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¿En qué fallamos?

Natalia Díaz natdiaquin@gmail.com | Jueves 24 octubre, 2019


¿En qué fallamos Asistencialismo y pobreza


Durante 30 años nuestros índices de pobreza han oscilado entre el 21 y 22% de nuestra población. Es sabido que aquello que no mejora, empeora. En términos absolutos, cuando éramos 4 millones de habitantes, los costarricenses por debajo de la línea de pobreza sumaban 850 mil; hoy en día, con más de 5 millones, ese número en términos absolutos es de 1 millón 100 mil ciudadanos.

Esto indica que cada año es mayor el número de personas en condiciones de vida difíciles, aunque en términos porcentuales ronde siempre el 21 o 22%.

30 años de inversiones millonarias en instituciones y programas relacionados con la administración de la pobreza en el país, sin que mejoremos ese flagelo que es una vergüenza nacional.

¿Será que en general el presupuesto nacional carece de estándares para medir su efectividad y eficiencia en este campo, y gran parte del dinero que se destina al sector de asistencia social se queda en salarios y viáticos del aparato burocrático, sin una adecuada rendición de cuentas?

La cifra de pobreza permanece prácticamente invariable; lo cual demuestra que a pesar de que el gasto público ha aumentado significativamente en estos últimos gobiernos, éste no ha contribuido a la disminución de la pobreza. Reitero, el gasto público elevado no se ha destinado a atender las necesidades de los más pobres, o bien, es ineficaz.

Queda demostrado que ni con excesivo gasto público ni con clientelismo asistencialista se reduce la pobreza ni aumenta el crecimiento económico.

Solo con políticas públicas que incorporen más libertad económica se reduce la pobreza. Las evidencias de Hong Kong y Singapur, entre otros, son contundentes al respecto.

Por cuestiones de índole ideológica el actual gobierno se resiste a aplicar conceptos que incorporen la adopción de una economía más libre.

Bajemos el impuesto de renta para que las empresas puedan reinvertir, crecer y contratar más personal; similar actitud debemos tomar con el IVA, los aranceles, las cargas sociales, entre otros, si queremos estimular el consumo interno y atraer inversiones. Retomar de nuevo la senda de un crecimiento anual del 5% o 6% es la única forma de generar empleo y, por ende, disminuir drásticamente la pobreza. No es con alivios ni subsidios caritativos como lograremos revertir esos indicadores. La evidencia empírica de nuestra propia historia así lo demuestra. Pobreza y desempleo son conceptos paralelos indisolubles entre sí.

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