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Entendiendo a los animalitos

Natiuska Traña natiuskatp@gmail.com | Miércoles 09 mayo, 2018


Entendiendo a los animalitos

¿Ha tomado café vienés? Si le gusta la crema batida se lo recomiendo. La vez pasada, tomándome uno, conversaba con un amigo, sobre lo que nos hace considerar a una persona “atractiva” y la verdad es que hay tantas respuestas como seres humanos y para gustos los colores. Entre ellas: que los ojos, el color del cabello, que sea largo, corto, canoso, que tenga lindas manos y que sean grandes, que no se coma las uñas, que ojalá que calcen cuarenta y cinco; que tengan la nariz grande (porque esto indica buenas proporciones, que no son sensibles a la vista) y por favor, no nos olvidemos del buen sentido del humor.

Por ahí me salieron con una frase como: “me fijo en los sentimientos”, (risas) esta me dejó un poco sorprendida. ¿Se imaginan la capacidad “psíquica” de este individuo, de con tan solo una mirada “ver” los sentimientos de alguien? Me imagino que si los demás tuviéramos este poder, no existiría el caso en que unos pasan junto a una persona años y no logran descifrar si esa persona siquiera es capaz de sentir.

Respuestas excéntricas de mujeres: “me fijo en que sus zapatos estén lustrados”. Aquí el muchacho playero, no tiene opción.

Revisando en la web, existen un sinnúmero de medidas, de masa corporal, de porcentajes de grasa, de proporciones y simetría, aunque estos conceptos me parecieron de ciencia ficción y hasta algo robóticos, por todos los parámetros de discriminación.

Los dos puntos que más me convencieron que se pueden sustraer de la “investigación” a priori son, el asunto biológico y el entorno social.

Como animalitos que somos este vasto reino, donde a la señorita pavo real le atraen los colores del señor pavo real, y el león se vuelve loco con el olor de las feromonas de la leona, los seres humanos también respondemos a estímulos biológicos. Esto porque la naturaleza se encargó de poner “señales” en nuestro organismo, para indicar al sexo opuesto que nuestros genes son de buena calidad y nos asegurarán una buena descendencia.

Esta teoría plantea que, por esto los hombres se sienten atraídos por los pechos grandes, que aseguran un amamantamiento exitoso (aunque no necesariamente lo sea), caderas voluptuosas, para llevar un hijo en el vientre; cabello y piel relucientes, que indican buena salud; entre otras características. Hoy en día, la ciencia permite adquirir esas “señales” artificialmente y es así como vemos en televisión a muchas “señoritas” que evidencian una excelente capacidad de “amamantamiento”, pese a que el amamantamiento fuera de silicona. Así también, ciertas características masculinas, como el ancho de la espalda, son indicadores de genes en buenas condiciones.

El entorno cultural, también tiene gran influencia la diferencia entre el señor pavo real y nosotros es que estamos socializados (peacocking), hemos aprendido ciertos patrones que la sociedad, nuestra familia y nuestra experiencia nos han enseñado que son deseables. Inconscientemente buscamos señales en el sexo opuesto, que den cuenta de esos patrones: lo que pondría en contexto la fijación sobre los zapatos pulidos, como señal de “hombre organizado”, por ejemplo. Esto explicaría por qué nos llaman la atención no sólo factores físicos, sino también los movimientos o la manera en que alguien se expresa, “¡Uy me encanta cuando se enoja!”. No se trata de una fijación al mal humor, pero sí una asociación de esta conducta con el carácter fuerte y esto es como una evidencia de la conducta.

Sucede a veces que un sujeto, distando de ser un Adonis, es atractivo para muchas mujeres, ellas dirán “tiene algo” y es posible que ese “algo” sea un conjunto de señales que indican que, o sería una excelente pareja, que es atento o que sabe escuchar y que a primera vista no sepamos que así sea, sólo entendamos que nos atrae y punto; nuestro inconsciente se ha encargado de descifrar las señales.

Sin embargo, estas señales, pueden ser ambiguas y hay que leer entre líneas, si no nos pueden conducir a grandes errores. El sujeto de los zapatos impecables puede ser tan organizado como alguien con trastorno obsesivo compulsivo; un tipo de gran ímpetu al discutir, puede ser alguien de ideas claras o un déspota napoleónico; un hombre de gestos amables puede ser un caballero o un mujeriego de los peores que esté tendiendo la trampa, como mantis religiosa.

Tengo amigas que se quejan de sus exparejas, hasta yo misma he estado en la misma situación, con el discurso de que todos son iguales. ¿Qué hace que atraiga hombres así? Mi conclusión mordaz es, que no es una maldición o un oráculo, sino que es a nosotras las mujeres nos atraen un tipo particular de hombres y los seleccionamos por patrón así. Es culpa de los perversos inconscientes, que buscan siempre las mismas señales y pese a que los angelitos buenos, soplen al oído e indiquen la posible mala elección, se entra con “las botas de frente” a esta situación que resulta hasta conocida y después le echamos la culpa a la mala suerte.

Cuidado entonces con aquello en lo que nos fijamos, no sea que resulte como el cuento de Caperucita, donde deslumbradas preguntemos al lobito, “¿por qué tienes esa boca tan grande?” Ya saben lo que le ocurrió a Caperucita por fijarse en lo que no debía.

Cuando describimos con base a elementos separados, lo que nos atrae del sexo opuesto, nos quedamos cortos, pues resulta difícil verbalizar ese “no sé qué” o “qué sé yo” que marca una gran diferencia para determinar si alguien nos es atractivo o no.

Pues, si un hombre describe que le gustan de labios voluptuosos, ojos grandes con largas pestañas y que use tacones altos, podríamos decir que a ese señor lo enloquece Minnie Mouse, o si una mujer afirma que le gustan los hombres mayores, de rasgos caucásicos y de tierna mirada, podríamos decirle que supere a Santa Claus…

Hay quienes niegan fijarse en elementos físicos, quizás evitando ser considerados superficiales, pero no hay de otra, esa es la primera premisa, es poco factible que pase, como con el caballero psíquico, que “veía” los sentimientos. Al final todos los seres humanos buscamos a alguien que nos ame, nos defienda y nos sea fieles, o sea todos necesitamos comprarnos un perro. Y hay hombres que enfermizamente buscan el amor incondicional de la mamá. La verdad considero que no está nada mal, que tengamos esa predisposición que algunos consideran superficial, sin esto no se entablaría ninguna posibilidad de relación.

Si les dijera que a mí me llaman la atención los hombres con vello facial, nariz grande, y de facciones más bien duras, cualquiera podría pensar que el hombre de Neanderthal me vuelve loca. Si a esto le sumo que me atrae la inteligencia, les advierto que no se engañen, de estar vivo Aristóteles, no sería mi tipo.

Así que, a dejar de preocuparse por las elecciones biológicas, hay que dejarlas ser, conocerlas nos da la oportunidad de darle un poco más de análisis, cuando el sensor del “animalito” se activa y nos lleva por esos caminos inesperados.

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