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El zorro y la liebre: La dictadura académica marxista contra las personas exitosas.

Felipe Guadamuz Flores redaccion@larepublica.net | Lunes 15 febrero, 2021

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Volando Guayabazos

Felipe Guadamuz Flores

Hace un tiempo atrás un profesor dijo que hay una diferencia entre los empresarios y las personas de negocios. Un empresario se arriesga, la persona de negocios no arriesga, y esa persona de negocios es cualquier otra cosa menos un empresario.

Sin embargo, el imaginario colectivo, impulsado por ciertos profesores universitarios irresponsables, usualmente de universidades estatales, en la mayoría de los casos con jugosos salarios pagados por los contribuyentes, satanizan a las personas que emprenden y que pagan los salarios de esos funcionarios universitarios.

El empresario es el motor de la economía, no su freno, pero las posturas marxistas trasnochadas de la academia socialista afectan al resto de la sociedad, porque de manera mal intencionada echan en un mismo saco a los empresarios y a las personas de negocios.

Un empresario es una persona que emprende, que sale a trabajar todos los días. La persona de negocios se sienta en una mesa de tragos con algunos políticos y luego “gana” una licitación. Un empresario es una persona que arriesga, una persona de negocios vive de hacer favores políticos. Un empresario es una persona que muchas veces tiene que correr antes de la quincena para pedir prestado y así poder pagar los salarios de sus empleados, una persona de negocios quizá hasta tenga a sus empleados con algún tipo de subvención estatal directa o indirecta.

Con esto, no se quiere decir que todo aquél que licite y gane licitaciones lo haga de manera inadecuada, porque eso no es así, pero se sabe que muchos procesos licitatorios son obtenidos de manera irregular. Sin embargo, esos profesores universitarios irresponsables antes mencionados, generalizan y equiparan a los empresarios honestos con las personas de negocios deshonestas.

El doble discurso de quienes desde sus podios académicos despotrican contra los empresarios, es una hipocresía, porque viven con un estilo de vida muy similar al de los empresarios exitosos, a pesar de que, contrario a esos empresarios, ellos no tienen que preocuparse de pagar planillas, impuestos excesivos, sino solamente de criticar y maldecir a los empresarios que pagan sus salarios.

En su utopía socialista, con los lujos pagados por la clase trabajadora, estos supuestos defensores de los trabajadores en realidad son sus peores enemigos, porque esa caja de leche que esa familia no pudo tomar, esa lata de atún que no se pudo adquirir esta quincena y esa preocupación constante porque no alcanzan los pases del autobús, es producto de esos salarios inflados pagados a las vacas sagradas de las universidades públicas, así como en otras instituciones autónomas, por los cuales aumentan los precios de todo lo demás.

La ciudadanía pierde de vista que el gobierno central tiene muy poco poder sobre los presupuestos de las instituciones autónomas que engullen dos tercios del presupuesto total del Estado. A lo interno de las instituciones autónomas, se han creado culturas en las cuales aquellas personas que no encajen con la doctrina socialista no son contratadas y quienes están sin ser socialistas, eventualmente son despedidas, en especial, en la academia.

La dictadura académica se ha trasladado a la política y personas de poca monta y mucha cara dura han salido de las universidades públicas para ocupar espacios en la política nacional e inclusive hasta en altos puestos del Poder Ejecutivo y Legislativo, precisamente, con discursos de odio hacia los ricos y las clases pudientes, clases a las que ellos pertenecen y con un clasismo que muchas veces supera al de María Antonieta, la esposa de Luis XVI de Francia a la cual le terminaron cortando la cabeza, miran por el encima del hombro a los demás.

El daño realizado por la dictadura académica socialista a la sociedad costarricense se evidencia en la división de clases, la ineptitud de quienes son elegidos para gobernar y legislar, así como en el altísimo coste de vida.

Claro está, no todos quienes trabajan en universidades estatales son socialistas ni cuentan con esos jugosos salarios, pero una gran cantidad sí. Esos marxistas son quienes terminan colocándose en diferentes instituciones públicas, generalmente, autónomas, que es donde se pagan los mejores salarios, en tanto que el servicio público que prestan es mínimo y más bien pareciera beneficiar a sus propios círculos.

Si tuvieran que emprender para vivir, se morirían de hambre, por eso les es más fácil vivir a costillas del pueblo, diciendo que lo defienden, cuando en realidad lo mancillan y apuñalan de frente y por detrás. Y, de paso, atacar a los verdaderos emprendedores para no quedar ellos tan mal ante la ciudadanía.

Es muy fácil ser socialista, porque no hay que sacar del dinero del bolsillo propio para dar a los demás, sino meter las manos en los bolsillos de los contribuyentes y regalar lo ajeno a quienes muchas veces no lo necesitan y de paso obtener becas completas para los suyos, a pesar de no necesitarlas tampoco.

Estas son verdades de Perogrullo muy incómodas que la ciudadanía sabe, pero nadie quiere hablar de ellas. En tanto las dictaduras académicas promueven sus ideologías trasnochadas y adoctrinan a nuestros jóvenes para que detesten a las personas exitosas y acaudaladas, estos dictadores se van de viaje a Europa en primera clase y publican en redes sociales sus suntuosos estilos de vida, mientras a los verdaderos pobres no les alcanza ni para pagar el recibo de la luz de la institución autónoma donde se cobran tarifas exorbitantes porque hay que mantener los salarios de esos socialistas que las dirigen.

Al final de cuentas, ser socialista es un buen negocio y solo quienes realmente creen en la democracia y tienen principios son los que, a pesar de poder formar parte de las cúpulas marxistas, no se adhieren al marxismo y prefieren trabajar.

Sin embargo, ahora que la campaña electoral se avecina, es importante que la ciudadanía no muerda los anzuelos de los hipócritas que dicen defender a la clase trabajadora, cuando en realidad son sus peores enemigos. Es más, paradójicamente, la dictadura académica que tanto odia a las personas de negocios, está, al final de cuentas, compuesta por personas de negocios, unos se dicen llamar empresarios cuando no lo son, otros profesores cuando en realidad no enseñan, sino que adoctrinan, ambos, para su propio beneficio.

La próxima vez que un jerarca de una de esas instituciones salga a supuestamente defender los derechos de la clase trabajadora, recuerden, estimados lectores, que cuando el zorro escucha gritar a la liebre, acude enseguida, pero no para ayudarla.






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