en la sociedad nacional.


 





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