Gran pifia de Liberación
Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 28 mayo, 2010
Gran pifia de Liberación
La primera gran pifia de la fracción de Liberación Nacional, encabezada por Viviana Martín, fue un espectáculo completamente innecesario y muy lamentable de observar.
A la desgastada imagen de los políticos, en especial de los diputados, habrá que sumarle el último episodio de la patética lucha por aumentarse el salario.
Contra viento y marea, la bancada de Liberación pataleó hasta el final, a excepción de Guillermo Zúñiga y Víctor Hugo Víquez que tuvieron la sensatez, tardía pero segura.
Poco les importaron los mensajes sutiles de la Presidenta, señales de humo que pedían a los cuatro vientos cordura; sin embargo, obviando esto prosiguieron las ansias y el aferro a un jugoso aumento, más evidente que nunca, injustificado.
Si hubiera que apuntar a una persona responsable de esta tragicomedia sería Viviana Martín.
Me queda la sensación, ante sus declaraciones, que el arrepentimiento por provocar que dos poderes de la República chocaran de esta forma no llegó. Más bien, me parece que su discurso lleva consignas de “luchar por las convicciones”.
Tacto, tal vez es el ingrediente que hace falta y deja este triste sinsabor. Uno puede tener las convicciones que quiera, sin embargo, si es evidente que todo a su alrededor está en contra, estos convencimientos deben ceder a la razón, y no a los deseos.
Principalmente porque, repitiendo lo que señalé la semana pasada, este enfrentamiento entre la Presidenta y los diputados de su propio partido fue completamente innecesario.
No logro comprender la lógica de Liberación Nacional al exponer a sus líderes en el cuadrilátero, donde demostraron que ni siquiera tras las encerronas del fin de semana pasado lograron leer correctamente las reacciones adversas generadas por el bendito aumento.
Eso le podrá pasar a un periódico que titubeó en apoyar y luego en rechazar el reajuste, pero no debe suceder con quienes llevan el timón del país.
Nuestra mandataria tardó en cortar de raíz el problema y trató de quedar bien con ambos lados, una estrategia peligrosa y no recomendada para futuro. Marco Vargas, ministro de la Presidencia, intentó seguirle el paso de baile pero una vez terminada la canción se quedó solo en la pista y fueron puestos contra la espada y la pared; por más gala y grandilocuencia, llegó finalmente lo previsto por este simple redactor hace dos semanas: el veto presidencial.
Luis Alberto Muñoz
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