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El sentido del deber no implica aspiraciones políticas

Felipe Guadamuz Flores redaccion@larepublica.net | Lunes 27 julio, 2020

Felipe Guadamuz

Volando Guayabazos

La frase de Lope de Vega “obras son amores y no buenas razones” podrá sonar trillada, pero sigue siendo válida, en especial ahora con el tema del Covid-19. Escribir en prensa, publicar en redes sociales, analizar problemas país no siempre se hace aspirando a un puesto político, sino a pesar de ello. Los líderes saben lo que es el sentido del deber y no necesariamente buscan un puesto político o como hacen muchos que entran a la política con ese objetivo, para luego después de su mandato terminar en una organización internacional con un salario pagado por toda la comunidad internacional sino porque lo hacen por el país. Quizá para algunos políticos en el poder eso sea difícil de entender, pero hay gente que hace las cosas sin esperar nada a cambio.

De palabras vacías está lleno el mundo y muchos actúan con base en mensajes de supuesto liderazgo que de las palabras no pasan. El verdadero liderazgo está en demostrar con acciones, con obras, como diría Lope de Vega, esos mensajes de liderazgo y no citando a Kennedy en sus discursos que de la retórica bonita no pasan. Todos, absolutamente todos tenemos que amarrarnos la faja en una pandemia y la verdadera humildad no es agachar la cabeza sino hacer lo correcto, aunque no sea del agrado de la mayoría, de los gremios o de los políticos en el poder.

La generación X, con sus gobernantes, ha demostrado haberle quedado grande el mandato. No es con guitarras, críticas sin propuestas que las acompañen, oposición politiquera a cualquier propuesta, canciones en inglés con acento latino ni con la lengua afuera en “selfies” que se gobierna un país. La esposa del César no solo tiene que serlo sino aparentarlo y por lo menos ello implica demostrar solidaridad con hechos, no solo con palabras. Ofenderse porque le digan la verdad demuestra en esas personas arrogancia y altanería, producto de lo que pareciera ser un embebecimiento con el poder, con los banquetes y con las adulaciones y la muestra más grande de debilidad está en no aceptar consejos de personas que no estén dispuestas a adular a quienes detentan el poder.

Sería un error reducir a una sola causa el fiasco que este gobierno ha supuesto en muchas áreas porque la responsabilidad no solo es de Zapote sino de Cuesta de Moras también. Hay quienes no aspiran a puestos políticos y no temen decir la verdad sin importar si a los gobernantes con guitarra, con la lengua afuera en los “selfies” o con una biblia en la mano y oponiéndose a la trazabilidad de los ingresos a sus iglesias les guste o no.

Puede que a quienes digan la verdad los insulten, les cierren las puertas de los partidos políticos, pero quien es fiel a sus principios no teme decir la verdad ni hacer lo correcto, la historia está llena de personas que hicieron la diferencia, pero fueron perseguidos, expulsados y hasta asesinados por decir la verdad. Sin embargo, en cada una de esas ocasiones, los cambios que suscitaron fueron tan grandes que implicaron la caída de sus perseguidores y asesinos, quizá no de inmediato, pero sí con el transcurso del tiempo.

Los grandes próceres de la patria, que no son siempre los que la historia, muchas veces manipulada, dicta, sino los que realmente hicieron algo por el país, fueron fieles a sus principios. Creyeron en un Ser Superior, trabajaron duro y no se rindieron, cosa que a veces pareciera que a muchos en el poder en la actualidad les hace falta. Quizá esa sea la razón por la que se molestan cuando se les dice las cosas, porque esperan adulación y no todos son de adular, hay quienes trabajan por lo suyo y no aspiran a vivir de la adulación a otros para obtener el sustento.

La persona fuerte, con principios y seguridad solo se arrodilla ante El Creador, no ante los seres humanos. Muchos no quieren entender esto y se enojan cuando las personas preocupadas por el país abren su corazón y tratan de crear consciencia en los demás. La historia está repleta de personas arrogantes que no soportaban que les dijeran las cosas como eran, pero también la historia está repleta de personas que por su terquedad y petulancia terminaron en la ruina, lo malo es que entre sus piernas se llevaron a pueblos y civilizaciones enteras.

Cuando alguien decidió entrar a la política y servir al país, debía tener claro que sería criticado y tendría que haber aplicado aquella máxima de la Reina Elizabeth II de Inglaterra, esa gran dama que dijo que nunca hay que quejarse. Quien no entienda eso y esté en el poder, debería aprender esta gran lección, pues de lo contrario su envestidura como oficial electo le quedaría muy grande.






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