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COLUMNISTAS


¿Fingir poses poderosas para alcanzar el éxito?

Laura Centeno centeno.laura@gmail.com | Viernes 09 junio, 2023


Algunas personas podrían pensar que es exagerado afirmar que las “poses de poder” determinan el éxito (o fracaso) de las personas en diversas circunstancias de la vida. En realidad, si consideramos el hecho de que el lenguaje no verbal implica más del 90% de la comunicación, lo más probable es que no le hayamos prestado suficiente atención a la forma en que nos movemos y cómo sacarle mayor provecho.

La profesora de Harvard Amy Cuddy descubrió que la postura corporal no solamente puede comunicar éxito o fracaso hacia los demás como una consecuencia de los juicios emitidos en las interacciones de comunicación no verbal. Es normal que la gente determine a quién contratar o no para un puesto, con quién salir en una cita y con quien no y muchas otras decisiones importantes considerando las primeras impresiones basadas en códigos de comunicación que no son exclusivamente las palabras.

Lo realmente extraordinario de su investigación fue que el lenguaje corporal “de poder”, aunque lo estemos aparentando, también influye en nuestra propia percepción de seguridad y autosuficiencia. Todo esto es observable también en los movimientos de los animales, cuando cortejan a su pareja o atacan a su enemigo. Por ejemplo, las aves expanden sus alas, los monos abren su pecho y los perros mueven su cola. Los seres humanos también lo hacemos, la mayor parte de las veces de forma inconsciente, por ejemplo, al levantar nuestros brazos cuando nuestro equipo de fútbol mete un gol.

De la misma forma, cuando los animales y las personas nos sentimos asustados y en peligro, tendemos a encorvar la espalda, cerrar los brazos, bajar la cabeza, evitar la mirada a los ojos y hacernos más pequeños para tratar de pasar inadvertidos y cuando una persona asume una posición de alto poder, lo natural es que su contraparte utilice “posición de defensa”. También es usual que los hombres asuman más poses de poder que las mujeres porque es más común que nosotras nos sintamos menos poderosas que ellos.

Entonces, la profesora Cuddy en su investigación se preguntó ¿Podemos fingir ser poderosos hasta tomar el poder de una situación?, Aquí surgen muchas incógnitas: ¿Cómo empoderarnos de un espacio físico, en una conversación, en presentaciones, reuniones, entrevistas y momentos importantes donde nos sentimos inseguros, estresados e incluso asustados? Según la profesora Cuddy, sí es posible hacerlo, al menos en pequeños lapsos de tiempo. Por ejemplo, si sonreímos, podemos dar a entender que estamos felices, pero incluso si forzamos una sonrisa, podemos sentirnos más contentos que si mantenemos una postura facial neutra. Así mismo, si pretendemos ser poderosos, es más sencillo sentirnos y convertirnos en personas más influyentes.

La segunda pregunta de la investigación de Cuddy cuestiona si ¿nuestro cuerpo puede cambiar nuestra mente? Ya que normalmente se habla de que nuestra mente influye en nuestro cuerpo, pero no viceversa. Tanto los machos alfa como los líderes asertivos requieren altos niveles de testosterona y bajos de cortisol, la hormona del estrés, para mantener su poder, sin embargo, los líderes emergentes, aunque sea de forma temporal, cuando asumen el poder, logran incrementar los niveles de testosterona y reducir su cortisol. Por tanto, el cuerpo puede cambiar la mente y los cambios de roles modifican las dosis hormonales para asumir más poder y ser más asertivos.

Además, la profesora hizo un experimento donde pedía a un grupo de participantes mantenerse en posiciones de poder (extender brazos, piernas y poses de super héroe) y a otro en poses de defensa (encobar espalda, bajar la cabeza y cruzar brazos y piernas) durante un lapso de 2 minutos. Tomaron una muestra de saliva antes y después. Luego les invitaron a apostar para medir en qué tanto la posición corporal influye en su tolerancia al riesgo, y el resultado fue que quienes tomaron posiciones de poder apostaron más que quienes mantuvieron poses de defensa. Las personas que utilizaron poses de poder incrementaron sus niveles de testosterona y bajaron los de cortisol y quienes tomaron posiciones de defensa tuvieron el resultado contrario. Por lo cual, dos minutos de una posición de poder sí influye para ser más asertivos, confiados y seguros y estar en posiciones de defensa incrementa los niveles de estrés y ansiedad.

En conclusión, la profesora Cuddy afirma que nuestro lenguaje corporal puede gobernar e influir en la forma en que pensamos y nos sentimos sobre nosotros mismos.

La tercera pregunta que se hizo es si por algunos minutos ¿Nuestras poses de poder pueden cambiar nuestras vidas en una forma significativa? Para esto se experimentó con entrevistas laborales en donde los reclutadores terminaron seleccionando a sus candidatos favoritos no solo por la información de su CV, sino que al final, la decisión se basó en la PRESENCIA de los candidatos en entrevista (su entusiasmo, pasión, seguridad, encanto y autenticidad). Todos ellos juicios subjetivos reforzados por posturas de poder.

Debemos comprender que existen momentos importantes en donde al menos de forma temporal, es necesario usar un lenguaje corporal de poder y esto no significa que seamos impostores, sino que es una herramienta para proyectar seguridad a los demás, y lo más importante, para cambiar nuestra mente y que ella actúe a nuestro favor, haciéndonos sentir empoderados, autónomos y determinados para alcanzar nuestros objetivos en una entrevista de trabajo, en un pitch de venta, en la presentación de una propuesta de negocio e incluso en nuestra vida personal para cautivar a alguien que nos guste mucho.

¿Quién sabe qué logros podríamos alcanzar si tan solo practicamos por 2 minutos la pose de Super Man o la Mujer Maravilla? El lema “fake it till you make it” se vale. Yo lo probé y sí me funcionó, ¿Y vos?

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