Entre cielo y tierra
Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 03 octubre, 2014
Ordenar la casa parece ser una tarea urgente, impostergable, pero tomará más tiempo que el deseado por los organismos externos
Entre cielo y tierra
Empieza una discusión dura para Costa Rica sobre la necesidad de disminuir el déficit fiscal, que proyecta crecer casi al 6% de la producción para el próximo año.
Mucho del debate se ha centrado en la materia tributaria, sobre cuál sistema impositivo es mejor o qué medida se debe adoptar para satisfacer las exigencias internacionales.
Por matemática simple, cuando se tienen más gastos que ingresos, el remedio viene por lógica en la reducción de los primeros y en la búsqueda de los segundos. En esto no hay mayor ciencia.
Sin embargo, me parece que el obstáculo principal hoy no es un asunto aritmético. El problema que sufre el país es de orden político, y me refiero al hecho de que no existe la credibilidad en los partidos o las instituciones para presentar un proyecto de reforma, sin que este sea asumido con suspicacias.
Nuestra ciudadanía sufre un mal de desconfianza, y no es por causa gratuita. La clase política ha abonado esta semilla, tras décadas de ver a un Estado que ha perdido la convicción poco a poco del servicio público.
Así, hoy el retorno de los contribuyentes sobre sus tributos no es del todo claro. Por un lado, existe conciencia sobre la importancia de contar con un Seguro Social, garantías laborales, una red de educación estatal, pero por otro lado, su deterioro genera dudas de que los recursos lleguen finalmente a sus destinos y cumplan sus fines propuestos.
Hoy frente a una sociedad más conectada e informada es fácil comprender la importancia que reviste la transparencia en la función pública.
Las personas quieren entender a dónde y para qué se utiliza sus contribuciones, y en especial si estas son desviadas en pensiones de lujo, salarios abultados por horas extras y convenciones colectivas.
En nuestro Estado, no se sabe qué funciones cumplen algunos ministerios, entes, oficinas, no se explica con claridad para qué están ahí.
Esto sucede mientras los servicios de atención a las necesidades más urgentes se encuentran desprovistos de recursos.
Ordenar la casa parece ser una tarea urgente, impostergable, pero tomará más tiempo que el deseado por los organismos externos que ejercen presión por una reforma fiscal.
Un impuesto de valor agregado, además de ser regresivo, no solventará los graves problemas de organización, eficiencia y despropósitos en la función pública.
Se requiere primero restituir la credibilidad, limpiando la casa.
Luis Alberto Muñoz Madriz
@luisalberto_cr
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