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Hueco de la dejazón

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 29 junio, 2012



Hueco de la dejazón

Muchas bromas, vacilón y punta se le han sacado al gigantesco hueco en la autopista General Cañas. Pero el asunto no es de chiste, no solo por haber colapsado la principal vía, generando gran sufrimiento, en especial a los trabajadores, sino que este infortunio revela la precaria condición de infraestructura en Costa Rica.
Al hueco se le une la platina, para conformar un vergonzoso combo de incapacidad, desidia y retraso en la toma de decisiones urgentes.
La obra pública ha llegado a un punto ridículo, superando niveles históricos.
Si por un momento visualizáramos a Costa Rica como una casa, el estado de dejazón al que hemos llegado estaría descrito en etapas.
En la primera, la infraestructura no es la adecuada.
Este es el caso de una casa con un solo cuarto, donde viven diez personas. El país creció pero sus construcciones públicas no lo han hecho al mismo ritmo. Llevamos un rezago que se estima en más de 30 años. La cantidad de vehículos crece, pero nuestras vías solo han tenido arreglos cosméticos.
La segunda etapa de la dejadez es cuando además de no tener la infraestructura idónea, no se le da mantenimiento.
Si por razones del destino, diez personas tienen que vivir en una casa con un solo cuarto, lo lógico sería que al menos le den el debido cuidado. De no ser así, entonces surgen las goteras. Esto fue lo que sucedió con el país. Los puentes, como el de la platina, no han recibido por décadas la atención adecuada, llegando al punto de colapsar. A última hora surgen medidas “tapagoteras”. Los famosos puentes tipo Bailey se han convertido en la pomada canaria, el problema es que algunas estructuras ya han quedado fijas, cuando en realidad se pretendía que fueran por un corto periodo mientras se reparaban los de “verdad”.
El tercer y último estado de la dejazón es cuando por no hacer bien las cosas, colapsan las obras.
Volviendo al ejemplo de la casa, equivale a resolver el problema de la gotera poniendo tarros para recoger el agua, hasta que finalmente un día se cae el techo.
Esto fue lo que vivimos este miércoles. Lo más incomprensible del asunto es ¿por qué diantres en Costa Rica hay que dejar que se caigan las cosas para actuar? Nada más ruego que lo próximo no llegue a ser un puente.

Luis Alberto Muñoz

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