Entre todos
Candilejas candilejas.cultura@gmail.com | Viernes 22 abril, 2016
Floralia Chaves Zamora tiene 87 años y su agenda semanal de trabajo no deja tiempo libre para casi nada más que cumplir con las obligaciones de trabajo fuera de su casa que ella misma se ha impuesto, viajando en autobús, aparte de realizar las labores propias de su hogar, en donde vive con un sobrino.
Ella es una maestra que a dos meses de haberse pensionado decidió no dejar de trabajar y eligió el voluntariado.
Hoy ejerce en el Centro Nacional de Control del Dolor y Cuidados Paliativos de nuestro país, después de haberlo hecho durante seis años en una iglesia y un año en un asilo de ancianos.
Floralia se mueve con energía de un lugar a otro toda la mañana informando, acompañando y ayudando …“Todo lo que se recibe de ella es dado no solo con eficiencia y responsabilidad, sino también con amor”, nos dice un paciente que prefiere no ser identificado.
Son muchos sus compañeros y logramos hablar con dos de ellos: Gerardo Oviedo Vargas y Julia López Alvarez, quienes resaltan los problemas que enfrentan por las condiciones actuales de infraestructura del centro, pero están esperanzados porque suponen que eso mejorará con las nuevas instalaciones, previstas para dentro de año y medio aproximadamente.
Desde otra rama del inmenso árbol de la solidaridad, Marco Vinicio Zamora Castro, ingeniero que trabaja con la Friedrich Ebert Stiftung, entidad alemana dedicada a la promoción de la cultura en democracia en Centroamérica, considera que “para la democracia funcional el voluntariado es la experiencia práctica y humana más rica que permite a las personas construir los sentidos comunes”.
El aprecia este tipo de labor como acción que tiene su origen en la solidaridad y el deseo de ayudar a otros.
“Lo que me inquieta es que a las personas les queda cada vez menos tiempo para este tipo de actividad.
No hemos planificado ni construido el territorio nacional de modo que estén los espacios en los cuales ésta se podría desarrollar más. Si la gente se pudiera mover con mayor fluidez, podría tener la libertad de decidir qué hacer en una parte de su tiempo.
Creo que este tipo de compromiso es el motor fundamental de tres valores esenciales para una sociedad en democracia: la solidaridad, la igualdad y principalmente la libertad”, explica Zamora.
Por otro lado él deja claro que esta clase de actividad no debe sustituir a las obligaciones que corresponden atender a las instituciones, sino ser un complemento, un espacio para crecer y poner de nuevo a las personas en el centro de todo.
“El voluntariado llena vacíos que el Estado no atiende, de ahí que surjan diverso tipo de agrupaciones para la acción voluntaria. En Costa Rica hubo un imaginario de coexistencia de las diferentes clases sociales entre 1948 y 1970 y hay mucha gente que no quiere que eso cambie”, explica el sociólogo Adrián Portuguéz.
“Las personas que se deciden por hacer voluntariado son capaces de ponerse en el zapato de otro y entonces quieren ayudar, especialmente ahora que se educa más para la competencia que para la colaboración”, dice el psicólogo Rafael León.
En el caso de Luis Diego Herrera, un viaje de intercambio a Alemania por medio de AFS Programas Interculturales de
Costa Rica, le descubrió ese mundo, y a su regreso al país ya estaba ilusionado por seguir conociendo personas y culturas diferentes.
Por eso se incorporó como voluntario de manera local en el comité de AFS en la Unión, Cartago, el cual preside.
Posteriormente, pasó a trabajar a nivel nacional como coordinador del proceso educativo de los participantes de los programas internacionales de servicio comunitario y como miembro de la asamblea de fundadores y patrocinadores de la fundación.
Herrera acaba de graduarse en la UCR como Promotor de la Salud, y para él “permanecer en AFS significa seguir aprendiendo del mundo, aportar a las diferentes necesidades del país que me interesa tratar”.
Un objetivo común, parece, en quienes han descubierto felicidad en el trabajo voluntario.
Carmen Juncos y Ricardo Sossa
Redactores y Editores Jefes
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