Ideologías y tolerancia
Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 28 septiembre, 2015

Ideologías sí, pero con políticos humildes y tolerantes
Disyuntivas
Ideologías y tolerancia
Las ideologías no han muerto, y no conviene que mueran.
Desde que Daniel Bell proclamó en 1960 el fin de las ideologías y su reemplazo por un pragmatismo radical, muchos han proclamado su muerte.
Otras veces, no por recurrir a un mero pragmatismo, si no para afirmar el triunfo de una de ellas. Fukuyama proclamó —con la caída del Muro de Berlín— el triunfo del liberalismo democrático, lo que creyó significaba el “fin de la historia”.
Pero la historia es terca y no ha querido terminar. 25 años después, continúa dándose con toda fuerza —en las diferentes regiones del mundo— el enfrentamiento entre diversas formas de concebir la organización del estado y el manejo político.
Frente a esa realidad, muchas personas desilusionadas por el accionar político, la ineficiencia de las acciones gubernamentales, la dificultad para tomar decisiones, la corrupción y el enfrentamiento cada vez más crudo de intereses contrapuestos, concluyen que, si las ideologías no han muerto, sería mejor que lo hicieran.
Sería mejor, argumentan, porque las ideologías causan confrontación y no negociación, endurecen las posiciones creando fanáticos que impiden la acción pública.
Pero, ¿podríamos organizar constructivamente la acción política en las sociedades complejas del siglo XXI sin las ideologías? ¿Podríamos encausar nuestras propuestas políticas y la acción del gobierno sin un esquema mental que nos ordene y relacione fines y medios?
No lo creo.
Los problemas públicos que hoy enfrentamos son tantos, sus causas y efectos están tan entrecruzados y son tan complejos que si los enfrentamos uno a uno tratando de prever el resultado de acciones alternativas, lo que encontraríamos serían inmensos fracasos en lugar de necesidades satisfechas.
Sin un modelo que sirva de referencia, ¿cómo conciliar, por ejemplo, los objetivos de seguridad ante los cambios y de innovación para progresar, y cuáles medios usar para avanzar en esos frentes?
Sin un marco de referencia sería imposible buscar el equilibrio entre fines contrapuestos. Igualmente seríamos incapaces de aquilatar el efecto final de las acciones públicas, dada la multicausalidad de los fenómenos y la diferencia entre los resultados inmediatos de una acción y su efecto final.
Como somos personas, tenemos preferencias y objetivos distintos que debemos respetarnos.
Por ser personas ignorantes, no podemos tener certeza del resultado y la eficacia de todas las acciones públicas. Y por eso las ideologías no deben ser autoritarias ni basarse en la imposición. Por eso, también, las ideologías, o más bien quienes las encarnamos, debemos ser tolerantes.
Después de las crueles experiencias con las ideologías totalitarias, hoy existe un más generalizado consenso de que las ideologías deben ser abiertas y en diálogo entre sí.
Claro que esto no es así en los fundamentalismos ni en los autoritarismos prevalecientes hoy en Corea del Norte, Arabia Saudita, China, Cuba o Venezuela.
Ideologías sí, pero nosotros debemos ser humildes, reconocer las limitaciones de nuestras capacidades y respetar las preferencias y concepciones de los demás. Ideologías sí, pero con políticos humildes y tolerantes.
Miguel Ángel Rodríguez
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