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Sábado, 7 de septiembre de 2024



FORO DE LECTORES


Empresa y país, más que un bicentenario

Roberto Artavia roberto@artaviaconsultoria.com | Martes 07 septiembre, 2021

Roberto Artavia

Allá por el año de 1808 se realizaron las primeras exportaciones de café a Nicaragua, por parte de un empresario de apellido Montealegre, precisamente de origen nicaragüense. Poco imaginaba aquel emprendedor que su acción se seguiría realizando, dos siglos más tarde. Menos se imaginó que el café se convertiría en motor principal de nuestra economía por los siguientes 180 años, junto al cacao y el tabaco, inicialmente; y luego junto al banano, el azúcar de caña y la carne bovina. Por muchas décadas y hasta 1983, estos productos agropecuarios de exportación conectaron a Costa Rica con el mundo por medio de unas pocas rutas de comercio, que sin embargo nos bastaron para crecer vigorosamente e importar los productos y tecnologías que transformarían, paso a paso, nuestra realidad nacional.

¿Cómo no recordar que el proceso húmedo de café, una tecnología desarrollada por don Benito Dengo, allá en la década de 1830, se convirtió en una patente vendida en 100 reales de oro y que, por medio de sus compradores ingleses, vendría a transformar la productividad de la industria cafetalera en todo el mundo?

¿Cómo no recordar que empresarios nacionales, en 1843, agobiados por los intermediarios granadinos, que explotaban su posición como puerto de exportación único para Costa Rica, generaron una gran alianza público-privada en que exportadores de la Meseta Central financiaron la apertura de la trocha y el puerto de Puntarenas, para que el país se conectara con el mundo de manera directa?

¿O que una gran inversión extranjera, atraída con favorables condiciones e incentivos, fue la que a finales del siglo XIX nos permitió desarrollar la que por muchas décadas sería nuestra segunda exportación más importante ―el banano―, y el desarrollo del ferrocarril al Atlántico, que nos conectaría con el mundo de manera mucho más eficiente?

¿O que después, gracias a un proceso de industrialización protegida, impulsada por el Mercado Común Centroamericano, en las décadas de 1960 y 70, nuestro país aceleraría la urbanización de su población, la eficiencia social y la creación de grandes sectores industriales y comerciales que aún hoy representan el grueso del empleo y una parte esencial de nuestra economía y bienestar?

En la década de 1980 ―conocida para las naciones de la región como la década perdida―, Costa Rica entra en la era de la globalización, de la mano de otra gran alianza público-privada ―representada por CINDE, PROCOMER y COMEX― y por medio de un proceso dirigido de diversificación de exportaciones, un fuerte régimen de zonas francas, impulso a industrias de servicios ―principalmente el turismo―, salta de exportaciones que eran hasta 70% café, banano, cacao, azúcar y carne; a exportar más de 4200 bienes y servicios a más de 160 mercados del mundo y con alto contenido de tecnología y conocimientos.

Estas industrias crecieron vigorosamente en los últimos 40 años gracias a instituciones, legislación, programas, proyectos de economía mixta, inversiones clave en infraestructura y políticas económicas ―comercial monetaria, crediticia, laboral y ambiental― alineados con las necesidades de inversión y competitividad de nuestras empresas nuevas y tradicionales; quizás teniendo sus momentos más emblemáticos e importantes en el desarrollo de una gran industria turística, líder mundial en su campo; en la inversión de INTEL, que nos abriría la puerta a ser centro de producción de industrias de alta tecnología y conocimiento; y en que al día de hoy, nuestro sector productivo más importante es el de ciencias de la vida e implementos médicos.

El resultado es una nación con una democracia ejemplar, instituciones sociales reconocidas mundialmente y un alto progreso social, una fuerza laboral que es el principal factor de competitividad del país, una economía robusta y diversificada; y gran prestigio en temas de sostenibilidad; todo gracias a un sector empresarial que, una y otra vez, se ha adaptado para llenar las necesidades de producción, empleo y comercio internacional de nuestra pujante economía, al tiempo que ha cumplido con el financiamiento de un Estado que ―con altibajos, sin duda― ha recibido el impulso solidario de la empresa nacional por medio de impuestos, cargas sociales, y mucho, pero mucho más…






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