El populismo, batalla por la supervivencia democrática
Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 30 junio, 2017
Sinceramente
El populismo, batalla por la supervivencia democrática
Decían los antiguos que la monarquía era sustituida por la democracia, la democracia por la demagogia o el populismo y este a su vez por la dictadura. Es claro que el patrón descrito tiene lógica, consistencia y realidad histórica. El populismo es un formidable enemigo de la democracia, es un mortal enemigo de la república como la hemos conocido. El populismo es el travestismo de la convivencia en derecho y en civilidad. El populismo no propone, solo destruye. El populismo y la demagogia solo generan una imagen de civilidad pero en realidad es el matonismo despótico llegado al poder.
El 30 de enero de 1933 el populismo del Nacional Socialismo llegó al poder en Alemania. Sus discursos habían sido reforzando la tesis de que los judíos eran los causantes de la desgracia del país. Buscaban simplemente un chivo expiatorio a quien echarle las culpas de la derrota de 1918 que era atribuible a las clases dirigentes del país y al agotamiento de la estructura productiva de la economía de guerra. El populismo señaló que era el chivo expiatorio el que había forzado y persuadido a todos a rendirse, que ellos quedaron bien y eran los que en realidad habían ganado la guerra perdiéndola todos los demás. El chivo expiatorio fue caricaturizado con la “rata”.
El populismo utiliza sentimientos, imágenes y construye prejuicios descartando todo argumento racional, toda propuesta válida, todo planteamiento de posible análisis. Por eso es que el populismo construye chivos expiatorios en su imaginario social. Hay que echarle las culpas a alguien y hacerla sujeto del odio social.
El populismo busca destruir el razonamiento y busca acabar con propuestas y el uso de la razón. Así un 10 de mayo de 1933 para acallar las voces de quienes advertían y buscaban solución racional a los problemas nacionales, propiciaron la quema de libros en todas las ciudades alemanas. Las personas se sumaron a esa quema lanzando al fuego las ideas, a los argumentos, a los autores. Estaban quemando entonces los libros de quienes pertenecían al grupo humano de los chivos expiatorios, pero la supresión de la razón era su objetivo y terminó con toda argumentación, toda discusión racional.
Es más fácil descalificar al interlocutor que responder a sus ilustrados argumentos. Es más fácil sentir que entender, es más fácil insultar que razonar, es más fácil odiar a quienes se ha acusado como los culpables que buscar la salida a los problemas de país. Etiquetar, descalificar, agredir, insultar, lanzar improperios, acabar con las personas para no tener que responder los argumentos fue su exitosa estrategia. El matón impone la fuerza no la razón.
El populismo entonces monopolizó los medios de comunicación mediante el amedrentamiento, mediante los camisas pardas y el garrote, las amenazas y la intimidación. A los razonables y moderados, a los intelectuales y defensores de democracia, libertad de expresión y pensamiento se les desapareció, se les eliminó física y mediáticamente. A garrote tomó el populismo las calles, a garrote tomó los medios y mediante las prohibiciones y quema de libros se impidió la transferencia de conocimientos y argumentos con los cuales oponerse al mismo. Muera la razón, mueran los argumentos, acaben con el interlocutor, no discutan ideas, el garrote y la fuerza es lo que debe imponerse, fue su táctica callejera.
El populismo es un fenómeno presente en la Costa Rica de nuestros días. El chivo expiatorio no es un grupo humano, es la clase política democrática tradicional. No se argumenta ni se exhiben pruebas, solamente se les acusa de manera genérica para lograr dos efectos: que nadie se defienda de la acusación ya que no se menciona nombre o apellido, tan solo se sugiere que uno u otros…”todos corruptos” y en segundo término no tener que aportar pruebas judiciales para demostrar la verdadera culpabilidad. Si alguno responde, la respuesta no va en concordancia con el argumento expuesto, la respuesta es… “siempre los mismos, todos corruptos” para descalificar a quien transmite la idea y acabar con su credibilidad. Si el linchamiento mediático no coincide con un juicio formal en estrados, el argumento es que los juzgados son corruptos y la fiscalía también y claro el OIJ.
El país no puede permitir que los populistas acaben con la legitimidad del liderazgo político nacional para silenciarlo. Costa Rica no puede permitir que quienes no proponen sino que tan solo destruyen acaben con el intercambio civilizado de opiniones. La ciudadanía no puede tolerar que las redes y medios invadidos por troles y matones cibernéticos acaben con la libertad de expresión y de pensamiento. No podemos volver, ni volveremos a las calles llenas de camisas pardas o negras o azules o rojas garrote en mano aunque sean estas calles las redes y sean personajes electrónicos los agentes protagonistas. Esto no es un vacilón ni un circo, este es el futuro de Costa Rica y de nuestros hijos y nietos. Un país no se construye destruyendo personas o criticándolo todo. Un país no fortalece la institucionalidad destruyendo la credibilidad en ella y sus personeros indiscriminadamente.
Los costarricenses deben comprender que el fenómeno populista destruyó a una generación europea completa, descarriló libertades y vidas, propiedades y derechos humanos. A Costa Rica hay que cuidarla, hay que luchar por ella, hay que trabajar en su mejoramiento. La patria se construye con planes, con planteamientos, con argumentos e ideas. Los insultos no construyen, los improperios no erigen la institucionalidad. La patria siempre es primero.
Profesor
ebruce@larepublica.net
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