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Espejito, espejito…

Natiuska Traña natiuskatp@gmail.com | Miércoles 31 agosto, 2022


En una sobremesa comentábamos la masiva tendencia a los tratamientos estéticos a los que muchas actrices o personalidades se someten estos días, que prácticamente hace que sus rostros se vean iguales. Pareciera que recurren al mismo cirujano plástico y solicitan las mismas cirugías para que el rostro sea exactamente el mismo al de alguien más.

Y bien, supongo que se le suma la presión que tienen de mantenerse jóvenes, vigentes y atractivos, como si fueran un “producto”, lo que los lleva al camino de estas tendencias; pero por otro lado estamos perdiendo la variedad, la naturalidad y la individualidad que tiene cada persona conforme a sus rasgos naturales.

Hilando un poco más delgado en el tema, parece que cualquiera puede caer en esta tendencia producto de la comparación. No sólo las actrices y las personalidades caen en este delirio, sino que todos pueden caer ahí y no necesariamente por el aspecto físico.

Desde que empieza a interactuar con otras personas –y esto viene desde el kínder, si no es que es antes– comienza a tener conciencia de su individualidad, y en vez de admirar que es diferente y su aporte como individuo, empieza a competir. Esto no se circunscribe únicamente al ámbito de los juegos o deportes, que probablemente disfrutaba en esa etapa, sino que lo aplica a las otras esferas de su vida. De adulto, sus comparaciones se dan respecto al estatus económico o social, nivel intelectual, carrera profesional, éxito en el amor o en el sexo y todo esto se convierte en un espejo del propio fracaso. Lo anterior, ocurre naturalmente porque nos comparamos con quien ha llegado más lejos que nosotros –según su criterio o lo que cree la mayoría– y eso lo hace sentir inferior. Y la verdad, si el párrafo anterior le resuena, está bien merecido que se sienta inferior.

Quien se compara, ya está perdiendo. Los grandes genios de la humanidad se caracterizan principalmente, por mantener su individualidad y la “carrera” que compiten es con ellos mismos. Lao-Tse dijo alguna vez: “Aquel que obtiene una victoria sobre otro hombre es fuerte, pero quien obtiene una victoria sobre sí mismo es poderoso”.

Las comparaciones que hará el resto de su vida con otros, nunca serán la mejor medida para mejorar esos puntos que, precisamente tanto detesta de usted mismo. Si acaso le generarán frustración o envidia y poco éxito en su afán de ser “el otro” al que aspira.

Nadie está mejor que usted. ¿Qué sabe usted en realidad de la felicidad, el éxito o la realización de nadie? Su vecino con el Mercedes de lujo quizá tiene miles de problemas legales y la pareja feliz de Instagram vive un infierno de violencia doméstica. Aun así, usted quisiera ser ellos, a pesar de que en su casa duerme tranquilo con sus 4 perros y sin su carro último modelo.

Sólo usted mismo conoce lo que ha crecido el último año, hace cinco años, hace diez años… Y le aseguro que la versión de hoy tiene muchísimos logros. Sin embargo, es más fácil estar pendiente de los demás y quedarse paralizado, que de verdad exigirse a usted mismo y ser una mejor versión de la que fue ayer. O en otros casos, mejor criticar a otros cuando usted es igual o peor que quienes está criticando.

Si en lugar de compararse con Kim Kardashian o con RM de BTS (o con quien sea que le genera la frustración de sentirse menos) tome conciencia de usted mismo, de los errores que cometió ayer y los puntos que quiere cambiar, realmente así, sí podría empezar a mejorar.

Antes de convertirse en un “producto” masivo o igual a todos, deje de ponerse excusas. Deje de tenerle miedo al éxito, al fracaso, al rechazo, a salir de la zona de confort y sea usted mismo. Y aunque crea que ya ha logrado mucho, si sigue vivo, créame que aún no es producto terminado.

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