En desarrollo humano vivimos del pasado, preveamos el futuro
Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 06 enero, 2020
Diciembre nos trajo el Informe de Desarrollo Humano 2019 del Programa de Desarrollo de Naciones Unidas (PNUD), que desde 1990 nos ofrece una medición de la situación de cada país en su evolución económica y social, más inclusiva que las cuentas nacionales.
Dada la desaceleración en la actividad económica que experimentamos desde 2015 no es de extrañar que los resultados no sean satisfactorios.
El Índice de Desarrollo Humano (DHI por sus siglas en inglés)) que anualmente presenta este informe, añade a los ingresos económicos de las personas, mediciones respecto a su salud y educación y desde un inició nuestro país ha resaltado por la mejor posición que alcanza en el ranking más inclusivo, en comparación al que detenta cuando solo se considera el PIB.
En el Informe 2019, con datos de 2018, ocupamos la posición 68 entre 189 economías, la misma que el año anterior. Esa posición es 12 escalones mejor que la que nos correspondería con relación al nivel de Ingreso por Habitante, pues en ese aspecto ocupamos el lugar 80.
En América Latina nos superan Chile, Argentina y Uruguay que ocupan las posiciones 41,48 y 57 respectivamente y se ubican en la primera categoría de países con “muy alto desarrollo humano” y Panamá que ocupa el puesto 67 y comparte con nosotros en el grupo de países con “alto desarrollo humano” Estos cinco países hemos ocupado posiciones similares desde 1990, con algún pequeño cambio en su orden.
De 1990 a 2018 el HDI de Costa Rica ha tenido un crecimiento promedio anual de 0,69%, que es menor al que corresponde a todas las economías (0,72%) y también inferior al crecimiento del grupo con alto desarrollo humano, que fue de 1%.
Me parece importante considerar el período de desaceleración económica posterior a 2015. En estos tres años nuestro HDI solo ha aumentado 0,34% anualmente, y no se ha sufrido un mayor deterior en nuestra posición comparativa internacionalmente, porque en los años previos de esta década había crecido con rapidez.
Desde 2010 los Informes de Desarrollo Humano del PNUD iniciaron una medición del impacto que tiene en el nivel de desarrollo humano de cada país, su desigualdad interna en condiciones de salud, de educación y de ingreso. Este Índice de Desarrollo Humano Compensado por la Desigualdad (IHDI) sería igual al HDI si no hubiera diferentes niveles de salud, educación e ingreso entre los diversos deciles de ingreso.
En 2010 cuando por primera vez se midió el IHDI, nuestro país perdía un 20,6% del nivel de su desarrollo humano por efecto de la desigualdad en la expectativa de vida, el nivel de educación y los ingresos de las personas. Perdíamos 6 puestos en el ranking entre economías al comparar los que corresponden al HDI y al IHDI, pasando de la posición 62 a la 68 entre las 169 economías entonces consideradas.
Según los datos de 2018 la perdida en el HDI por la desigualdad fue de 18,7% y perdemos 7 puestos en el ranking con este ajuste.
El Informe presentado hace un mes hace hincapié en los efectos de la desigualdad sobre el desarrollo humano, y especialmente en lo que atañe a las nuevas formas de desigualdad que nos amenazan por la muy desigual participación en las nuevas habilidades requeridas por el cambio tecnológico, por el desarrollo que van alcanzando las economías y por las amenazas climáticas. Ante un mundo con enormes y veloces cambios que abren nuevas opciones y riesgos, generar igualdad de oportunidades para que las sociedades estén abiertas a la movilidad social, requiere cambios institucionales. Solo así se podrán preparar a todos con las nuevas habilidades requeridas.
Nosotros, como la economía mundial, enfrentamos el doble reto de terminar de alcanzar igualdad de oportunidades para que todos puedan enfrentar los desafíos del siglo XX y de prepararnos en las habilidades, infraestructura e instituciones requeridas para que las nuevas oportunidades sean accesibles a todos los costarricenses actuales, y a las siguientes generaciones.
No es tarea sencilla.
Pero contamos con la solución costarricense. Contamos con el bagaje del que nos provee una tradición de previsión, unión y solidaridad que nos ha permitido llegar hasta el grado de desarrollo actual, a pesar de nuestra pequeñez y de la pobreza colonial. Es responsabilidad de las generaciones actuales ser merecedoras de esa tradición.
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