El Maravilloso Mundo del Sentir
Durante siglos, el sentir, o sea, tener emociones, se ha catalogado como algo malo, algo que hace débil, especialmente si éstas interfieren con su trabajo. Por otro lado, la sociedad nos ha enseñado que ciertas emociones como la envidia, los celos, la cólera, el odio; son emociones malas, algunas incluso pecado capital, por lo que esto nos impide que nos demos el placer de sentir.
Sí, el placer; porque sentir es una experiencia grandiosa, y la es inclusive cuando nos percatamos que tenemos sentimientos considerados “malos”. Y la palabra malos está entre comilla, porque gracias al avance de la ciencia, se ha podido comprobar que los sentimientos per sé no son malos ni buenos, son sólo sentimientos.
Las emociones las tenemos porque son la forma en que nuestro cerebro nos comunica de posibles peligros que detecta nuestro inconsciente. El lenguaje del inconsciente son las emociones. Imaginen nada más, siglos de prestar oídos sordos a nuestro inconsciente, que a veces acierta en las alertas, y a veces no tanto, y ésta es precisamente la razón por la que se vuelve importante aprender a sentir, para poder entender la información que nos está dando y actuar tomando en cuenta esta valiosa información.
Cuando la ignoramos, puede que simplemente el cerebro no haga nada, pero si la alerta es muy importante para el inconsciente, va a actuar, sin pedirle permiso a la razón, y es cuando luego decimos, no sé porqué lo hice, no estaba en mis casillas, fue un impulso, entre otras palabras que decimos, pero sin mayor comprensión.
El trabajo de sentir no es fácil, requiere de paciencia, ecuanimidad, humildad para aceptar cualquier emoción que identifiquemos, incluso una como la envidia. Cuando ya logramos identificar qué sentimos, viene el momento de analizar esa información y decirnos, por qué mi cerebro me está enviando estas emociones. Si hacemos el ejercicio de 5 porqués usualmente llegamos a la razón principal de lo que a nuestro cerebro le preocupa y con esta información podemos actuar.
Veamos un ejemplo.
A mi amiga le acaban de regalar una bebé. Yo no logro sentirme bien con la felicidad de ella y su bebé.
Este escenario manejado con Inteligencia Emocional: hago la técnica de los 5 porqués
1. ¿Por qué no me siento feliz? ¿Qué podría estar en peligro que mi cerebro me tiene que avisar de esta forma? Porque el bebé no es mío y yo quiero tener más pero ya tengo 38 años y no sé si podré tener más.
2. ¿Y por qué, al no ser mío me impide alegrarme por ella?
Porque ella tiene lo que yo quiero, siento envidia
3. ¿Y qué quiero hacer con este sentimiento?
Reconocer que es un sentimiento válido, y comprender que, el que ella tenga un bebé, no me impide a mi tener mis bebés.
En este momento (solo ocupé 3 porqués) yo decido cómo quiero manejar la situación. Yo decido comprender que mi sentimiento es normal, que no me hace mala persona, y voy y visitoal bebé de mi amiga y trato de sentirme alegre por ella. Aclaro a mi cerebro que no hay peligro de nada con esta situación.
Veamos el mismo escenario manejado sin Inteligencia Emocional:
No hago introspección, voy a ver a mi amiga, pero no disfruto en nada el día porque algo me molesta. Me siento terrible y no sé por qué. Al llegar a casa, llego de mal humor, sigo con un sentimiento “raro” y me peleo con algún familiar. Me voy a dormir triste sin saber por qué.
En este ejemplo, si la situación empeora, podría llevarme a conductas no deseadas y ahí es donde una emoción que empieza como una alerta como la envidia, puede convertirse en algo malo. No es el sentimiento per sé el que es pecado, es lo que hacemos con el sentimiento no analizado el que puede llegar a serlo.
¿Quiere aprender a sentir? ¿Quiere saber más sobre las emociones?
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Martes 18 octubre 6pm.
Inscribirse en el siguiente link:
https://attendee.gotowebinar.com/register/6513964657590260738
Ingrid Rosenberg
Socia de Talent Advisors
http://www.talent-latam.com