Fiesta callejera de chicos y grandes
Candilejas candilejas.cultura@gmail.com | Viernes 23 noviembre, 2018
Le vende a los colegios de todo el país, cimarronas y elabora máscaras personalizadas, como por ejemplo las caras de los novios para fiesta de matrimonio.
Ha presentado su trabajo en desfiles en Panamá, México, Nicaragua y dos veces en Madrid, España. Una vocación que nació cuando tenía nueve años de edad.
En un taller lleno de color, ilusiones y buena energía Miguel Moreira, un barbareño (Barba, cantón de la provincia de Heredia) de nacimiento, es feliz con la creación de máscaras.
La famosa “Mascarada Tradicional Costarricense” tiene raíces en la época colonial y sigue vigente.
Es producto de prácticas festivas coloniales y amerindias, relacionadas con la tradición española de los gigantes cabezudos con influencias de comunidades indígenas autóctonas.
En 1997, esta alegre actividad cultural fue declarada “Día Nacional de la Mascarada Tradicional Costarricense”.
La mascarada, mantudos o payasos, como se les suele llamar, se caracterizan por pasearse en las calles de los pueblos durante las diversas festividades populares o religiosas, persiguiendo a chicos y grandes con chillidos y bailando al son de música de cimarrona.
Pero llegar a vivir de este trabajo, como lo hace ahora Miguel, fue un largo camino que comenzó a los 20 años de edad.
Antes de eso, en su infancia, le gustaba “ir a los payasos”. Cuando había fiesta en el pueblo iba muy temprano a hacer fila para lograr que le dieran una máscara, pero el encargado prefería a los más grandes y él por más que madrugara no tenía posibilidad, cuenta.
Ante esta situación, empezó a fabricar sus propias máscaras para desfilar con la muchachada y la cimarrona.
Cuando no podía ir al desfile, prestaba su máscara a un amigo y otras veces las alquilaba y fue ahí donde empezó a visionar la posibilidad de fundir su pasión por las mascaradas con un negocio.
Aunque empezó haciéndolas en papel, hoy prepara moldes en arcilla y después les da forma con fibra de vidrio, “este material es fácil de reparar y más duradero” comenta.
Aunque al inicio su oficio era de técnico en refrigeración, en sus ratos libres y fines de semana confeccionaba máscaras y a los 20 años de edad hizo su “primera venta grande” consistente en 15 figuras: un diablo, dos gigantes y 12 de tamaño tradicional para la comunidad de San Lázaro de Nicoya.
Desde hace siete años Miguel Moreira se dedica tiempo completo a darle vida a la diversión y al miedo de chicos y grandes, junto a Auria Briceño, su esposa que es la creadora de las vestimentas de sus obras.
“Ahora proveo con mis trabajos también a varias personas que se dedican a vender personajes que no se consiguen en Costa Rica”, dice Miguel.
Y aunque vende mascaradas tradicionales de nuestro país todo el año, y especialmente hacia el final del mismo, amplió su negocio aprovechando su experiencia en la elaboración de este tipo de piezas.
El hecho de que haya convertido la hermosa tradición de las mascaradas costarricenses en un negocio rentable, contribuye a mantener viva la tradición cultural.
Hoy, agradecemos al Instituto Nacional de Aprendizaje que también de su aporte a ello, cerrando este año con una hermosa exposición de las mascaradas de Miguel Moreira.
Alegre forma de celebrar, con esta valiosa manifestación artística y cultural costarricense, el 20 aniversario la Sala de Exposiciones del INA.
Carmen Juncos Biasutto
Editora jefa y Directora de proyectos